domingo, 22 de diciembre de 2013

Cuento de Navidad

Son las primeras Navidades de este blog. ¡Quién me lo iba a decir a mí hace un año que hoy podría comunicarme con personas del otro lado del mundo para desearles una Feliz Navidad!. Bueno, y con las de este otro lado también, amigos de muchos lugares que visitan estas páginas y formáis parte activa de este espacio virtual que se ha convertido en un pedacito de mí semana a semana.

Como suele ser habitual cuando llegan estas fiestas son momentos para echar la vista atrás y recordar...y agradecer...y añorar...y seguir soñando.

Recordar que son muchas ya las entradas compartidas, algunas referidas a libros o recursos que nos enriquecen a tod@s, otras más personales escritas desde la emoción y la reflexión. 

Agradecer a todos los que visitáis este humilde blog vuestra fidelidad; vuestros comentarios aquí como los "me gusta" en los grupos de Facebook sirven para tejer entre todos esa red de resiliencia y buentrato que une a gente de diferentes lugares en un espacio virtual con un corazón implicado y dedicado a la infancia y la adolescencia...también en Navidad.

Añorar la sonrisa sentida y la tranquilidad de algunas personas cercanas que han visto teñida su paz por la crisis, o los momentos de inactividad buscada para no hacer nada de nada que el reloj y mis responsabilidades guardaron en un cajón.

Y seguir soñando con poder continuar siendo yo misma, para seguir disfrutando de mis amigos (personal o virtualmente), con que nunca me falte la ilusión por compartir y creer en los otros.  Estoy contenta de haber descubierto este medio que me permite expresarme y sentir de una manera abierta que me sirve a su vez como factor promotor de resiliencia.

Quería que esta entrada tuviera un cuento. Uno de esos relatos que te hace pensar. Busqué y busqué pero no hallé ninguno que pudiera representar lo que yo quería compartir. Hasta que encontré este que aparece más abajo, escrito por Tes Nehuén en la web "Cuentos de Navidad". Dudé varias veces en publicarlo o no porque me parecía que no era lo suficientemente alegre como para compartirlo en Navidad, pero también al mismo tiempo desprende una especie de realismo de la esperanza, de confiar no sólo en lo que cada uno de nosotros hace con su vida sino también lo que puede hacer por los otros, de valorar lo verdaderamente importante.

Si lo lees hasta el final, no te quedes solo con la historia, entra dentro del mensaje, pero no de forma literal.


Los duendes de la Navidad

Eglantina estaba cansada de que cada Navidad la enviaran a ese orfanato. Cuando al día siguiente se reunían los duendes en la cueva de Raedself, donde vivían como una gran familia, todos contaban divertidas y disparatadas historias que les habían ocurrido en las casas que les había tocado visitar. Pero Eglantina era invadida por una tristeza profunda y se quedaba en silencio.
Así había sido año tras año. Todos los duendes volvían satisfechos por haber cumplido, una vez más, con su misión. Todos, menos Eglantina. Para ella las Navidades eran siempre iguales: llegaba al orfanato y decenas de chiquillas y chiquillos la rodeaban. Entonces, como lo exigía la tradición, ella les preguntaba cómo había sido el año. Y ellos pasaban a narrarle con lujo de detalle toda clase de historias sobrecogedoras. Después, Eglantina les entregaba regalos especiales para cada uno de ellos, teniendo en cuenta lo que a cada uno le gustaba. Y concluía marchándose con una pena muy onda abrazando su diminuto corazón.
El día después de la Navidad los niños del orfanato lo pasaban jugueteando y riendo como nunca, apreciando con estremecimiento todos los regalos. Para Eglantina el día siguiente era una verdadera tortura; no podía explicarse cómo había gente que sufría tanto y que, aún así, era capaz de poner una sonrisa en su rostro y seguir adelante. Pero posiblemente lo que más daño le causaba era pensar que al año siguiente nuevamente tendría que ir a ese lugar, encontrarse con esas suaves vocecitas y no poder hacer nada por ellos, más que entregarles unos cuantos regalos que no terminarían, sin embargo, con su desamparo.
Ese año consiguió llegar a un acuerdo con Laila: Eglantina iría a la casa que siempre había visitado Laila (de una familia normal y corriente) y Laila visitaría a los niños del orfanato.
Eglantina estaba muy contenta. ¡Finalmente podría regresar con una historia divertida y pasaría una preciosa navidad junto a sus amigos los duendes!

Al día siguiente de la Nochebuena todos los duendes contaron sus andanzas. Cuando le llegó su turno, Eglantina dijo que había sido la Navidad más triste de su vida. Primero: los niños no habían sido capaces de dedicarle más que unos pocos minutos, solo querían saber qué había dentro de los envoltorios. Segundo: sus padres habían comprado cientos de regalos y, a su lado, los de Eglantina eran insignificantes. Y tercero: se sintió terriblemente sola porque ninguno de esos niños se parecía a sus amiguitos del orfanato, y echó de menos a todos y cada uno de ellos.
Laila, por su parte, dijo que la suya había sido una hermosa Navidad. Los niños del orfanato la habían recibido con enormes sonrisas y la habían escuchado con suma atención.
Eglantina se quedó mirándola estupefacta y le preguntó cómo podía sentirse bien si todos esos niños tenían historias terribles. Le preguntó:
—¿No te hace daño pensar que no puedes nacer nada por cambiar aquello?
Laila la observó fijamente y le dijo:
—Sí, pero ya lo has dicho: no hay nada que podamos hacer por cambiarles el pasado. Nuestro deber es ofrecerles una Navidad agradable y divertida. Debemos sentirnos felices de tener esta oportunidad.
Entonces, Eglantina lo comprendió todo. Y a partir de ese año esperó con ansiedad el día de Nochebuena para visitar a sus amiguitos del orfanato y sazonar con caricias y risas sus tristes realidades.

Como decía el Principito "fue el tiempo que pasaste con tu rosa lo que la hizo tan importante". No podemos hacer nada por cambiar el pasado de los niños y niñas, ni el de sus papás y mamás que antes y en muchos casos también ahora, tuvieron que soportar dificultades difíciles de sobrellevar. Pero sobre su presente (y seguramente sobre su futuro) sí podemos ofrecerles comprensión, aceptación, empatía y afecto. Cada sonrisa que nos regalan en señal de gratitud es una estrella más que brilla en su firmamento al sentirnos parte de su mundo.

Mi cielo está lleno de estrellas.    Quizás yo no pueda hacer mucho por lo que este año que está finalizando ha traído a nuestras vidas (o se ha llevado), pero sí mirar hacia adelante con la esperanza de lograr pequeñas grandes metas que permiten SEGUIR,  con la certeza de haber hecho en cada momento lo que pudimos o supimos hacer.
Y con la ilusión puesta en que cada uno de vosotr@s pueda cumplir, si no todos, algunos de los sueños que os harían ser un poco más felices. Meto en un globo cada uno de esos sueños y que el espíritu de la Navidad haga el resto.

¡FELIZ NAVIDAD!

 

viernes, 13 de diciembre de 2013

Decálogo para una víctima de ciberbulling

Llevaba tiempo queriendo escribir una entrada sobre el acoso y hoy mismo he recibido a través de Facebook una publicación que ha disparado mi conciencia, a modo de Pepito Grillo, diciéndome "ahora es el momento".
 
Y es que los mismos medios que son facilitadores de información, conocimiento, incluso reconocimiento y satisfacción (¿a quién no le despierta una sonrisa descubrir un "me gusta" cuando comparte algo en la red?), son a su vez herramientas de doble filo que pueden causar mucho daño a cualquier persona pero especialmente a los y las adolescentes.
 
Manejan mejor que los mayores todo lo que tiene que ver con la red, pero ello no les exime de estar quizás por este motivo más expuestos a riesgos innecesarios. Y muchas veces, pese a que existe una edad a partir de la cual está permitido tener una cuenta, todos conocemos a menores que, con el consentimiento o no de los padres y/o madres, disponen de ella y la usan con frecuencia.
 
De manera que por ceder ante presiones del tipo "es que todas mis amigas tienen una cuenta..", "siempre soy diferente a los demás...), podemos convertimos, sin saberlo, en partícipes de situaciones de peligro. Es como circular con un coche sin conocer las reglas de circulación o las señales de tráfico.
 
Otras veces, el peligro se traduce en realidad y aparecen casos de ciberbulling ante los cuales los menores (y sus familias) no saben cómo actuar. Y eso ya no es solo un peligro potencial, sino una realidad peligrosa.
 
A continuación se expone un decálogo para víctimas de ciberbulling recogido de una web muy interesante llamada Pantallas Amigas (http://www.pantallasamigas.net/index.shtm) donde se recogen noticias, pautas de actuación y recursos tanto para la prevención como para la actuación cuando aparecen casos de este tipo.
 
Importante su lectura tanto por adolescentes como por padres y educadores.
 
Decálogo para una víctima de ciberbullying:
 
 1) Pide ayuda. Si eres menor recurre a tu padre o tu madre o, en su defecto, a una persona adulta de confianza. Asegúrate de que esa persona conoce y entiende estas pautas para que ambos podáis remar en el mismo sentido y para que, en su ánimo de protección, no haga cosas que acaben siendo perjudiciales.
 
2) Nunca respondas a las provocaciones. Hacerlo no te ayuda en nada y, sin embargo, es un estímulo y una ventaja para quienes te acosan. Mantén la calma y no actúes de forma exagerada o impulsiva en ningún caso.
 
3) No hagas presunciones. Puede que ni las circunstancias ni las personas que  parecen implicadas sean como aparentan. Mantén un margen para la duda razonable porque actuar sobre bases equivocadas puede agravar los problemas y crear otros nuevos.
 
4) Trata de evitar aquellos lugares en los que eres asediado en la medida de lo posible hasta que la situación se vaya clarificando. Si se trata de redes sociales o comunidades online no te será difícil. Si el acoso llega por el teléfono móvil, no descartes cambiar de número.
 
5) Cuanto más se sepa de ti, más vulnerable eres y más variado e intenso  es el daño que pueden causarte. ¿Imaginas una mentira ridiculizándote construida sobre datos privados reales escrita en tu muro?¿qué pasaría si alguien, haciéndose pasar por ti, insulta a tus amistades?. Es momento, por lo tanto, de cerrar las puertas de tu vida online a personas que no son de plena confianza. Para ello:
 
a) Evita intrusos. Para ello debes realizar, en orden, estos pasos:
a.1) Realiza un chequeo a fondo de tu equipo para asegurarte de que no tienes software malicioso (troyanos, spyware…) que puede dar ventajas a quien te acosa. Es importante. Dispones de herramientas gratuitas para ello en la dirección www.osi.es.
a.2) Cambia las claves de acceso a los servicios online que usas, pero nunca antes de haber realizado el paso anterior. Recuerda que deben ser complejas de adivinar y llevar combinados números y letras.
b) Depura la lista de contactos. Revisa y reduce la lista de contactos que tienes agregados en las redes sociales (o en otros entornos sociales online).
c) Reconfigura las opciones de privacidad de las redes sociales o similares en las que participes y hazlas más estrictas. Asegúrate de que sabes bien cómo funcionan estas opciones y sus implicaciones.
d) Comprueba qué cuentan de ti online. Busca la información sobre ti publicada otras personas y trata de eliminarla si crees que puede ser utilizada para hacerte daño.
e) Repasa la información que publicas y quién puede acceder a ella y poner, a su vez, al alcance de terceras personas.
f) Comunica a tus contactos que no deseas que hagan circular informaciones o fotografías tuyas en entornos colectivos.
g) Ejerce tu derecho sobre la protección de datos personales. Tú decides el uso que se puede hacer de ellos, incluyendo tu fotografía.
 
6) Guarda las pruebas del acoso durante todo el tiempo, sea cual fuere la forma en que éste se manifieste, porque pueden serte de gran ayuda. Trata también de conocer o asegurar la identidad de los autores pero, en todo caso, sin lesionar los derechos de ninguna persona.
 
7) Comunica a quienes te acosan que lo que están haciendo te molesta y pídeles, sin agresividad ni amenazas, que dejen de hacerlo. Recuerda que no debes presuponer hechos o personas en tu comunicación, por lo que debes medir muy bien cómo lo haces, sin señalar a nadie en público, pero a la vez tratando de asegurarte de que se entera la persona o personas implicadas.
 
8) Trata de hacerles saber que lo que están haciendo es perseguible por la Ley en el caso de que el acoso persista. Les puedes sugerir que visiten páginas como www.e-legales.net o www.ciberbullying.net para que lo comprueben por sí mismos.
 
9) Deja constancia de que estás en disposición de presentar una denuncia, si a pesar del paso anterior continúa el acecho. Manifiesta que cuentas con pruebas suficientes recopiladas desde el inicio y que sabes cómo y dónde presentarlas. Debes indicar que, si el acecho persiste, te verás obligado a acudir a la policía.
 
10)Toma medidas legales si la situación de acoso, llegado este punto, no ha cesado.
 
 
Todas ellas son recomendaciones realizadas por expertos en el tema y por supuesto se entiende que han de ser seguidas acompañados de adultos de referencia del adolescente, por lo que no se trata de informar para actuar en solitario y a escondidas para evitar más problemas, sino para hacerlo de la forma más adecuada.
 
Lo deseable es no tener que recurrir nunca a ellas y conseguir una educación en el uso de las redes lo suficientemente protectora. Para ello el primer paso es conocer.
 
 

sábado, 7 de diciembre de 2013

“Ghosting”, o cuando los otros te hacen parecer un fantasma

Si, ya sé. No existe la palabra “ghosting” en el diccionario, pero quizás se añada como neologismo próximamente. Para mí es lo contario a bullying, pero en el ámbito familiar. Si en el bullying te acosan, lo que caracteriza al ghosting es la invisibilidad que los otros te hacen sentir.


Ser una buena estudiante, una buena hija, una buena amiga, una buena compañera….es una tarea fácil para quien tiene suficiente recursos personales y los sabe emplear a fondo en cualquier momento. Pero ¿cómo serlo cuando las circunstancias y las personas te convierten en un fantasma, en un cero a la izquierda? ¿Es la adversidad siempre algo muy desastroso como tener padres alcohólicos que no te atienden, que se queme en un incendio tu casa o que se haya muerto un familiar cercano?¿Hay adversidades cotidianas que impactan tanto o más que los grandes eventos comentados?
Carla es la pequeña de dos hermanos, y es como lo descrito anteriormente. Es la BUENA. Tiene once años y nunca ha dado problemas. No así Pedro, su hermano mayor de catorce años, quien desde hace año y medio tiene una conducta agresiva cuando se enfada, le han expulsado varias veces del colegio, discute y grita todos los días con su padre, desobedece a su madre…Es el PROBLEMÁTICO.
 
Todos tenemos roles en la familia que de manera implícita y explícita marcan lo que se espera de cada uno. De Carla se espera que siga siendo una chica agradable, que siga estudiando como siempre, que sea como ella es. De Pedro se espera que sea un adolescente desagradable, que empiece a tener problemas con los estudios porque no le dedica tiempo, que sea como él es. Todo ello en una familia competente, con valores, con una cohesión familiar como centro de interés pese a los conflictos. 
 
Desde que empezaron los problemas con Pedro parece que en esa casa no exista otro tema. “Pedro desobediente, Pedro no va a cambiar. Pedro dice cosas pero no las cumple”. Siempre Pedro. La situación se ha ido agravando en las últimas semanas en las que el conflicto ha aumentado y por tanto la tensión familiar y el desconcierto.

Las sesiones familiares con todos reflejan que Pedro tiene unos padres que se preocupan de él pero que están desbordados. Pedro está agobiado pero quiere cambiar y reconoce su falta de control. Carla…¿qué papel tiene ella en este conflicto?
La implicación y necesidad de cambio de toda la familia les lleva a acudir muy motivados a las sesiones, donde se mezclan reproches con reconocimientos, críticas con elogios, esperanzas con desesperanzas. Parece haber un monotema. Desde el principio en las sesiones se intenta por parte de la psicóloga que Carla participe, que pueda opinar, que aporte cosas. Pero ¿qué puede aportar un fantasma en un conflicto viviente?

En la tercera sesión aparece un nuevo mini-problema. Carla está presentando un comportamiento poco habitual, más desobediente y contestona (que por supuesto se atribuye por los padres a modelado de su hermano). El foco, centrado únicamente hasta ahora en Pedro, de repente gira en la sesión a la BUENA.
Y algo ocurre cuando la luz apunta directamente al miembro fantasma de la familia, cuando al ser preguntada por cómo está viviendo ella lo que ocurre en casa, responde –previa mirada con cierta vergüenza a sus padres- que siente que no existe, que no la tienen en cuenta. Que cuando comienzan a discutir la mandan al cuarto o que se vaya a pasear. Que se esconde cuando comienzan a elevar el tono de voz para ver qué pasa. Que hace cosas graciosas para intentar que estén contentos…Y sobre todo, que tiene mucho miedo y rabia.
Parece que el fantasma se quiere hacer visible pero no le dejan. Se ha cansado de ser invisible y ahora necesita que la vean aunque para ello tenga que portarse mal. En un intento de buena intención su familia quieren mantenerla al margen sin atender que ella también siente y sobre todo se siente parte de la familia. El vacio que supone dejarla al margen es para ella una adversidad seguramente mayor que la crisis económica de la familia, o la enfermedad grave de su madre, o el acoso que unas niñas de su colegio le hacen en el patio. La adversidad del no sentirse visible es fuente de sufrimiento no solo en Carla sino en muchos niños y niñas.
 
Soluciones a la invisibilidad: mientras el foco siga centrado sólo en su hermano pocas. Hasta las plantas más robustas y resistentes necesitan un rayito de luz que les alimente.

La invisibilidad total o parcial conlleva emociones que hacen sentir muy mal a los niños y niñas. Recientemente lo he podido constatar en varios casos como en la niña a la que su familia no le hablaba de la muerte de un familiar muy cercano para evitar los malos momentos, cuando el resultado es que, al ver llorar a escondidas a su mamá, pensaba que era porque estaba enfadada con ella porque se había portado mal –además de llorar ella en silencio y en su cuarto porque se había enterado escuchando una conversación de la muerte de su tía-.
 
Por no hablar de los conflictos de pareja en los que los niños forman parte muchas veces activa aunque los padres dicen “discutimos sólo cuando ellos se acuestan” (como si la comunicación no verbal no existiera o las paredes no fueran tan finas como para no escuchar, seguro que con miedo y rabia también, las discusiones de los mayores).
 

Los niños y las niñas no son fantasmas. Es cierto que no podemos implicarles de manera directa en temas que sólo los mayores han de resolver, hay que transmitirles seguridad y fortaleza, pero no hablar de los temas no supone que no existan, sino que se vivan como una adversidad de mayor grado. Es importante que sientan que les escuchamos, les comprendemos y sobre todo, que les sentimos parte de la familia. Darles voz no significa darles voto para que se posicionen o decidan. Darles voz significa hacerles visibles y visibilizar las relaciones y los eventos que envuelven a la familia porque tienen derecho a ello y porque a los humanos no nos gusta que los otros nos vean como fantasmas, sino parte de un grupo imperfecto llamado familia que nos ayuda a crecer y desarrollarnos y a experimentar, ya desde pequeños, adversidades que, si son compartidas, se llevan mejor.

 

domingo, 1 de diciembre de 2013

Comprendiendo a los adolescentes (multiproblemáticos o no)


Un pequeño cactus lloraba silenciosamente.
Un zorro al verlo le preguntó qué le había sucedido.
El cactus le dijo: “Estoy triste porque desde que nací nadie me ha abrazado, ni siquiera mi madre, porque estas espinas me lo impiden”.
El zorro, impresionado ante tal enigma intentó ayudarlo sacando con el hocico algunas de las espinas, pero cada vez que lo intentaba o el cactus se quejaba o él mismo se pinchaba la nariz.
Ya vencido, el zorro se dedicó a pensar.
De pronto, saltó de emoción y dijo: ”Vengo en un momento”.
Poco tiempo después, el zorro volvió junto con una gran alpaca lanuda, tan lanuda que al abrazar al cactus sus espinas no pudieron dañarla.
Este precioso cuento escrito por Iván Manuel Valdivia Gandur e ilustrado por Alex Pelayo, además de didáctico es un perfecto ejemplo de la realidad de muchos niños y niñas y adolescentes de esos (no sé si bien llamados) multiproblemáticos.

Los cactus son plantas que desarrollan mecanismos de supervivencia para pasar largas temporadas de sequía, se adaptan para soportar condiciones extremas. Fijaros si es grande la adaptación que las hojas se convierten en espinas pues de otro modo no podrían sobrevivir. Y lo mismo podríamos decir de muchos/as niños/as y adolescentes que viven en contextos de desafección, en un desierto emocional en el que la nutrición afectiva no existe, en familias que no saben o no pueden proveer de un entorno sano y favorecedor. Aparecen por tanto las espinas.
¿Qué como son las espinas? Es fácil verlo. Por ejemplo, María “pincha” en clase siendo insoportable, llamando la atención de manera continuada, provocando a los profesores para ser expulsada y que le envíen al aula de convivencia. Pablo enseña sus espinas cogiendo a un compañero del cuello tirándole al suelo cuando alguien le insulta, o cuando va por la calle rallando un coche al pasar, o cuando “coge prestado” el estuche de su compañero de al lado que es mucho más bonito que su triste portalápices agujereado. Luis no para de echar en cara a sus acogedores que ellos no son sus padres ni mandan de él, que va a hacer lo que le dé la gana, que no soporta que se metan en su vida….
 
Si supiéramos más de botánica los que nos relacionamos habitualmente con niños y adolescentes nos iría seguramente mejor. Debiéramos saber que las apariencias engañan en la Madre Naturaleza. Que preciosas setas pueden ser mortíferas de igual modo que uno de los más preciados trofeos naturales como la trufa se encuentra en el interior de la tierra y hay que ser muy avispado para saber encontrarlo. Que hay que saber no solo ver, sino también mirar de forma adecuada.
 
Hay una de esas "adolescente-cactus" que en los últimos días ocupaba una buena parte de mis pensamientos. Absentista, provocadora, rebelde, contestona, maleducada….yo me pregunto ¿por qué siempre viene a mis citas? ¿porque jamás me ha hablado mal a mí?¿por qué no solo admite algunos consejos sino que además reflexiona sobre sí misma como si fuera otra persona irreconocible para los que dicen conocerla bien?¿por qué siempre me agradece, mira con cariño y se despide de mí diciendo lo afortunadas que son mis hijas porque tienen quien las escuche y de cariño? Y con esto no me estoy tirando flores en un afán narcisista, os lo aseguro.
 
Me encanta conocer esa parte de ella, agradezco que me permita entrar en su esencia, en su perfume penetrable  que embriaga la sala de sonrisas y alegrías desde que entra por la puerta hasta que se marcha. Sus espinas no me llegan, no me pinchan, no hacen daño cuando el contexto es seguro y poco amenazante. ¿Os imagináis un cactus con espinas retráctiles?
 
Pero ¿qué puedo hacer yo para que los demás vean una rosa con espinas donde todo el mundo ve un cactus que molesta y estorba? ¿Cómo transmitirle a los demás que ella sufre, que las espinas también son interiores, que le duele en el alma haber sido repudiada, abandonada, maltratada, humillada y despreciada por los que le dieron la vida? ¿Pudo haber desarrollado otras estrategias de supervivencia?
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Empecé a escribir hasta aquí esta entrada hace unos días y paré.
Algo pasó después que puedo decir que una vez más me ha transformado. Esto de aprender sobre (y con) la infancia y la adolescencia permite una continua revisión e incorporación de planteamientos que hace que sea un proceso continuo de descubrimiento apasionante. Hablo de un ENCUENTRO, de esos que dejan huella. He podido descubrir personalmente a un mago de la intervención en terapia familiar con niños y adolescentes multiproblemáticos, en un Seminario que se celebró en Castellón este fin de semana. Se trata de Maurizio Aldolfi, un médico y psiquiatra infantil.
Reconozco haber llegado al seminario sin saber demasiado de él, tan solo su renombre y reconocimiento en el plano profesional. Una de esas figuras relevantes a las que siempre una se quiere acercar leyendo sus obras pero que se va postergando porque como dice un amigo: "la vida no me da para más".
 
De una manera magistral Maurizio nos mostró su forma de acercarse en terapia a los niños y adolescentes, desde una posición de total cercanía, reconocimiento, respeto y confianza. Sin señalamientos, sin etiquetas. Atendiendo a algo que para mí es fundamental: cada problema del niño es un problema familiar.


Presentó su último libro traducido al castellano escrito conjuntamente con la terapeuta Anna Mascellani y que tiene como título "Historias de la adolescencia" de la editorial Gedisa.
 
Toda una joya en la que me sumergido que aborda un tema poco frecuente en la bibliografía existente como es el trabajo con adolescentes desde una perspectiva sistémico-relacional, y de la que en esta entrada quería compartir con vosotros la particular aportación de los autores quienes ofrecen algunos puntos clave para comprender la adolescencia (y añado yo, sea quien sea el adolescente y tenga la familia que tenga):

-       La adolescencia no es una enfermedad. Parece que muchos padres tienen la percepción de que la adolescencia de sus hijos es mucho más cercana a una enfermedad que al placer de una nueva fase de crecimiento.

-       El adolescente no es un niño superdesarrollado. Si el niño no es un adulto en miniatura, un adolescente no es un niño grande. Es un sujeto de competencias aunque éstas sean a veces de ambivalencia.

-       La adolescencia no es la edad de la liberación: la necesidad de separación del adolescente es tan fuerte como la exigencia de pertenecer. Un buen terapeuta sabe comprender que siempre que el adolescente proclama a gritos su independencia y asume posturas despectivas con respecto a la familia y a sus reglas, afirmando que lo mejor es estar fuera, en realidad está afirmando lo contrario: su miedo de crecer es mucho y su necesidad más fuerte es la de poder sentir que debe reconstruir sus pertenencias (grupos en los que siente que pertenece).

-       El adolescente lleva esculpida dentro de sí la historia familiar. Lo que el hijo conoce en relación con el pasado y, por lo tanto, con el presente, acerca de su familia no es tanto un conjunto de hechos o eventos, sino más bien el producto relacional que los significados de tales eventos han inducido en su familia.

-       El adolescente es el brazo armado de los conflictos familiares. En las familias no nos damos cuenta de que la guerra se da en el plano parental y que el problema del adolescente es la pistola humeante, es decir, la evidencia de lo que sucede en la generación anterior.

-       Las señales verbales del adolescente son contradictorias. Cuando el adolescente habla es más importante escuchar aquello que subyace a lo que dice que el simple contenido verbal (dada la ambivalencia comentada antes). Para él la regulación de las distancias, la aceptación de sí mismo, y la coherencia son todavía objetivos por alcanzar desde el momento en que tiene una identidad en formación.

-       Las señales no verbales del adolescente son complejas y contradictorias. A menudo el lenguaje corporal del adolescente subraya aquellas actitudes provocativas que tienen que ver con lo que él querría  ser, más que con modalidades relacionales y posturas que podrían revelar sus necesidades reales de afecto y de cercanía.

-       El grupo de los coetáneos es un laboratorio de conocimiento y de experimentaciones fundamental para el adolescente. La frecuentación del grupo de pares es fundamental en la adolescencia porque constituye el otro polo de la realidad, tan necesario para crecer como el polo familiar.
 
En próximas entradas seguiré compartiendo estas interesante aportaciones de Maurizio Andolfi. Mientras tanto, a intentar ser alpacas peludas que podamos acercarnos a los y las adolescentes.