"Solamente dos legados duraderos aspiramos a dejar a nuestros hijos: uno raíces...el otro, alas"

"Solamente dos legados duraderos aspiramos a dejar a nuestros hijos: uno raíces...el otro, alas"
"Solamente dos legados duraderos aspiramos a dejar a nuestros hijos: uno raíces...el otro, alas"

jueves, 24 de julio de 2014

¿Puede un hijo o una hija sentirse rechazado por su padre o madre y sin embargo quererla/le?

(No. No me he equivocado poniendo el nombre a esta entrada tan parecido a otra anterior. Tan sólo he cambiado al protagonista).
 
¿Puede haber un dolor más grande para un niño o una niña que no sentirse querido? Dicen que por amor se hacen grandes locuras, que se pierde el miedo o la vergüenza, que se pierde la razón e incluso la vida. Pero cuando no se tiene nada porque nada te dan ¿Qué se puede perder?

 
Hay una frase de Boris Cyrulnik  en una entrevista cuando es preguntado sobre cual es el vacío más grande de su vida en la que responde: “Vivir sin afecto. Vivir sin afecto es el vacío total. Es el sinsentido de la vida”.
Y cuando la vida no tiene sentido, lo que urge es buscar los medios para sobrevivir, para seguir estando en un mundo en el que parece no haber un sitio reservado para uno mismo.

Qué equivocados estamos los adultos y sobre todo los profesionales cuando juzgamos a los niños por lo que hacen en lugar de hacerlo también por lo que piensan y sienten. Si me pongo en el lugar de decenas de niños y niñas con los que he trabajado y escucho su voz interior, oigo cosas –sin caer yo también en la sinrazón- como “Prefiero que me pegue mi madre, porque así al menos se fija en mí y sus manos me rozan”, “Si me chilla mi padre es porque he sido malo y lo que quiere es enseñarme a hacer las cosas mejor por mi bien, al menos me habla”.
Rosana es una niña de 10 años a la que su madre no quiere. La historia de la madre es triste, fue una niña maltratada y una esposa maltratada…de cuya relación nació Rosana. Su propia historia la atrapa una y otra vez impidiéndole tener una mínima relación afectiva con su hija.No puede ser una madre capaz de quererla. Los intentos de la pequeña para captar el amor de su madre han ido en aumento: desobediencia, travesuras varias donde rompía cosas, problemas con los otros niños, actitud desafiante, atracones de comida en casa, robos de bocadillos en el colegio, mentiras…
 
¿Qué le pasa a Rosana? Será hiperactiva, señalan los profesionales del colegio, de salud mental y hasta los pseudoprofesionales amateurs que se atreven a dar diagnósticos gratuitos que afianzan el etiquetado de Rosana. ¿tendrá un trastorno de la alimentación? ¿es que es una niña tirana o con trastorno de conducta desafiante que no puede estar con los demás? ¿estará generando un trastorno de personalidad? A Rosana lo que le pasa es que no la quiere su madre. Y punto. Y punto y seguido…ni su padre porque se desentendió de ella, ni el compañero de su madre, ni el resto de la familia, y ya casi ni los compañeros del colegio. Por muchos esfuerzos que haga el vacío afectivo es solo eso, vacío. Solo le queda asumir que es la culpable de la situación de su madre, de su familia y hasta de ella misma, que es incluso merecedora de los malos tratos que recibe en forma de insultos, amenazas, castigos de horas enteras encerrada en el cuarto, y lo peor, la indiferencia.

En relación a todo esto, dice mi estimado profesor Jorge Barudy  que "los niños asumen a menudo el papel de culpables de sus malos tratos, para poder controlar la angustia de saberse en peligro al lado de aquellos que tendrían que amarles, cuidarles y protegerles. Los diferentes tipos de malos tratos son experiencias que provocan estrés y dolor crónico y de gran intensidad, y no sólo se trata de dolor físico, sino también psicológico, que no tiene una localización focal, pero compromete el conjunto del organismo. Otro aspecto traumático de los malos tratos es el hecho de que el dolor es provocado por aquellas personas significativas que son los padres, que dentro de sus funciones está la de ayudar a calmar el dolor de sus hijos a través del consuelo y el cariño. Además, se agrega la dificultad de construir por parte de las víctimas una explicación que le dé un sentido a lo que les ha pasado o les está pasando. Esta imposibilidad de encontrar un sentido a lo vivido es el resultado del carácter de doble vínculo que tienen los malos tratos infantiles, es decir, la paradoja monstruosa de ser dañados por aquellos que les dieron la vida y que tendrían que amarles, cuidarles y protegerles ."
Señala también con un excelente ejemplo que los traumatismos psíquicos son comparables a los traumatismos físicos,pero existen diferencias.Por ejemplo, si un niño o niña sufre múltiples fracturas como consecuencia de un accidente de tráfico tiene mucho dolor y estrés, pero el niño/a puede explicarse e integrar la explicación que le brinda un tercero sobre el accidente. El niño puede entender por qué sucedió, cómo ocurrió, quien es el responsable, etc. El niño sufre, pero no queda traumatizado.
En el caso del traumatismo psíquico, las agresiones que lo provocan, como los malos tratos, producen también estrés, sufrimiento y dolor, pero la diferencia estriba en que es mucho más difícil para los niños darle un sentido y elaborar esas agresiones.
Añade Jorge Barudy “cuando el traumatismo se produce, tiene un impacto en las diferentes áreas de la personalidad del niño. Las consecuencias pueden ser consideradas como trastornos o mecanismos adaptativos. Esto último corresponde a los mecanismos de defensa que el niño desarrolla para hacer frente al dolor. De estas consecuencias podemos citar:
  • En el área afectiva: Trastornos de la empatía, Trastornos emocionales, Trastornos de la autoestima
  • En el área cognitiva: Trastornos cognitivos ,  Trastornos disociativos, Trastornos de la identidad 
  • En el área conductual: Conductas autodestructivas, Violencia hacia los demás 
  • En el área relacional:Trastornos del apego o de la vinculación. Trastornos en la capacidad de reflexión ética (El hecho de que sean los adultos quienes provocan daño, hace que el modelo ético que recibe y aprende el niño esté condicionado por esa experiencia).

En el caso de Rosana, el daño causado por los malos tratos le llevan a adoptar un mecanismo de defensa a través de la negación de su propia realidad: la disociación. Cuando le preguntas por su madre, convencida y con una sonrisa enorme dice que es muy buena y guapa, que la quiere mucho, que si no la ve (porque la mandó a vivir con un familiar hace bastantes semanas y ni siquiera la llama) es porque está muy ocupada. Esto no es mentir. Es mucho más que inventarse una historia bonita. Es protegerse del dolor de no ser querida.
Los niños funcionan asociando e integrando sus experiencias. Al mismo tiempo, para hacer frente al dolor y al sufrimiento, tienen la capacidad de disociarse: eliminar áreas de su experiencia e hipertrofiar otras. Todos tenemos esa capacidad para disociarnos, pues así podemos no estar permanentemente conectados a experiencias o vivencias dolorosas para poder disfrutar de aspectos agradables o positivos de nuestra vida.

Si la vida pudiera ser tan fácil como apretar un botón y desconectar por un tiempo de lo que nos daña, podríamos ser más felices. Pero en tanto no se invente la máquina o fórmula que consiga esto, solo nos queda a todos y cada uno de nosotros apoyar a niños como Rosana para promover sus recursos resilientes, protegerles de contextos maltratantes mediante los mecanismos que tengamos al alcance para acabar con su sufrimiento y ayudarles a integrar su historia como víctimas de una situación injusta que no tendrían que haber vivido haciéndoles sentirse dignos de amar y ser amados y capaces de afrontar el futuro con esperanza y fortaleza....y ayudar a sus padres y madres a aprender a quererles y cuidarles con buenos tratos.
Y en respuesta a la pregunta inicial...todos los niños y niñas rechazados por sus padres o madres que yo he conocido no solo les quieren, sino que les adoran, les necesitan y no soportan que alguien habla mal de ellos/as, sintiendo un enorme dolor por la ambivalencia de sentimientos que despierta el sentirse rechazados, aunque su conducta sea atribuida por los adultos de forma errónea al no escuchar su voz interior.

martes, 8 de julio de 2014

Rómulo, la esperanza resiliente (o el poder de los contextos)

¿Recordáis a Rómulo? Es el rinoceronte blanco que vivía en el Bioparc de Valencia, quien tras haber estado en un circo 11 años y otros muchos más en un pequeño habitáculo de un zoo, generó una estereotipia que le hacía andar en círculos de manera continuada. Él fue el protagonista de dos de las entradas de este blog, una de ellas en las que os hablaba de la "Resistencia resiliente: ¿porque no se suelta el elefante encadenado de Jorge Bucay?" o lo que es lo mismo, de los mecanismos de defensa y adaptación al medio ante situaciones adversas y de la posibilidad de explorar nuevas formas, de romper con patrones fijados y aprendidos, de "romper cadenas" que atan a un pasado doloroso. En la segunda entrada, que tenía por nombre "Del "yo tengo un problema" al "yo soy un problema" hay un paso...o muchos círculos", os hablaba con tristeza de las dificultades de adaptación de Rómulo a su nuevo hábitat y cómo los responsables del mismo habían decidido desterrar al rinoceronte a una reserva natural porque impedía el apareamiento de los otros de su especie.

Dejó (al menos para mí) un amargo sabor a fracaso esa noticia. Lo que se suponía el mejor entorno para un rinoceronte que había pasado toda su vida donde vueltas  se transformó en una derrota. Y no sólo eso, sino que su mera presencia suponía un impacto negativo en los otros (una vez más, con las mejores intenciones se obtienen los peores resultados) . La nueva vida que se le ponía por delante supongo que tenía tintes igualmente derrotistas: "dejemos que viva los años que le queden solo y aislado en una reserva de Sevilla pero que al menos no moleste..."

Pues bien, hoy he recibido con mucho agrado un correo de una compañera con la que compartí en un curso la historia y el video de Rómulo. Y me encontré con una agradable noticia que esta compañera quiso compartir conmigo ( y yo con vosotr@s): ¡Rómulo ya no de vueltas y se encuentra estupendamente en la reserva donde vive!
 
Según comenta una antigua cuidadora de Rómulo de cuando vivía en el Zoo de Valencia,  había ido a visitarle a Sevilla encontrándose con la grata sorpresa de que el rinoceronte había abandonado su estereotipia y se encontraba feliz en su nuevo hábitat. Incluso en una entrada que circula por la red (si quieres leerla pulsa aquí) decía la antigua cuidadora que la reconoció y se dejó acariciar por ella. Decía, según sus palabras, que habiendo estado acostumbrado a un trato cercano con humanos durante todo el tiempo que estuvo en el zoo, al pasar al Bioparc y con el fin de respetar al máximo las características de un entorno natural, el contacto con personas estuvo restringido, mientras que  ahora nuevamente volvía a tener más contacto con sus cuidadores, era cepillado, se dejaba rascar las orejas como antaño....¿serán los afectos explícitos los responsables del cambio?
 
Luego, la esperanza es posible. Pero el entorno por sí mismo (el hecho de que existan árboles, vegetación, espacios abiertos, etc.) no garantiza el éxito. Ha de darse algo más. Y lo mismo pasa como señalaba en las entradas anteriores con los niños y niñas acogidos o adoptados. La medida de protección por sí misma no es sinónimo de adaptación. Hace falta calidad de relación, vínculo, afecto.
 
Coincide además en el tiempo que hace unos días se produjo el cese de un acogimiento de un niño cercano a mi entorno. Tras muchos años de acogida las circunstancias se hicieron insufribles para todos pero principalmente para él, no encontraba su lugar y cada vez se veía más y más alejado de la familia con la que convivía. Cuando el dolor es grande, y el suyo lo es, se llega a justificar todo lo que el adulto responsable de su cuidado hace, transformando, interpretando la información para digerirla mejor. No estoy triste por el cese del acogimiento, más bien al contrario. El entorno estaba resultando asfixiante y antes de acabar injustamente en el sistema judicial cumpliendo una medida, es mejor rescatar y ubicar a este chico en un lugar más adecuado, con nutrientes afectivos sanos, con miradas de aprecio por lo que es y lo que vale. Difícil, eso también. Una nueva etapa tras un nuevo fracaso, pero lo importante es continuar buscando lo mejor. La felicidad no se busca, se encuentra y él encontrará un sitio donde ser feliz.
 
Fue bonito mientras duró el tiempo que pude estar con él  y conocer su interior, mucho más rico y maduro de lo que sus actos o palabras desprendían. Cuando uno no tiene un lugar donde sentirse que forma parte no existe, y no hay nada peor que no ser ni sentir. Quizás la vida le depare como a Rómulo un nuevo hábitat donde estar mejor, donde sentirse más reconocido y querido (qué importante es esto). Dice una frase que encontré por ahí: "Sé como un iceberg, cuando la mayor parte de ti se encuentre hundida, siempre habrá una parte que salga a flote". Lo que tengo claro es que sea cual sea su nuevo entorno, sus capacidades personales harán emerger rayitos resilientes que brillarán y que en su camino podrá encontrar personas que le acompañen para darle un nuevo sentido a su historia. Como Rómulo, resiliente esperanzado.
 

jueves, 3 de julio de 2014

Checking parental

Leyendo uno de esos libros que ayudan a padres y madres en la educación con los hijos (con el que no comparto todas las pautas que se ofrecen, pero reconozco que algunas de ellas son buenas), esta tarde he reparado en dos cuestiones que aparecen en el libro "Ansiedades y miedos" de John Pearce (Ediciones Paidós Ibérica) y quiero trasladaros. La primera tiene que ver  con la superación de miedos y fobias, mientras que la segunda habla de cómo fortalecer la confianza del niño o la niña, pero no es de esto de lo que quiero hablar en sí mismo, sino de la respuesta parental.
 
En relación a los miedos nocturnos, el autor, después de contextualizar los miedos como un aspecto evolutivo que es corriente encontrar en las diferentes etapas de la infancia y que  son diversos y cambiantes, refiere un  párrafo que me ha llamado poderosamente la atención y que os transcribo:
 “Muchos padres hacen grandes esfuerzos por demostrar que un miedo imaginario no es real. Por ejemplo, miran en el ropero para demostrar que allí no hay ningún ladrón o miran debajo de la cama para probar que no hay ningún monstruo escondido. Por desgracia estas cosas transmiten el mensaje de que existe la posibilidad de que pudiera estar allí, porque si no ¿por qué iban a estar mirando? . De igual manera, dejar una luz encendida transmite también ese mensaje erróneo. La luz no tranquiliza necesariamente al niño porque le transmite la idea de que la oscuridad es peligrosa. Así que las actuaciones de los padres para tranquilizar a sus hijos pueden en realidad provocarles todavía más ansiedad”.
 
Pensando en ello…es bien cierto que los adultos transmitimos a los más pequeños mensajes ambiguos. Por ejemplo, si una madre separada de su ex le pregunta al niño cuando llega de estar con su papá ¿Qué tal hoy?¿Tu padre te ha castigado/pegado)?... dará por hecho según la lógica infantil que, atendiendo a la probabilidad, el castigo paterno puede llegar en cualquier momento (¿si no por qué se lo iba a preguntar su madre?) e incluso hacer que esté más nervioso por ello y motivar el tan esperado castigo.
 
¿Cuántos mensajes subliminales mandamos a los niños y niñas a través de frases y gestos que recogen como esponjas? ¿Sabrías identificar algunos de los que tú mismo/a lanzas? Yo tengo uno que me ha acompañado siempre. Desde bien pequeña en casa nos despedíamos (y aún se sigue haciendo) con una frase omnipresente:” Hasta luego. Ten cuidado”. ¿Cuidado de qué? ¿O de quién?. Como si no estuviera permitido bajar la guardia y hubiera que cuidarse permanentemente de peligros reales (que los hay)pero también potenciales (y estos son más numerosos en la mente de una madre preocupada y sobreprotectora como la mía).Y si no se baja la guardia, al menos un poco, la exploración y conquista del mundo no se realiza de forma saludable y adecuada.
 
Y luego están los mensajes contradictorios que los adultos ofrecemos:
-“Tú no tienes que pegar…pero si te pegan defiéndete dándole tú” ¿?¿?¿? No lo he entendido nunca. Pero ¿se pega o no se pega?¿hay veces que no se puede pegar por nada del mundo (sobre todo si el que recibe es de los tuyos) y otras que si?
 
-“!Que te he dicho que no se chillaaaaaa en esta casa!!!"(con ojos desencajados de rabia y las manos en tensión).  “Quítate de ahí que me tiznas, le dijo la sartén al cazo”…¿se prohíbe o recrimina lo que uno mismo hace?.
 
La otra idea que quería compartiros del texto que he leído y que tiene que ver con el fortalecimiento de la confianza es:
La confianza en uno mismo no se puede desarrollar basándose solamente en los elogios. Son el éxito y el logro lo que refuerza la autoconfianza y esto sólo puede ocurrir si tu hijo ha he hecho realmente algo. En otros términos, la autoconfianza proviene de la acción y de la actividad, de intentar hacer más cosas que de evitar situaciones y permanecer pasivos”.
 
Parece  que nos lo sabemos…pero seguimos elogiando mucho los saberes y buenas prácticas de aquello que se mueve en el terreno de lo seguro y  lo cómodo, pero... ¡cómo cuesta dejar que caminen y caigan solos/as! Sigo hablando con madres y padres que no facilitan que sus hijos crezcan de manera autónoma. Hacen las cosas por ellos, pero les critican porque no las hacen (típico de hijos/as adolescentes que no "saben" recoger la ropa, limpiar el cuarto, etc.). O si  son un poco más pequeños , les dan de desayunar porque si no es así llegan tarde al colegio (protestan porque no se toma solo/a la leche, reniegan, maldicen...pero se la dan).
 

En conclusión, y a modo de reflexión compartida, resumiendo las dos frases con otra de Oscar Wide que ya ha salido en alguna otra ocasión en el blog podemos decir que: "CON LAS MEJORES INTENCIONES, MUCHAS VECES, SE OBTIENEN LOS PEORES RESULTADOS".  Poco ayudamos a los más pequeños si no nos paramos a pensar y chequear si los mensajes que transmitimos son coherentes, si se hace lo que se dice y se dice lo que se piensa.

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