martes, 24 de diciembre de 2019

Cuento de Navidad

Una nueva Navidad. Nuevamente momentos para el reencuentro entre familiares, la alegría de compartir ratitos con amigos, disfrutar de las luces y demás  adornos navideños. Y, como no, hacer balance de cómo nos ha ido el año, de lo rápido que pasa el tiempo y de los deseos y propósitos para el Nuevo Año que ya asoma por la esquina.

Como otros años quisiera dedicar una entrada para desearos unas Felices Fiestas pero también para que reflexionemos juntos con un precioso cuento de Jorge Bucay, que nos habla de la Navidad pero sobre todo de lo verdaderamente importante en estas fechas y siempre: el amor incondicional de los niños y niñas hacia sus padres.

"Jorge Bucay. Cuento de Navidad

En una casa más o menos humilde de un país cualquiera vivía una familia compuesta por el matrimonio y sus dos hijos.  Juan, el hijo mayor de 24 años, casi abogado y Priscila, la pequeña de apenas 4 añitos.  

Al acercarse la Navidad el padre había comprado un rollo de cinco metros de papel metalizado para poder envolver los regalos antes de ponerlos en el modesto arbolito, armado desde principios de Diciembre en la entrada de la casa.  El 23 en la noche, el hombre se decidió a empaquetar los regalos, más simbólicos que valiosos, para Nochebuena.  Qué desagradable sorpresa fue encontrar en el estante del ropero, el tubo de cartón donde venía enrollado el papel metalizado, desnudo de los cinco metros del costosísimo papel de envoltura.

El dinero era bastante escaso en la familia y posiblemente por eso, a pesar de lo avanzado de la hora, el señor explotó de furia y mandó a llamar a su familia para ver quién había utilizado el papel que él compro para los regalos.  La pequeña Priscila apareció con la cabeza gacha para decirle a su padre que ella lo había usado.

-¿Pero no te das cuenta que ese papel es muy caro y que tu papa tuvo que trabajar varios días para comprarlo?; ¿Podrías decirme para qué tontería usaste el papel metalizado?   

La niña salió corriendo y regresó con un paquete del tamaño de una caja de zapatos, envuelta con varias capas del costoso papel, ahora arrugado e inutilizable.

-¿No te dijo tu madre que no debes tocar las cosas de los mayores para tus juegos? ¿Cómo se te ocurre envolver esa caja con cinco metros de papel dorado?

-Es un regalo de Navidad, papá- dijo Priscila- para el arbolito.

-¿Y se puede saber para quien es este regalo tan valioso como para usar todo el rollo de papel en envolverlo?

– ¿Y para quien va a ser?, para vos, papá.

El hombre se enterneció y abrazándola le pidió disculpas por los gritos. Como nos sucede a todos, con el regalo en las manos quiso saber qué contenía y le pidió a la pequeña permiso para abrirlo.  Poco después el hombre volvía a explotar:

-Cuando das un regalo a alguien se supone que debe haber algo adentro. ¿Usaste ese papel para envolver una caja vacía?

A la pequeña se le llenaron de lágrimas los ojos y dijo:

-Es que la caja no está vacía, papá, yo soplé adentro cincuenta y ocho besos para vos.

El padre alzó a la niña y le suplicó que perdonara su ceguera y su ignorancia. Dicen que el hombre guardó para siempre la caja debajo de su cama y que siempre que se sentía derrumbado, abría la caja y tomaba de ella un beso de su hija. Esto lo ayudaba a recuperar la conciencia de lo que era importante y de lo que sólo eran tonterías."


Que nunca os falten besos que recibir de vuestros hijos e hijas.

Que siempre seáis capaces de dar el afecto y amor incondicional que los niños y niñas merecen. 

     ¡Feliz Navidad!



martes, 8 de octubre de 2019

Aprender no es fácil cuando sobre-vivir se convierte en la principal asignatura

Primavera, verano,otoño, invierno. Enero, febrero, marzo, abril...1,2,3,4.... Pareciera que todo sigue un curso, un ritmo, una secuencia que se repite. ¿Todo?¡Quizás no todo! Lo que los y las docentes esperan cada nuevo curso escolar podría seguir algo parecido a lo anterior. Llegan los y las alumnos/as en septiembre, después de unas largas e intensas vacaciones y, a la vuelta de un par de semanas, todos funcionando de nuevo a ritmo de ejercicio de Mates, el ciclo del agua y tres vueltas corriendo por el patio,  que harán que la rutina y la marcha escolar se instale hasta la próxima pausa en Navidades, Semana Santa, y...otra vez el esperado final del curso y vuelta a empezar.

Pero no termina aquí la historia. Un momento. Me he perdido algo. O mejor dicho ¡se ha perdido un niño o niña que, no sabemos por qué, no se ha enganchado al tren de la marcha escolar!.

Pero es que, además, no es que no se haya subido al Ave (tren de alta velocidad/capacidad), ni al de Media distancia (ese en el que el profe sienta al niño o niña cerca de su mesa para "supervisarle" más de cerca). Tampoco se sube al tren de Cercanías (donde los y las profes de Pedagogia Terapéutica o de apoyo se sientan en la butaca pegados a él o ella).

¡Pues no me sé más trenes! Bueno si, me se uno. ¡El Metro!. Ese en el que la ruta no está fijada de antemano, sino que puedes bajarte en cualquier parada. Ese que a menudo requiere hacer trasbordos que llevan su tiempo y su esfuerzo porque hay que caminar más hasta llegar del vagón del primer tren al del otro. Ese que tiene diferentes tramos y que es difícil predecir para el que observa desde fuera, para el docente, cual va a ser su recorrido


Y es que con determinados niños y niñas no hablamos de diferentes capacidades, ni aptitudes ni siquiera motivaciones. Hablamos de necesidades. De unas necesidades que responden a condicionantes en su biografía que, por efecto de la exposición temprana a la adversidad, han visto como su neurodesarrollo se ha visto comprometido. Niños y niñas, muchos de ellos adoptados o en acogimiento. También los hay que siguen viviendo con sus padres en contextos unas veces desfavorecidos o otras poco favorecedores. Niños y niñas que han aprendido lo difícil que es aprender cuando las reglas del juego comprometen su capacidad para tolerar frustraciones, exigencias que no se pueden cumplir o....simplemente sentirse aceptado y querido por los otros.

Nuestro cuerpo está programado para preservar nuestra seguridad y supervivencia. Para ello disponemos de un sistema de respuesta que, ante cualquier estímulo que sea interpretado como amenazante, es decir, que ponga en peligro nuestra seguridad y supervivencia, se prepara para actuar de forma automática. Podemos huir, luchar o, cuando la huida física resulta imposible, pasar a un estado de inmovilidad física y de huida o rendición psicológica (congelado como un ciervo ante los faros de un coche apunto de atropellarle).

¿Y qué tiene que ver todo esto con lo que poníamos al principio del post de las secuencias y ritmos y con los trenes? Pues que para muchos y muchas niñas expuestos a adversidad temprana que han desarrollado modos de adaptación para integrar experiencias traumáticas, el recorrido por la red que representa el sistema escolar no es fácil. Sus vías han sido modificadas para recorrer un camino para el que a veces no están preparadas. Nadie está preparado para sentir que no le quieren, ni le valoran y mucho menos que esto venga de quienes te tienen que cuidar y dar seguridad.

El estrés modifica el cerebro y por tanto la mente. Los síntomas o indicadores como consecuencia del maltrato (muy presentes en el contexto escolar) son la manifestación visible del daño producido en las estructuras cerebrales. No hablamos de disfunciones, hablamos de anormalidades morfológicas porque el cerebro ha sido transformado ante la exposición al maltrato, modificando así su funcionamiento para adaptar su respuesta al estrés.

Encontramos pues, siguiendo el símil del tren, alumnos y alumnas que parece que sobre "sus vías" hayan derramado una especie de líquido aceitoso que le hace descarrilar y no tener control sobre sí mismo. Y por ello, cual tren descarrilado, tiene una y otra vez dificultades con sus compañeros y profesores con los que muestra una actitud hostil, beligerante, invasiva. Se mueve excesivamente, molesta.

También podemos encontrar otros y otras que parecen dirigir su tren a trompicones, con paradas continuadas como si sobre sus vías hubiese multitud de piedras que le impiden avanzar, frenando una y otra vez. Son esos alumnos y alumnas que no logran avanzar en sus tareas, que requieren una atención casi continuada, en ocasiones de forma empalagosa con excesivos halagos y búsqueda de atención.

Pero también tenemos alumnos y alumnas que, sin saber porque, hacen un cambio de via, como si se alejaran de la ruta dispersándose, tomando una vía alternativa. Me refiero a esos alumnos y alumnas que se disocian, que como se dice coloquialmente "están siempre en las nubes o en su mundo".


La escuela es en muchas ocasiones un entorno amenazante. Como dice Joan Lovett, " los niños son extremadamente vulnerables a los acontecimientos traumáticos y experimentan como amenazantes muchos sucesos que son normales y corrientes para los adultos". Para desarrollarse de forma sana necesitan estar convencidos y hacer propias creencias del tipo "soy digno de ser querido, soy valioso, merezco que me cuiden, estoy seguro". Un hecho insignificante como una caída en el recreo, una reprimenda del profesor, un gesto amenazador de un compañero, pueden privarle de esas creencias, dado el funcionamiento de su sistema nervioso en estado permanente de alerta, lo cual tambalea la sensación de seguridad, por lo que su conducta será como si no estuviera seguro, no fuera valioso o digno de ser querido. Es decir, descarrilado, parado o desviado mentalmente a otro destino.


Ayer leí una frase de Anna Forés que decía: "El estrés es malo para aprender. Si en clase tenemos alumnos estresados no están para aprender, están para sobrevivir". Y sobrevivir no es una asignatura fácil de aprobar. Solo una visión clara y comprensiva, con apertura de miras y la sensibilidad necesaria para detectar estas necesidades, siendo tutores de resiliencia en la escuela, podrá ayudar a los y las docentes a impartir la mejor asignatura: la aceptación incondicional de sus alumnos y alumnas a través de una autoridad calmada y afectiva.

domingo, 3 de febrero de 2019

Orientaciones acerca del uso de las pantallas en niños y niñas





 Si tuviera que decir una preocupación que es el denominador común de la mayoría de los padres y madres con los que trabajo es lo difícil que les resulta el manejo de los tiempos en relación al uso de las pantallas (videoconsolas, televisión, tablets, móviles). Sus hijos e hijas nunca tienen bastante. Por no decir, las discusiones sin fin acerca de qué tipo de juegos (está causando furor algunos de ellos totalmente inadecuados para un cerebro en formación, con violencia totalmente explícita),arguyendo el tan famoso "es que todos los tienen y yo no"


La epidemia del siglo actual no viene en forma de tos y fiebre. Son alarmantes los datos que recogen las estadísticas sobre los y las adolescentes que han generado adicciones tecnológicas, tanto o más preocupantes que las adicciones a sustancias. Recientemente en la ciudad en la que vivo se celebraron unas jornadas de prevención en la que la concejala la Sanidad y Salud decía: "el juego es cada vez más temprano y adictivo entre los jóvenes". Palabras sabias basadas en la evidencia, igual que el consabido eslogan "fumar mata" pero el consumo de tabaco sigue estando ahí en cifras desorbitadas.

Conclusión: tenemos un problema. Algo que es bueno, como son las (nuevas) tecnologías, mal usadas se están convirtiendo en fuente de placer para unos (los y las niños y adolescentes) y en fuente de conflicto y preocupación para otros (padres, madres y educadores/as), tanto por las consecuencias que generan su uso-abuso como por las dificultades en la convivencia familiar. 

En esto, como en todo, hay un principio. De repente no tenemos un adolescente enganchado en casa o a una niña de 10 años que sube fotos en Instagram.  Cuestión de educación, de hábitos, de normas y límites. Los niños y niñas que hoy tienen 3, 5, 7, años...se enfrentan a un mundo digital tan lleno de posibilidades como de riesgos. El mayor riesgo es dejar de ser niños y niñasdejar de pensar como han de pensar los niños y niñas conforme a la naturaleza de sus cerebros que la naturaleza ha provisto (y no de los estímulos e información inadecuada e incapaz de poder ser procesada adecuadamente), y dejar de jugar a lo que siempre han jugado los niños y las niñas por centrar su tiempo y atención en aparatos diversos. Algo hay que hacer.


Por eso, cuando una mamá me pidió que yo valorara unas normas que ella entendía que podría ayudar a que sus hijos usaran de manera adecuada las pantallas, me pareció que eran muy interesantes y le pedí que me prestara esas ideas para desarrollarlas un poco, añadir alguna cuestión más y poder compartirlas en una entrada.

Estas orientaciones en principio irían dirigidas a padres, madres y educadores/es de niños y niñas de 2 a 12 años (antes de esa edad existen profesionales médicos, entre ellos la Asociación Americana de Pediatría que desaconsejan su uso). Ni están todas las que son (o deberían ser) ni pretenden ser dogma para nadie, sólo reflexiones que pueden ser compartidas (o no):

  • En relación a los contenidos:
1. Programas o contenidos de tipo informativo: Videos cortos que explican cosas del tipo de "cómo se hace" (experimentos, manualidades, papiroflexia, etc), o algún otro contenido que fomente su curiosidad a partir de situaciones reales, es decir, que les facilite herramientas para promover la creatividad o ideas para desarrollar su capacidad de razonamiento.

2.     Programas infantiles o dibujos animados o juegos interactivos que previamente los adultos hayamos comprobado que son adecuados, es decir "relatos" o historias que no sean contrarios a los valores que se pretenden transmitir en la familia. Quedarían fuera  programas que sexualizan a niños o niñas desde pequeños o las series dirigidas a personas adultas;  o aquellos otros donde la figura del mujer  o niña aparece sometida o humillada al poder masculino; o programas o viodeojuegos excesivamente violentos  donde la única trama es la conquista o dominación; o programas que desautorizan a las personas adultas bien porque las ridiculicen o bien porque las muestren comportándose de una manera inmadura y poco responsable (como ocurre en algunos dibujos animados bien conocidos).

  •  En relación a los tiempos:
1.     No tener la TV encendida como "música de fondo" todo el tiempo y que tengan acceso de manera indiscriminada a cualquier cosa: telediarios, concursos tipo reality sohw,  programas de “cotilleo”, etc. La mente de los niños es fácilmente influenciable con la información que proviene de los informativos, en los que en numerosas ocasiones se informa de tragedias, desdichas y desgracias varias. De hecho, en buena medida contribuyen a la creación y mantenimientos de miedos que, aún siendo evolutivos algunos de ellos (como el miedo a la muerte o a que pase algo a la familia) se cronifican al ser reforzados con la cantidad de muertes, accidentes y peligros de los que se informan. De igual modo, los reality show muestran que todo puede ser exhibido, que no hay lugar para la intimidad y además, se presencian formas de comunicarse y resolver situaciones de convivencia en muchas ocasiones de hostilidad, insultos y otras lindes. Los programas de cotilleo, por su parte, no aportan a los niños y niñas ninguna información de interés, ni cultural, ni de ocio sano, sino más bien la intromisión en la vida de las personas.

2.     En cuanto a los tiempos, y teniendo en cuenta como hemos dicho antes que no valen todos los contenidos, y con independencia de que sea en la TV, tablet o movil , no más de 3 o 4 capítulos o jugadas, nunca más de hora y media seguidas en el caso de los/las más mayores, mucho menos en los/las pequeños/as a los que no se debería dejar más de una hora. Obvia decir que los videojuegos no deben interferir las rutinas y hábitos saludables de los niños y niñas, por lo que dado que entre tareas, rutinas, juegos con otros niños/as, etc., tendrían que estar restringidos a los fines de semana.

3.     En el coche al viajar, NO acostumbrarles a coger las pantallas en todos los trayectos, solo cuando el viaje dure más de 30 minutos. El poder adictivo de los videojuegos engancha de una manera increíble, de tal forma que se convertirá pronto en un hábito que, además de ir sumando el tiempo de exposición a las pantallas, va en detrimento de las relaciones interpersonales.

4.     En el caso de las películas, que tienen una mayor duración, por supuesto no vamos a demonizar su visionado cuando estas pueden ser una herramienta pedagógica muy útil, pero no podemos encadenar una tras otra. Cuando se termine la película se pedirá al niño o niña que cambien de actividad. Con ello no sólo les educamos en el buen uso y evitamos adicciones, sino que también estamos educando en la tolerancia a la frustración problemática que se encuentra a la base de todos y casi todos los problemas de conducta.

5.     Las pantallas NO deben ser utilizadas en forma de “chantaje” para que se porten bien, no son una alternativa al buen comportamiento. ¡Ceder por parte del adulto para no oírles llorar o para que se callen cuando nos interrumpen les lanza el mensaje de que es posible conseguir un ratito más de Tablet o de TV, solo hace falta que el medio que utilizan como moneda de compra (llanto, gritos, interrupciones) cobre más fuerza!.

6.  Tampoco deben ser utilizadas para distraerlos ante una frustración, decepción o algún otro estado emocional que no están sabiendo gestionar. El precio es caro pero lo peor no es la dependencia en sí que se puede gestar. Lo peor es el aprendizaje de asociar la calma ante el estrés, enfado o frustración a la “administración de la pastilla virtual”, es decir, a la tranquilidad que le proporcionan las máquinas y no el buscar la seguridad en el adulto, la reflexión y el autoconocimiento.

7.     Nunca para irse a dormir o al despertarse. Las pantallas no deben ser ni lo primero que vean al levantarse ni lo último que utilicen antes de irse a dormir. Para inducir el sueño se aconseja realizar actividades tranquilas que inviten al cuerpo y a la mente a dejarse llevar por el sueño, como por ejemplo contar un cuento o charlar acerca de cómo ha ido el día.

  •   En relación a los contextos:
1. En compañia de alguna persona adulta. Dos son los conceptos claves que SOLO LOS ADULTOS deben tener en cuenta: Supervisión y límites. La primera por lo que ya hemos comentado, los segundos porque los niños y niñas no entienden de tiempos cuando están embelesados ante una pantalla y siempre quieren más.

2.     Dar pie a que se pueda comentar juntos/as lo que se ha visto al terminar el visionado de un programa de televisión o un juego. Aunque vivimos en la era de la información, lo cierto es que ni ha habido ni habrá mejor información que la que proviene de un padre, madre o tutor/a sensible, atento y disponible ante la curiosidad o el interés de un niño o niña por un tema. Las pantallas pueden ser herramientas. Los adultos somos los técnicos de la información que enseñan a emplearlas adaptándolas a la edad cronológica y mental (que no siempre van parejas).

3.     El uso de los aparatos debe respetar al resto de personas con las que se comparte el  espacio, es decir, el volumen no muy alto, pactar lo que se va a ver para que no siempre salga ganando una de las partes, negociar el reparto del espacio en el sofá, etc.

Obviamente esto no son más que reflexiones acerca de lo que sería recomendable en cuanto al uso de las pantallas de niños y niñas de 2 a 12 años  y por supuesto habría muchas más cosas a tener en cuenta. 

Algunas otras recomendaciones realizadas por la Asociación Española de Pediatría y la Policía Nacional son las que se recogen en esta imagen:




Como reflexión final yo acabaría esta entrada con dos frases para invitaros a seguir pensando:


          LAS PANTALLAS NO SON JUGUETES

          ELLOS PIDEN, TÚ DECIDES

domingo, 13 de enero de 2019

¿Y si te dijera que los y las adolescentes son como los salmones, espíritu de la contradicción?


Esta semana he hecho un máster en adolescencia. Y no es que haya asistido a una de esas formaciones de expertos en el tema que a partir de estudios e investigaciones elaboran modelos explicativos de esta etapa de la vida. He recibido los aprendizajes de la mano de sendos/as protagonistas, autores y productores: adolescentes con los que intervengo desde el servicio en el que trabajo desde hace más de dieciocho años. 

No es que me hayan enseñado nada nuevo (o si, no sé), lo cierto es que más bien parece un insight (un insight es un término utilizado en psicología proveniente del inglés que se puede traducir al español como "visión interna" o más genéricamente "percepción" o "entendimiento". Mediante un insight la persona "capta", "internaliza" o comprende, una "verdad" revelada).

Quien me conoce sabe bien -porque lo digo siempre- que mi debilidad son los y las adolescentes. Cuanto más “chungos/as” más me gustan. Mi experiencia profesional está llena de bonitas relaciones basadas en el respeto, comprensión y empatía mutuas, entre ellos/as y yo. Jamás he vivenciado una situación de falta de respeto hacia mi persona, ni una salida de tono, pese al extenso curriculum de problemas conductuales de muchos de ellos/as a nivel escolar y familiar. Pero esta semana, no sé si porque yo he estado más receptiva o por otro desconocido motivo, HE COMPRENDIDO un poco más a los y las adolescentes.

Podríamos resumir este “master exprés experiencial” en mis sesiones esta semana con tres de los/as adolescentes con los que tengo la suerte que trabajar. 

Comenzaré compartiendo una metáfora de la adolescencia de la que me he apropiado y tomado prestada: LOS Y LAS ADOLESCENTES SON COMO LOS SALMONES.

No lo digo yo, me lo dijo un/una (guardemos su anonimato) adolescente esta semana. “Tengo que hacer un trabajo y está basado en una canción del grupo Seguridad Social que se titula “Soy un salmón. Me encanta este grupo y esta canción. Yo soy un salmón, el espíritu de la contradicción”, me dijo.


Ya de entrada, la metáfora prometía, ya que me explicaba que los salmones nadan contracorriente, como los adolescentes, y que ambos, se identificaban como el espíritu de la contradicción.  Sacó su móvil, compartió conmigo la letra y la melodía de la susodicha canción y sembró en mí no solo la admiración por tan bonita metáfora sino las ganas de seguir investigando sobre este curioso pez. 


Sobre la letra de la canción, no tiene desperdicio. Os dejo el enlace del vídeo (https://www.youtube.com/watch?v=VMTRtOwqjps) pero para los y las perezosos/as o faltos/as  de tiempo os pongo un extracto de la letra. Podréis comprobar la similitud del salmón con los y las adolescentes en esa lucha contra los riesgos a los que se encuentran expuestos/as en esta etapa de la vida, lo fácil que es dejarse llevar por la desmotivación y la desgana tirando la toalla en temas como los estudios, la incertidumbre del futuro próximo, la salida de la zona de confort de la niñez, lo atrayente de pensar y sentir diferente a los adultos…..



Ir río arriba no es fácil ni es vulgar
Muchos obstáculos que tengo que saltar
Con la certeza de hacerlo cada vez mejor

Hay pescadores a mi alrededor
Miles de anzuelos cada cual más tentador
Soy vulnerable aunque no soy fácil de pescar

Pero es tan cómodo
Dejarse llevar

Soy un salmón
Soy un salmón
Soy el espíritu de la contradicción

Soy un salmón
Soy un salmón

No es necesario echar la vista atrás
Ya sé de sobra que ahí he dejado el mar
Hacia adelante mirar no es nada alentador

A veces creo que no tengo mas opción
Al fin y al cabo solo soy un salmón
Estoy volcado
Es tan cansado
Voy a ser fuerte
Y no me dejare pescar jamás


Dicho esto, (espero que os guste la metáfora de la canción) paso a contar mis otros aprendizajes, mi insight acerca de la adolescencia, para lo cual os relataré tres situaciones vividas que me han hecho reflexionar, protagonizadas por tres “salmones dolientes” con cursos de vida escarpados, es decir, adolescentes cuyas historias de vida, por uno u otro motivo, han añadido, sumado a la dificultad de atravesar este período de vida en el que concurren cambios físicos, hormonales, emocionales y cognitivos, otro tipo de problemas relacionados con pérdidas de referentes, situaciones de maltrato físico y emocional, o negligencia por parte de los progenitores.
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  • SALMÓN nº 1: 15 años.

Situación: Después de una interesante reflexión para desmontar la aberrante legitimación de los adultos de pegar a los hijos varones con cosas como “me pega porque es mi padre”, o “porque también lo hicieron con él cuando era pequeño”, y después de apelar a la emoción del hijo que sufre el maltrato, de la catalogación como delito la utilización del castigo físico, y de no sé cuantos argumentos más….se para un momento y me dice: “¿puedo hacerte una pregunta?”, parando en seco nuestra seria e importante conversación. Paro, asiento, escucho, y me dice quitándose la zapatilla de deporte que le acaban de comprar por Reyes: “Esta mancha es suciedad o descolorido?”. Por dos segundos mi cara es un poema. No sabía si reír, reñirle porque me estaba tomando el pelo, o hacer extinción como si no hubiera escuchado nada. Superado el desconcierto hice lo que tenía que hacer. Cogí la zapatilla porque me la ofrecía tendiéndomela con su mano, observé la mancha y le dije que para saber qué era esperase a que yo fuera al baño y con papel higiénico y un poco de jabón comprobásemos la permanencia o desaparición de la mancha. Por cierto, se fue, la mancha tenía solución. A partir de ahí continuamos la conversación con la escucha e interés aumentados.

Aprendizaje: “Lo que es importante para él o ella no tiene porque ser LO MÁS IMPORTANTE para mí en ese momento, pero no por ello ha de dejar de darle respuesta”. Axioma número 1. Por tanto, atendamos a las demandas sin cuestionar desde nuestra propia referencia, no tenemos porqué compartir la escala de cosas importantes.
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  •    SALMÓN Nº 2: 15 AÑOS

Situación: Llamada por mi parte para cambiar la cita de un día para el siguiente. Tras el saludo inicial y la explicación del motivo del cambio e interesarme por cómo iba todo de una manera casi retórica (a los dos días iba a saber con detalle cómo iba todo porque tendría una sesión), mi “salmón nº 2” me pregunta: “¿Y tú como estás?”. No entendía bien. Le respondo: “No te he oído, qué me decías?”, “¿Qué tú como estás?”, repitió con voz dulce y apuesto que con una sonrisa en su cara. Desconcierto por mi parte. No estoy acostumbrada a que me pregunten como estoy los y las adolescentes en general (aunque alguno lo hace cuando me ve antes de entrar en la sesión). Me costó unos instantes reaccionar y responderle que estaba bien y que me había alegrado la mañana interesándose por mí.

Aprendizaje: “Los y las adolescentes se interesan por los adultos igual o más que a la inversa, no pasan de todo y todos como suele decirse”. Axioma nº 2. El que siembra recoge, trata al adolescente como te gustaría que te trataran a tí, sea cual sea su conducta o actitud. La persona no es la conducta.


  • SALMÓN Nº 3: 16 AÑOS

Situación: Recogiendo emociones, malestar, sentimiento de desesperanza y compartiendo tareas que debía hacer en el IES, de repente saca el libro El niño del pijama de rayas, lo pone sobre la mesa y me dice: “Toma, léelo, es muy interesante, yo ya he hecho el trabajo de clase de este libro”. Paralización de nuevo. ¿qué hago?¿ le digo que ya me he leído el libro aunque hace tanto que solo recuerdo el triste final o acepto su propuesta?¿puedo aceptar yo una tarea cuando soy yo quien les prescribe a ellos y ellas las cosas que han de hacer hasta la próxima cita para avanzar en los objetivos de la intervención?. Una vez más, descoloque. Otro precioso salmón me descoloca en positivo en esta ocasión, y por las pistas que me da, para que haga algo que me ayudará a una mejor comprensión de cómo se siente. “Yo me identifico con Shamuel”, me dice. Obviamente he empezado nuevamente a leer el libro para explorar concienzudamente cómo piensa, actúa y siente ese Shamuel y mi salmón.

Aprendizaje: “A veces los salmones también tiran anzuelos para pescar a los adultos”. Axioma nº 3. Aprende a leer entre líneas, algoritmos, filigranas, ecuaciones mentales, álgebra emocional y todo aquello que necesites para comprender a los y las adolescentes aunque de inicio te parezca descabellado.


En resumen, esta semana he aprendido un montón de cosas que ya sabía pero de las que quizás ni era demasiado consciente.

Por cierto, investigando en internet sobre los salmones he aprendido cosas muy interesantes, sobre todo de lo que llaman “la carrera del salmón”. Resulta que estos peces pasan su juventud en los ríos, para posteriormente nadar hacia el mar donde se desarrollan y pasan la mayor parte de su vida adulta. Cuando han madurado regresan al río donde nacieron para reproducirse e iniciar el proceso de desove y fertilización de los huevos. Al acercarse a la época en que están listos para migrar hacia el mar los salmones jóvenes pierden sus barras de camuflaje y se someten a un proceso de cambios fisiológicos que les permite sobrevivir el paso del agua dulce al agua salada (¿no os recuerda mucho a los cambios de la adolescencia?).

Quizás lo más interesante son las teorías (no se si científicas o no) para explicar cómo realiza esa subida en la que nada contracorriente. Una de ellas dice que el salmón “ahorra energía valiéndose de los vórtices, o remolinos en miniatura, que forma el agua al chocar contra las rocas, ramas u otros objetos. Como los vórtices se generan a ambos lados de los objetos, los peces se deslizan entre las bolsas de turbulencia con movimientos ondulantes. Algunos bancos de salmones utilizan los vórtices creados por otros que nadan delante de ellos y, de hecho, navegan en su estela”. Y a mí esto me suena a tutores de resiliencia y modelado.

Otra teoría dice que el salmón ”conserva en la memoria el olor del lecho que nutrió sus primeros días y lo protegió de depredadores y corrientes agresivas y así, se orienta para regresar al lugar donde fue desovado, buscando garantizar la continuidad de su especie¿Esto no es el apego que se desarrolla en la primera infancia y la permanencia del adulto en la mente del niño-adolescente como base de seguridad?.

¡Feliz semana!.