Esta
semana he hecho un máster en adolescencia. Y no es que haya asistido a una de
esas formaciones de expertos en el tema que a partir de estudios e investigaciones
elaboran modelos explicativos de esta etapa de la vida. He recibido los aprendizajes
de la mano de sendos/as protagonistas, autores y productores: adolescentes con
los que intervengo desde el servicio en el que trabajo desde hace más de
dieciocho años.
No es que me hayan enseñado nada nuevo (o si, no sé), lo cierto
es que más bien parece un insight (un insight es un término
utilizado en psicología proveniente del inglés que se puede traducir al español
como "visión interna" o más genéricamente "percepción" o
"entendimiento". Mediante un insight la persona "capta", "internaliza" o comprende, una "verdad"
revelada).
Quien
me conoce sabe bien -porque lo digo siempre- que mi debilidad son los y las adolescentes.
Cuanto más “chungos/as” más me gustan. Mi experiencia profesional está llena de
bonitas relaciones basadas en el respeto, comprensión y empatía mutuas, entre
ellos/as y yo. Jamás he vivenciado una situación de falta de respeto hacia mi
persona, ni una salida de tono, pese al extenso curriculum de problemas
conductuales de muchos de ellos/as a nivel escolar y familiar. Pero esta semana,
no sé si porque yo he estado más receptiva o por otro desconocido motivo, HE
COMPRENDIDO un poco más a los y las adolescentes.
Podríamos
resumir este “master exprés experiencial” en mis sesiones esta semana con tres de los/as adolescentes con los que tengo la suerte que trabajar.
Comenzaré compartiendo
una metáfora de la adolescencia de la que me he apropiado y tomado prestada: LOS Y LAS ADOLESCENTES SON COMO LOS SALMONES.
No
lo digo yo, me lo dijo un/una (guardemos su anonimato) adolescente esta semana.
“Tengo que hacer un trabajo y está basado en una canción del grupo Seguridad Social
que se titula “Soy un salmón. Me encanta este grupo y esta canción. Yo soy un
salmón, el espíritu de la contradicción”, me dijo.
Ya
de entrada, la metáfora prometía, ya que me explicaba que los salmones nadan
contracorriente, como los adolescentes, y que ambos, se identificaban como el espíritu
de la contradicción. Sacó su móvil,
compartió conmigo la letra y la melodía de la susodicha canción y sembró en mí no solo la admiración
por tan bonita metáfora sino las ganas de seguir investigando sobre este curioso
pez.
Sobre
la letra de la canción, no tiene desperdicio. Os dejo el enlace del vídeo (https://www.youtube.com/watch?v=VMTRtOwqjps) pero para los y las perezosos/as o
faltos/as de tiempo os pongo un extracto de la letra. Podréis comprobar la
similitud del salmón con los y las adolescentes en esa lucha contra los riesgos
a los que se encuentran expuestos/as en esta etapa de la vida, lo fácil que es
dejarse llevar por la desmotivación y la desgana tirando la toalla en temas
como los estudios, la incertidumbre del futuro próximo, la salida de la zona de
confort de la niñez, lo atrayente de pensar y sentir diferente a los adultos…..
Ir río arriba no es fácil ni es
vulgar
Muchos obstáculos que tengo que
saltar
Con la certeza de hacerlo cada vez
mejor
Hay pescadores a mi alrededor
Miles de anzuelos cada cual más
tentador
Soy vulnerable aunque no soy fácil de
pescar
Pero es tan cómodo
Dejarse llevar
Soy un salmón
Soy un salmón
Soy el espíritu de la contradicción
Soy un salmón
Soy un salmón
No es necesario echar la vista atrás
Ya sé de sobra que ahí he dejado el
mar
Hacia adelante mirar no es nada
alentador
A veces creo que no tengo mas opción
Al fin y al cabo solo soy un salmón
Estoy volcado
Es tan cansado
Voy a ser fuerte
Y no me dejare pescar jamás
Dicho
esto, (espero que os guste la metáfora de la canción) paso a contar mis otros aprendizajes, mi insight acerca de la adolescencia,
para lo cual os relataré tres situaciones vividas que me han hecho reflexionar,
protagonizadas por tres “salmones dolientes” con cursos de vida escarpados, es decir,
adolescentes cuyas historias de vida, por uno u otro motivo, han añadido, sumado
a la dificultad de atravesar este período de vida en el que concurren cambios
físicos, hormonales, emocionales y cognitivos, otro tipo de problemas
relacionados con pérdidas de referentes, situaciones de maltrato físico y
emocional, o negligencia por parte de los progenitores.
·
Situación:
Después de una interesante reflexión para desmontar la aberrante legitimación
de los adultos de pegar a los hijos varones con cosas como “me pega porque es mi padre”, o “porque
también lo hicieron con él cuando era pequeño”, y después de apelar a la
emoción del hijo que sufre el maltrato, de la catalogación como delito la
utilización del castigo físico, y de no sé cuantos argumentos más….se para un
momento y me dice: “¿puedo hacerte una pregunta?”, parando en seco nuestra
seria e importante conversación. Paro, asiento, escucho, y me dice quitándose
la zapatilla de deporte que le acaban de comprar por Reyes: “Esta mancha es
suciedad o descolorido?”. Por dos segundos mi cara es un poema. No sabía si reír,
reñirle porque me estaba tomando el pelo, o hacer extinción como si no hubiera
escuchado nada. Superado el desconcierto hice lo que tenía que hacer. Cogí la
zapatilla porque me la ofrecía tendiéndomela con su mano, observé la mancha y le
dije que para saber qué era esperase a que yo fuera al baño y con papel higiénico
y un poco de jabón comprobásemos la permanencia o desaparición de la mancha.
Por cierto, se fue, la mancha tenía solución. A partir de ahí continuamos la
conversación con la escucha e interés aumentados.
Aprendizaje:
“Lo que es importante para él o ella no tiene porque ser LO MÁS IMPORTANTE para
mí en ese momento, pero no por ello ha de dejar de darle respuesta”. Axioma
número 1. Por tanto, atendamos a las demandas sin cuestionar desde nuestra propia
referencia, no tenemos porqué compartir la escala de cosas importantes.
·
Situación:
Llamada por mi parte para cambiar la cita de un día para el siguiente. Tras el
saludo inicial y la explicación del motivo del cambio e interesarme por cómo iba
todo de una manera casi retórica (a los dos días iba a saber con detalle cómo
iba todo porque tendría una sesión), mi “salmón nº 2” me pregunta: “¿Y tú como
estás?”. No entendía bien. Le respondo: “No te he oído, qué me decías?”, “¿Qué
tú como estás?”, repitió con voz dulce y apuesto que con una sonrisa en su cara.
Desconcierto por mi parte. No estoy acostumbrada a que me pregunten como estoy
los y las adolescentes en general (aunque alguno lo hace cuando me ve antes de entrar
en la sesión). Me costó unos instantes reaccionar y responderle que estaba bien
y que me había alegrado la mañana interesándose por mí.
Aprendizaje: “Los y las adolescentes se interesan por los adultos
igual o más que a la inversa, no pasan de todo y todos como suele decirse”.
Axioma nº 2. El que siembra recoge, trata al adolescente como te gustaría que
te trataran a tí, sea cual sea su conducta o actitud. La persona no es la
conducta.
Situación: Recogiendo emociones, malestar, sentimiento de desesperanza y
compartiendo tareas que debía hacer en el IES, de repente saca el libro El niño
del pijama de rayas, lo pone sobre la mesa y me dice: “Toma, léelo, es muy
interesante, yo ya he hecho el trabajo de clase de este libro”. Paralización de
nuevo. ¿qué hago?¿ le digo que ya me he leído el libro aunque hace tanto que
solo recuerdo el triste final o acepto su propuesta?¿puedo aceptar yo una tarea
cuando soy yo quien les prescribe a ellos y ellas las cosas que han de hacer
hasta la próxima cita para avanzar en los objetivos de la intervención?. Una
vez más, descoloque. Otro precioso salmón me descoloca en positivo en esta
ocasión, y por las pistas que me da, para que haga algo que me ayudará a una mejor
comprensión de cómo se siente. “Yo me identifico con Shamuel”, me dice.
Obviamente he empezado nuevamente a leer el libro para explorar
concienzudamente cómo piensa, actúa y siente ese Shamuel y mi salmón.
Aprendizaje: “A veces los salmones también tiran anzuelos para
pescar a los adultos”. Axioma nº 3. Aprende a leer entre líneas, algoritmos,
filigranas, ecuaciones mentales, álgebra emocional y todo aquello que necesites
para comprender a los y las adolescentes aunque de inicio te parezca
descabellado.
En resumen, esta semana he aprendido un
montón de cosas que ya sabía pero de las que quizás ni era demasiado consciente.
Por cierto, investigando en internet sobre
los salmones he aprendido cosas muy interesantes, sobre todo de lo que llaman
“la carrera del salmón”. Resulta que estos peces
pasan su juventud en los ríos, para posteriormente nadar hacia el mar donde se
desarrollan y pasan la mayor parte de su vida adulta. Cuando han madurado
regresan al río donde nacieron para reproducirse e iniciar el proceso de desove
y fertilización de los huevos. Al
acercarse a la época en que están listos para migrar hacia el mar los salmones
jóvenes pierden sus barras de camuflaje y se someten a un proceso de cambios
fisiológicos que les permite sobrevivir el paso del agua dulce al agua salada (¿no os recuerda mucho a los cambios de la adolescencia?).
Quizás lo más interesante son las teorías (no se si
científicas o no) para explicar cómo realiza esa subida en la que nada
contracorriente. Una de ellas dice que el salmón “ahorra energía valiéndose de
los vórtices, o remolinos en miniatura, que forma el agua al chocar contra las
rocas, ramas u otros objetos. Como los vórtices se generan a ambos lados de los
objetos, los peces se deslizan entre las bolsas de turbulencia con movimientos
ondulantes. Algunos bancos de salmones utilizan los vórtices creados por otros
que nadan delante de ellos y, de hecho, navegan en su estela”. Y a mí esto me
suena a tutores de resiliencia y modelado.
Otra teoría dice que el salmón ”conserva en la memoria
el olor del lecho que nutrió sus primeros días y lo protegió de
depredadores y corrientes agresivas y así, se orienta para regresar al lugar
donde fue desovado, buscando garantizar la continuidad de su especie” ¿Esto no
es el apego que se desarrolla en la primera infancia y la permanencia del adulto en la mente del niño-adolescente como base de seguridad?.
¡Feliz
semana!.