Este olvidado blog renace en
primavera, después de mucho tiempo empolvado, para honrar y encomiar la
valentía de una joven, Janire Goizalde, por contar al mundo entero su esperanzadora historia personal.
Janire, en su libro “Una nueva vida florece. La historia resiliente de mi adopción” (Editorial Sentir) y de la mano del
excelente psicólogo y traumaterapeuta José Luis Gonzalo Marrodán, así como de
Cristina Herce, también traumaterapeuta como José Luis de la Red Apega y psicóloga
que dirige el grupo de familias adoptivas de Gipuzkoa-Ume Laia, y la psiquiatra
Carmen Ortíz de Zárate, ha querido regalarnos un testimonio que va mucho más allá
de la descripción de hechos vitales. Su relato es un canto a la esperanza, a la
confianza en uno mismo y en los otros, pero al mismo tiempo es también un espejo
que deja al descubierto la dura y triste realidad de muchos niños y niñas, hijos e e
hijas de la adversidad temprana.
Janire nos muestra, con su
relato sincero, claro y directo, cómo las garras de la negligencia y de las incompetencias
parentales pueden robar el curso de un desarrollo cerebral sano que se trunca
por la vulnerabilidad con que nacemos, que nos hace ser extremadamente frágiles
sobre todo los primeros años (justo los que Janire pasó con su familia de
origen), pero en ese mismo relato podemos apreciar, sin duda, otro maravilloso
fenómeno, el de la resiliencia secundaria, que posibilita ese renacer del que nos
habla ya el título de este precioso libro. Renacer significa volver a nacer,
devolver a la vida. Una vida repleta de experiencias que suman y restan nuestra
balanza de felicidad. Yo espero que la de Janire esté cada vez más orientada
hacia la paz, la armonía y la confianza.
Sería injusto hablar de Janire
sin honrar a quienes fueron, estoy segura que sin quererlo, los responsables de
sus dificultades actuales y pasadas. Sus padres biológicos no supieron hacer la
bonita y difícil tarea de cuidar y proteger, pero sin ellos hoy no estaríamos escribiendo
estas líneas, ni los amigos y el entorno cercano de Janire podría disfrutar de
sus risas y abrazos. Gracias a ellos la vida de Janire, la que ahora florece
nuevamente, se escribe en un calendario que le recuerda a ella y al resto, que
honramos también su nacimiento.
El relato de Janire nos habla
-desde la distancia emocional que surge cuando lo vivido ha superado nuestra
capacidad para integrarlo dentro de la experiencia-, de recuerdos, algunos muy
duros, tanto que como ella misma refiere “bueno, en algunas cosas sí que me
afecta, aunque no lo quiera admitir delante de la gente y más de mi familia y
mi psicólogo”. Las defensas de evitación y de idealización juegan su papel
para alejarse del sufrimiento, pero esto es, también, una prueba más de que el cerebro
de Janire busca la que cree la mejor estrategia para evitar el dolor emocional.
Una joven valiente como ella también tiene miedo, a veces a sus propias emociones.
La naturaleza humana nos sorprende con tantas y tantas paradojas… pero una de las más sorprendentes es el emerger de la resiliencia. Janire, no pierdas nunca la capacidad de reconocer, valorar y buscar el apoyo que las personas de tu red sociofamiliar te ofrecen, sé detective de tus emociones y de los mensajes que los demás te mandan. Descifrarlos es, y seguirá siendo mucho tiempo, como un jeroglífico, como un lenguaje que has de descifrar en este repertorio tuyo de habilidades de supervivencia.
Para entender estas habilidades de supervivencia tan necesarias, Ana M. Gómez (2016) nos habla de una metáfora que tiene que ver con aquello que algunos niños y niñas tuvieron que aprender. Nos cuenta que, si en el pasado tuvieron que ir a vivir al Polo Norte, tendrían que llevar una vestimenta acorde con ese clima, con mucho abrigo para no congelarse (la familia biológica añado yo). Luego, si vamos a vivir a otro lugar donde hay otro clima más caluroso como Arizona en verano (aquí yo diría la familia adoptiva), la ropa que te acompañaba antes y que te venía super bien, ahora ya no te sirve, pero no solo eso, ahora un abrigo pesado o unas botas calentitas te complican la vida. Eso es lo que ocurre a muchos niños, niñas y jóvenes como Janire, que continúan muchas veces llevando el peso de un “traje” que no tiene sentido usar en la actualidad, que pesa, pero del que no se pueden despojar fácilmente porque en ocasiones se convirtieron en la segunda piel, la que sirvió para protegerse. Yo diría, usando una expresión graciosa y coloquial, que hay un fallo en el “mapa del tiempo emocional”, como el de la televisión cuando anuncian el tiempo que se espera, pero en este caso referido a como están y cómo se sienten los otros y nosotros mismos. Los niños y niñas que tuvieron adversidad temprana y de forma crónica durante mucho tiempo no aprendieron a interpretar los estados emocionales propios y de los demás y por eso tienen dificultades para interpretar bien las leyendas que recoge el tiempo que se espera "soleado, nublado, con lluvia o con tormenta". Y luego pasa lo que pasa, que si llueve y no cojo paraguas me mojo, pero si hace un sol esplendoroso y no he sabido entender el símbolo que me avisaba, me ahogaré de sudor y no disfrutaré de ese clima tan estupendo. Esa desregulación en la atención, la anticipación y la respuesta es lo que hace que cuesten tanto las relaciones interpersonales y acaben siendo borrascosas la mayor parte del tiempo!!
Foto fuente: AristasurEl trabajo terapéutico y el acompañamiento de lo que desde la Red Apega llamamos la BASE (la madre adoptiva a quien desde aquí envío todo mi reconocimiento y admiración, y los profesionales que la han acompañado todo este tiempo) seguro que conseguirán que Janire pueda aprender más la climatología emocional para relacionarse mejor con los otros.
El libro de Janire nos regala
vivencias subjetivas, una historia narrada en primera persona con terceros
protagonistas. Tras el relato narrado de Janire hay todo un tratado profesional
que recoge la intervención que durante 8 años ha venido realizándose. De una
manera detallada, sistematizada y descrita de forma magistral se recoge, desde
el modelo de Traumaterapia Sistémica Infanto Juvenil de Barudy y Dantagnan (desde
el que me siento gratamente identificada al ser el modelo que me permitió tener
otra mirada más humana y comprensiva ante el dolor de la infancia y la adolescencia),
todo un lujo de objetivos, procedimientos e incluso algunas técnicas de lo que
ha venido siendo el trabajo con Janire. José Luis plasma, desde la humildad y honestidad
que le caracteriza, toda una gama de contenidos teóricos y conceptos técnicos,
al tiempo que un elenco de emociones, sensaciones que se dejan entrever, me atrevería
de decir de desnudez profesional, para llegar a transmitir al lector la complejidad
del trabajo realizado.
Se destaca, como no podía ser
de otra manera, la necesaria coordinación con la psiquiatra de la joven, pero
si hay algo que no puedo obviar nombrar es la generosa aportación de Cristina Herce,
desde una profesionalidad exquisita, mezclando la historia de Janire y su madre adoptiva con ese acompañamiento
en la crianza terapéutica a nivel grupal donde lo individual se diluye y se
entremezcla el apoyo mutuo, la comprensión y la incondicionalidad. Subestimar
este trabajo en la revisión histórica de este caso de estudio y análisis supone
ofrecer una visión parcial y errónea del proceso. No hay individualidades sin más,
todo niño, niña o joven pertenece a una familia y en ella (y con ella) se
relaciona con otros contextos. Desde el Centro Lauka que Cristina dirige saben bien de
ese buen trato dispensado a los que tienen que aprender a tratar bien pese a las circunstancias
adversas por duras que sean, a las familias de acogida y adoptivas. Vaya aquí también
mi reconocimiento y admiración a Cristina y las profesionales que con ella
trabajan.
Quisiera terminar dirigiendo unas
palabras a Janire en exclusiva.
Decirte, Janire, que quiero compartir contigo una frase que me gustaba mucho cuando era joven como tú: “Por muy larga que sea la tormenta el sol siempre vuelve a brillar entre las nubes”. Para mí, es una frase muy cierta, siempre hay ilusiones, pequeños proyectos, cosas por hacer, que no pueden empañarse por las dificultades que a veces nos hacen pensar en tirar la toalla. La vida es recorrido, podemos volver al pasado mirando para atrás pero no olvides que el presente te pertenece, no te pares, que tu mirada vaya en la dirección de ese sol que brilla. Acabo con una frase de Pablo Arribas (2016), que dice: “Quizás no podamos alcanzar la luna por nuestros propios medios, pero si podemos rodearnos de tres tipos de personas: las que no nos digan que es imposible, las que quieran venirse con nosotros y las que, con sus conocimientos, nos ayuden a construir nuestro cohete” Como tú misma dices en el libro: Resiliencia, según la canción de Rafa Espino es preguntarnos “¿Quién soy?, ¿Adonde voy? y ¿Quién viene conmigo?. Ojalá en tu vida sigas acompañada por aquellos/as que te ayudan a seguir creciendo, mujer resiliente.
Referencias
Arribas, P. (2016). El universo
de lo sencillo. Penguin Random House Grupo Editorial. Barcelona.
Goizalde,J.. Gonzalo, J.L., Herce, C. y Ortíz de Zárate, C.
(2020). Un nueva vida florece. La historia resiliente de mi adopción. Marcombo.
Madrid.
Gomez, A. (2016). Terapia EMDR
y abordajes complementarios. EMDR Biblioteca. Sevilla.