Seguro que alguna vez has ido a una de esas ferias en las
que hay unos espejos que deforman la figura, colocados unos al lado del otro y
por los que se va pasando poniéndose delante y mirando la imagen que cada uno refleja, lo cual generalmente produce una carcajada…o dos..o
tres.. o más.
Las ondulaciones o curvaturas que tienen es diferente
y producen una distorsión de la imagen que reflejan. Puedes verte muy alargado
en todas las partes de tu cuerpo, o con deformidades como con unas piernas muy
cortas y unos brazos enormes, unos hombros estrechos y unas caderas exageradas,
un ensanchamiento general que parece reflejar un balón más que una figura
humana. Gracioso, muy gracioso. Claro muy gracioso si te quedas solo unos
instantes mirándote. Porque si permaneces un poco más la dimensión graciosa
pasa a convertirse poco a poco en ridícula, grotesca, incluso desagradable.
¿Te
imaginas permanecer un día entero ahí delante de los espejos sin salir al
exterior y con la única posibilidad de cambiar de espejo en el que te pones
delante? ¿Soportarías 24 horas reflejos de TU PROPIA IMAGEN diferentes entre sí y con
las que no te identificas? ¿ Y si en vez de 24 horas permaneces 17 años?
El
otro día trabajando con un adolescente “visualicé” la sala de los espejos. Creo
que fue una de las metáforas más vívidas que he podido experimentar. Pongamos
que se llama Jose y que tiene 17 años. Hace muchos años que le conozco y tiene un “expediente”
digno de película en el que no faltan hurtos, consumo, amenazas a su familia,
violencia, fama de chico malo, absentista, un tipo guay, un colega legal con el que reírse un
montón y…..absolutamente respetuoso, atento, amable, puntual a sus citas
conmigo, confiado. ¿Es el mismo José que me cuentan los padres, educadores,
amigos de hazañas que también conozco, profesores, etc.?
Parece que hubiera una sala de espejos en su vida que
le devuelven una imagen de sí mismo totalmente diferente. Unos magnificándole haciéndole ver grande y poderoso,
como sus amigos, con los que se ha tenido que ganar un lugar para hacerse valer
y respetar aunque ello suponga ser un poco "matón "y un experto consumidor de
marihuana. Otros como sus padres reflejándole una figura grotesca e irregular parecida a un
ogro agresivo, amenazante, peligroso. Algunos más como los profesores
devolviéndole una imagen de sí de gigante que lucha contra molinos de viento
con el que no se puede ni hablar ni razonar. Y no falta quien le refleja una
imagen chiquitita, menguada, insignificante, poco merecedora de ser tenida en
cuenta.
Cada uno de los espejos tiene sus razones para verle así, ¡tampoco
vamos a santificar a nadie sin pasar por el Vaticano! Pero…¿Es una imagen parcial o total la que le reportan? ¿Por qué tantas imágenes distintas?¿No parecen diferentes fragmentos de un mismo espejo?¿Y él cómo acaba viéndose?
Su historia de
maltrato recibido en sus propias carnes y que narra con una rabia que no deja impasible a quien le escucha, la incompetencia parental para
contener y poner límites, la falta de red sociofamiliar protectora, su baja
estatura que provocaba burlas y mofas de niño, la falta de referentes….¿Sigo?
No hace falta. Pero EL PROBLEMA es que él mismo no sabe quien de todos es. ¿O
son todos a la vez? ¿Se puede ser respetuoso y delincuente?¿Se puede ser amable
y violento? Y si es así ¿Cómo crear una identidad propia que garantice una
mínima estabilidad emocional y personal. ¿Es víctima o verdugo? ¿Los verdugos
pueden ser víctimas?¿Y si son víctimas cómo se les ha de juzgar?
Nos vamos forjando como personas con la mirada que los otros nos devuelven pero cuando las
miradas son no sólo diferentes sino incompatibles....¿Como puede saber Jose cuando está ante un espejo "normal" que, reconociendo sus imperfecciones, no impida que puedan darle una imagen completa, valorando también la belleza que posee?
Intentando averiguar cómo funcionan los espejos, he leído que los espejos planos reflejan los rayos de luz directamente a los ojos, mientras que los irregulares (cóncavos, curvados) lo hacen en diversas direcciones. Decía una frase literalmente "cuando una persona se mira al espejo, su cerebro actúa como si alguien idéntico a ella estuviese parado detrás de aquel. En un espejo plano, la imagen parece estar a la misma distancia hacia atrás que la persona parada al frente. En cambio, un espejo convexo hace que los rayos se desvíen y la imagen parezca más lejana, en tanto que uno cóncavo hace que los rayos converjan y el reflejo se vea más cerca".
Igual ocurre en las relaciones con los niños y niñas. Hay que tener (y ellos tienen que percibir) la suficiente distancia afectiva y física que permita promover un estilo de apego seguro, pero sin que sea tanta la proximidad que el niño tenga que desarrolla estrategias para defenderse del medio como pueda. Cuando eso ocurre 17 años, y se da simultáneamente con otros factores que contribuyen a crear una cortina de humo en el espejo interno, es difícil aprender a mirarse con la nitidez y claridad necesarias para crecer sintiéndose mínimamente querido y querible. No podrá aprender a mirarse a sí mismo así mientras no cambien las miradas y reflejos de su persona que le llegan.
Mirando a los ojos como los espejos planos, para ver el interior, para generar una comunicación abierta y directa, para generar confianza, para detectar lágrimas cuando hay sufrimiento, para compartir la luz de la ilusión de la infancia que transmiten los ojos que reciben amor.
¡Quizás estamos creando una nueva competencia parental (y social) no definida que podría llamarse "Focalización afectivo/educativa"! Pero no deja de ser más de lo mismo que hablamos en este y otros blogs hermanos sobre el buen trato...
Feliz semana.
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