martes, 8 de julio de 2014

Rómulo, la esperanza resiliente (o el poder de los contextos)

¿Recordáis a Rómulo? Es el rinoceronte blanco que vivía en el Bioparc de Valencia, quien tras haber estado en un circo 11 años y otros muchos más en un pequeño habitáculo de un zoo, generó una estereotipia que le hacía andar en círculos de manera continuada. Él fue el protagonista de dos de las entradas de este blog, una de ellas en las que os hablaba de la "Resistencia resiliente: ¿porque no se suelta el elefante encadenado de Jorge Bucay?" o lo que es lo mismo, de los mecanismos de defensa y adaptación al medio ante situaciones adversas y de la posibilidad de explorar nuevas formas, de romper con patrones fijados y aprendidos, de "romper cadenas" que atan a un pasado doloroso. En la segunda entrada, que tenía por nombre "Del "yo tengo un problema" al "yo soy un problema" hay un paso...o muchos círculos", os hablaba con tristeza de las dificultades de adaptación de Rómulo a su nuevo hábitat y cómo los responsables del mismo habían decidido desterrar al rinoceronte a una reserva natural porque impedía el apareamiento de los otros de su especie.

Dejó (al menos para mí) un amargo sabor a fracaso esa noticia. Lo que se suponía el mejor entorno para un rinoceronte que había pasado toda su vida donde vueltas  se transformó en una derrota. Y no sólo eso, sino que su mera presencia suponía un impacto negativo en los otros (una vez más, con las mejores intenciones se obtienen los peores resultados) . La nueva vida que se le ponía por delante supongo que tenía tintes igualmente derrotistas: "dejemos que viva los años que le queden solo y aislado en una reserva de Sevilla pero que al menos no moleste..."

Pues bien, hoy he recibido con mucho agrado un correo de una compañera con la que compartí en un curso la historia y el video de Rómulo. Y me encontré con una agradable noticia que esta compañera quiso compartir conmigo ( y yo con vosotr@s): ¡Rómulo ya no de vueltas y se encuentra estupendamente en la reserva donde vive!
 
Según comenta una antigua cuidadora de Rómulo de cuando vivía en el Zoo de Valencia,  había ido a visitarle a Sevilla encontrándose con la grata sorpresa de que el rinoceronte había abandonado su estereotipia y se encontraba feliz en su nuevo hábitat. Incluso en una entrada que circula por la red (si quieres leerla pulsa aquí) decía la antigua cuidadora que la reconoció y se dejó acariciar por ella. Decía, según sus palabras, que habiendo estado acostumbrado a un trato cercano con humanos durante todo el tiempo que estuvo en el zoo, al pasar al Bioparc y con el fin de respetar al máximo las características de un entorno natural, el contacto con personas estuvo restringido, mientras que  ahora nuevamente volvía a tener más contacto con sus cuidadores, era cepillado, se dejaba rascar las orejas como antaño....¿serán los afectos explícitos los responsables del cambio?
 
Luego, la esperanza es posible. Pero el entorno por sí mismo (el hecho de que existan árboles, vegetación, espacios abiertos, etc.) no garantiza el éxito. Ha de darse algo más. Y lo mismo pasa como señalaba en las entradas anteriores con los niños y niñas acogidos o adoptados. La medida de protección por sí misma no es sinónimo de adaptación. Hace falta calidad de relación, vínculo, afecto.
 
Coincide además en el tiempo que hace unos días se produjo el cese de un acogimiento de un niño cercano a mi entorno. Tras muchos años de acogida las circunstancias se hicieron insufribles para todos pero principalmente para él, no encontraba su lugar y cada vez se veía más y más alejado de la familia con la que convivía. Cuando el dolor es grande, y el suyo lo es, se llega a justificar todo lo que el adulto responsable de su cuidado hace, transformando, interpretando la información para digerirla mejor. No estoy triste por el cese del acogimiento, más bien al contrario. El entorno estaba resultando asfixiante y antes de acabar injustamente en el sistema judicial cumpliendo una medida, es mejor rescatar y ubicar a este chico en un lugar más adecuado, con nutrientes afectivos sanos, con miradas de aprecio por lo que es y lo que vale. Difícil, eso también. Una nueva etapa tras un nuevo fracaso, pero lo importante es continuar buscando lo mejor. La felicidad no se busca, se encuentra y él encontrará un sitio donde ser feliz.
 
Fue bonito mientras duró el tiempo que pude estar con él  y conocer su interior, mucho más rico y maduro de lo que sus actos o palabras desprendían. Cuando uno no tiene un lugar donde sentirse que forma parte no existe, y no hay nada peor que no ser ni sentir. Quizás la vida le depare como a Rómulo un nuevo hábitat donde estar mejor, donde sentirse más reconocido y querido (qué importante es esto). Dice una frase que encontré por ahí: "Sé como un iceberg, cuando la mayor parte de ti se encuentre hundida, siempre habrá una parte que salga a flote". Lo que tengo claro es que sea cual sea su nuevo entorno, sus capacidades personales harán emerger rayitos resilientes que brillarán y que en su camino podrá encontrar personas que le acompañen para darle un nuevo sentido a su historia. Como Rómulo, resiliente esperanzado.
 

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