lunes, 22 de septiembre de 2014

Reescribir la historia. Sobre-vivir en la infancia

Lo importante no es lo que hicieron de nosotros, sino lo que nosotros hacemos con eso que hicieron de nosotros”. Esta conocida frase de Jean Paul Sarte resume, según mi opinión, el último libro que acabo de leer, “Nunca es tarde para tener una infancia feliz. De la adversidad a la resiliencia”, de Ben Furman, editorial Octaedro, lectura que recomiendo a todos y todas los que han tenido una infancia difícil…y a los que tuvieron la suerte de tenerla más fácil para que puedan comprender un poco más lo complejo de las relaciones humanas.


Comienzo reconociendo que el título del libro causó en mí el efecto deseado, desató mi interés por leerlo. Con un montón de libros pendientes en mi parrilla de salida para leer, éste logró no sólo con el título sino también con el contenido, que en dos días lo acabará (aprovecho para dar las gracias a Pilar Surjo por recomendarlo en el grupo de Resiliencia). Gracias a su fácil lectura, así como a la cantidad de ejemplos de historias reales que contiene para explicar las ideas centrales se hace ameno y entretenido.

Cuando lo leía, pensaba en muchos de las/os mamás y papás que me han escrito un email contando cómo en la actualidad sentían rechazo por sus hijos/as añadiendo a su relato historias muy duras de abusos, negligencias, desprecios y abandonos en su infancia. Para todos/as ellas/os considero que sería gratificante la lectura de este libro.  


¿De qué trata? Creo que la mejor manera de explicarlo es a través de un fragmento de Guillen Feixas, quien realiza un prólogo que recoge muy bien la idea central. Lo transcribo:

“¿Dónde está mi pasado ahora mismo? En mi sistema de memoria y éste está relacionado con mi sistema de significados que me permiten interpretar y dar sentido a mi experiencia momento a momento. O sea, que pasado y presente no están tan lejos. Está claro que están muy relacionados.
En la memoria semántica guardamos los conocimientos y significados extraídos de las experiencias vividas, y es clave para interpretar los acontecimientos de nuestra vida actual. Si en el pasado alguien “aprendió” por ejemplo, que confiar profundamente en otro conlleva con el tiempo la traición y/o el abandono, es probable que interprete así cualquier nueva oportunidad de vinculación afectiva que la vida le ofrezca. Pero ese aprendizaje se puede reestructurar. La memoria semántica no es inflexible.  Al igual que nuestro cerebro, dotado de gran plasticidad, está abierta a nuevas experiencias que pueden modificarla y transformar esa actitud reticente ante las relaciones. Y así, la persona puede recordar los hechos negativos de su pasado sin que necesariamente queden fijadas para siempre las conclusiones que en aquel momento derivó de ellos en su sistema de significados con el que interpreta la realidad en el presente. Luego, lo que cambia, no son los hechos del pasado (memoria autobiográfica), sino su significado y relevancia actual (memoria semántica). () Tener un pasado difícil no supone necesariamente una condena de infelicidad para el resto de la vida”.


Según lo anterior, podemos encontrar sentido a esas emociones contrarias que tienen algunos padres y madres y que les hace sufrir tanto cuando relacionan, de manera inconsciente, la maternidad/paternidad con su propia historia plagada de emociones y sensaciones que les hicieron sentir mal, dañados, heridos no sólo por fuera sino también por dentro. Y lo peor, con la etiquetas asociadas a esos hechos de no poder ser una buena madre o un buen padre, de no ser merecedores de afecto, de no poder respirar paz cuando lo que se respiran hondamente son los recuerdos del pasado que se personifican en el presente, cobrando forma y vida.
Además, el libro es un claro ejemplo de vida, de historias reales que rompen con prejuicios que circulan en las mentes de muchos, como que los padres y madres que han sufrido malos tratos tienen necesariamente que maltratar a sus hijos/as. Como dice el autor: “correlación no es lo mismo que causa”. Sin duda es un factor de riesgo a tener en cuenta, pero no hay una clara determinación de que ello vaya a ser así en todos los casos. Personalmente yo conozco muchos casos en que no es así, aunque no es fácil vivir con ese lastre. Una vez más, parafraseando a Boris Cyrulnik, una infancia infeliz no determina una vida

Otro de los aspectos que recoge el libro es lo interesante y terapeútico que es el enfoque narrativo, el contar la historia de uno mismo, como estrategia reconfortante para reelaborar la historia, darle otro sentido. Yo misma le digo a muchas/os de los papás y mamás que contactan conmigo o con los que trabajo directamente que narren su historia, que escriban sobre ello no solo para liberarse en muchos casos de secretos inconfesables, sino para traer al presente, con la mirada que da la experiencia vivida pero también el tiempo transcurrido, la interpretación más objetiva posible de lo ocurrido. Contar los hechos pero sobre todo los sentimientos, las emociones asociadas. Pasar de víctima a superviviente, reconocer que lo ocurrido no fue responsabilidad del niño/a herido sino de un adulto, saberse inocente y por tanto no culpable del sufrimiento sentido y de sus consecuencias en forma de conductas desadaptadas, fracaso escolar, dificultades con los iguales, etc. ¿Cómo se puede vivir y sobrevivir al mismo tiempo?


Para finalizar, os comparto que el autor recogió a lo largo del tiempo más de 300 cartas con testimonios de personas que habían tenido una infancia difícil y les pidió que respondieran a tres cuestiones, que son las siguientes:

¿Qué factores le ayudaron a sobrevivir a una infancia difícil? 

¿De qué le ha servido todo lo que tuvo que soportar de niño?

¿Cómo se las ha arreglado para disfrutar de las experiencias que se le negaron en su infancia en momentos posteriores de su vida?
 
Os lanzo yo el mismo reto que el autor del libro, si queréis responder a estas cuestiones contando vuestra historia y enviármelas,quizás descubramos algo que no es nuevo: la capacidad de una gran cantidad de personas que no sólo han conseguido superar una infancia difícil, sino salir fortalecido/a.
 

 

miércoles, 3 de septiembre de 2014

¿Y tú como quieres que sea tu familia?

¿Te imaginas que por arte de magia viniera un hada y te preguntara “y tú, como quieres que sea tu familia”? Quizás alguna vez (seguramente después de una discusión en la que nos hemos sentido frustrados) hayamos pensado porqué tuvimos que tener esta familia y no otra. O al contrario, hayamos vivido momentos tan felices en ella que nos hayamos sentido afortunados de nacer aquí, en ese mismo instante y lugar en que llegamos al mundo. O las dos cosas.

Y me vais a dejar que os diga que la magia no existe, existen las relaciones, los vínculos, las funciones, que hacen que los miembros de la familia crezcan a veces en una dirección y a veces en otra.  Por ello,porque la familia cambia porque también cambian sus miembros, es importante tener las claves que nos hacen manejar de manera más efectiva una situación, y hablando de padres/madres e hij@s... lo mejor es SABER Y SABER HACER. Y para saber hacer bien hay una palabra especial (que no mágica) que tiene mucho valor: EXPECTATIVAS.

Solo podremos hacer bien nuestra función educativa si lo que esperamos de nuestros/as hijos/as es acorde a la edad o circunstancias que tienen. Recuerdo hace poco una sesión familiar en la que un pequeño de 13 años, con una importante discapacidad cognitiva y retraso en diversas áreas entraba a la sala de forma asustadiza, moviéndose inquieto hacia todos los lados y buscando la mirada de su madre de forma desesperada. El chico no había venido nunca a esta sala, era un contexto nuevo, extraño y me atrevo a decir que amenazante.
 
Lo que el niño buscaba era la mirada de seguridad y tranquilidad de su madre para poder sentarse y tener la aprobación de que allí no iba a pasar nada malo. ¿Sabéis cuál fue la respuesta de su madre?. Le instó de un grito a que se sentara de una vez y se portara bien. Ante mi sorpresa e intervención en defensa del asustado muchacho, recordándole a su madre que no había venido nunca y que a él le podría hacer sentir incómoda la situación, su siguiente respuesta fue, “Es tonto para lo que quiere, para ver la tele si que está listo.”  Uffffff!!! ¿Saber? ¿Saber hacer? ¿Deshacer?

Este es un claro ejemplo de que los padres y madres no solo no lo sabemos todo, sino que además no lo hacemos bien cuando esperamos cosas que no podemos pedir, o cuando atribuimos mala intención si no hacen lo que se les dice. Y es que los/las pequeños/as se desarrollan siguiendo unos hitos evolutivos que no podemos pasar por alto (y menos en niños con dificultades en su desarrollo físico o cognitivo). Hay un Tiempo de crecer, al que debemos estar atentos. Así se llama la guía que comparto hoy con vosotr@s, dirigida a padres y madres de niños de 4 a 10 años, elaborada por UNICEF, Chile Solidario y Fosis
http://www.unicef.cl/unicef/public/archivos_documento/342/Guia%20para%20la%20familia%20web%2019%2011%2010.pdf

 
En esta guía encontraréis un montón de cosas interesantes que os animo a explorar, pero me quedo con un extracto de la misma que tiene que ver con la pregunta con la que iniciaba la entrada. 
 
Y aunque la magia no existe, podemos lograr cosas verdaderamente increíbles si sabemos, y sabemos hacer…siendo adultos sensibles y disponibles que conocen el desarrollo evolutivo para así saber lo que se puede esperar de los hijos así como también detectar algunas posibles dificultades de forma temprana.


¿Y qué queremos para cualquier familia? Voy a pedir como si hablara por cada uno de vosotr@s:

  • Queremos una familia en que nos respetemos y demostremos cariño….
- Demostrando cariño incondicional (a toda prueba) con palabras y acciones
- Fijándose más en las cualidades de cada integrante de la familia y menos en los defectos
- Aceptando que cada persona es diferente y merece respeto siempre
- Tratándose por el nombre y con palabras amables
- Entregándoles seguridad y confianza a sus niños y niñas, felicitándolos, animándolos, acompañándolos y apoyándolos en lo que necesiten
- Buscando momentos para compartir en familia
- Buscando espacios para estar solos los adultos
-Dejando que los niños y niñas jueguen libres aunque desordenen un poco (después pueden ayudar a ordenar)
- Hablando con respeto y cariño del padre o la madre aunque él o ella esté ausente
 
  • Queremos una familia donde haya comunicación y expresión de sentimientos…
- Creando espacios para estar con los niños y niñas (Ej.: Apagar la televisión cuando llegan del colegio para compartir un rato o acompañarlos en silencio mientras realizan alguna actividad)
- Realizando actividades juntos y conversando sobre ellas. Por ejemplo, la comida que prepararon, el programa de televisión que vieron, el partido que jugaron, etc.
- Buscando momentos adecuados para conversar (en que haya tranquilidad, sin estar haciendo otras cosas, sin distracciones, etc.)
- Dando el ejemplo al comunicar lo que siente y piensa y motivando a los niños y niñas a hablar. (Ej.: Cada uno cuenta lo que hizo en el día, cómo se sintió
- Conversando sobre las penas y alegrías de cada uno
- Hablándoles mirándolos a los ojos y sentándose a su misma altura
- Escuchándoles atentamente, con respeto y demostrando interés.
- Dándoles la oportunidad de decir lo que les pasa, antes de que usted opine
- Poniéndose en el lugar del niño o niña. Tratando de comprender lo que está sintiendo
- Evitando los interrogatorios como, por ejemplo, “¿Cómo te fue en la escuela? ¿Hiciste las tareas?” Mejor es partir con: “Hola, qué bueno que llegaste”
- Siendo positiva o positivo. Felicitándolos más seguido y evitando centrarse en los errores o fallas. La felicitación debe ser sincera
- Buscando cercanía física con los niños y niñas
- Observando las formas de expresión no verbales de los niños y niñas. Ej.: A veces una cara triste, comunica más que una palabra
 

  • Queremos una familia donde lo pasemos bien….
En la vida siempre hay problemas, pero uno se puede esforzar en crear momentos para tratar de pasarlo bien y así estar mejor preparados para enfrentar las dificultades

- Aprovechar actividades cotidianas para conversar y compartir como, por ejemplo, comer juntos
- Jugar juntos (a la pelota, a los naipes, etc.)
- Ir en familia a la plaza o salir de paseo a algún lugar
- Acompañar al papá o a la mamá a la cancha
- Ver algún programa de televisión en familia
- Celebrar los cumpleaños y aniversarios
 
  • Queremos una familia donde las personas adultas ejerzan su autoridad con respeto y cariño…
No tema decirle NO con firmeza al niño o niña. Cuando lo haga, explíquele por qué no, de manera cariñosa y anímelo a buscar otras alternativas

-Hable claro: de una orden corta y directa para que el niño o niña entienda lo que se le pide y cuándo debe cumplirla. Ejemplo: “Deja de molestar a tu hermana AHORA”, “quiero que te vistas YA para ir a la escuela”.
-Evite los gritos: es mejor un tono firme pero calmado, hablar tranquilo, mirando a los ojos y con algún tipo de contacto físico, como poner una mano sobre su hombro.
-Reconozca las buenas conductas y felicítelo para asegurar que lo vuelva a hacer: “Qué bien lo hiciste, te felicito”
- El padre, la madre y/o adulto responsable no deben desautorizarse entre sí porque desorientan al niño o niña. Las diferencias de opinión entre los adultos tienen que conversarse en privado, buscando un acuerdo 

  • Queremos una familia donde haya buen trato…
El conflicto es parte de nuestra vida cotidiana. Todos tenemos conflictos en nuestras relaciones familiares, dificultades para ponernos de acuerdo o maneras diferentes de hacer las cosas. Lo importante es saber enfrentar las diferencias y resolverlas de manera pacífica, sin usar la violencia.

- Entregándose afecto mutuo, escuchándose y dialogando
- Tratando de ponerse en el lugar de la otra persona
- Estableciendo normas y límites claros. Cuando los hay, los niños y niñas se portan mejor y habrá menos ocasiones para perder la paciencia
- Controlándose, siendo ejemplo de no violencia
- Dejando en claro que no aprueba la violencia como una forma de resolver conflictos
- Hablando de sus sentimientos y expectativas
- Diciéndoles a los niños y niñas de su familia qué siente y piensa acerca de ellos, especialmente, lo que espera de cada cual. Estando atento a los sentimientos de los niños y niñas. Si uno de ellos comienza a presentarse más agresivo o triste, es bueno hablar con él o ella a solas, preguntándole siempre primero cómo se siente y qué problema tiene. Escuche lo que tenga que decir, sin retarlo o retarla. Pidiéndole disculpas cuando se equivoque, así su niño o niña aprende también a reconocer sus propios errores
- Defendiendo los derechos de cada integrante de su familia. Por ejemplo: poner un recordatorio en alguna parte de la casa, que les recuerde que TODOS TIENEN DERECHO A DECIR LO QUE PIENSAN Y SIENTEN, siempre que lo digan con respeto y de buena manera
-Pidiendo ayuda siempre
 
 
Ójala todas las familias del mundo lograran ser así. Como no lo podremos saber nunca, hagamos que al menos las nuestras lo sean. Feliz semana.