“El verdadero amor no es otra cosa que el deseo inevitable de
ayudar al otro para que sea quien es” dice Jorge Bucay. Eso es quizás lo que
muchas veces olvidamos, casi sin darnos cuenta, muchos papás y mamás. Pensamos,
sufrimos, anhelamos, idealizamos…todo aquello que tiene que ver con los/as
hijos/as intentando escribir de nuevo con una pluma que no es la nuestra, sino
la suya.
Recuerdo las veces que mi marido le decía a nuestra hija “tú
estudiarás Medicina”, no una, ni dos, sino un montón de veces. Suerte que la
Medicina y mi hija congeniaron bien y que ésta hizo grandes esfuerzos para
lograr su estrella… y lo consiguió. Y hoy es la doctora más feliz del mundo
siempre rodeada de libros y contando entusiamada situaciones emotivas y humanas
que le llenan de gozo con sus pacientes. Pero, ¿y si no hubiera sido así?¿ Y si la Medicina no
hubiera sido para ella (o ella para la Medicina)? ¿Y si no hubiera podido
acabar sus estudios persiguiendo una meta que comenzó siendo, al menos compartida
y muy ensalzada?
Quien tenga hijos y no haya soñado alguna vez su futuro que
tire la primera piedra. Es más, ¿hay alguien exento de haber comparado sus
éxitos personales, escolares y sociales con sus hijos? Soñar es bueno, siempre
que seamos capaces de chascar los dedos y aterrizar en las posibilidades de los que aún necesitan crecer y desarrollarse. Y no
solo las evidentes, sino también aquellas que no vemos aún
porque son tesoros por descubrir.En el fondo, estaré siempre agradecida a mi marido que logró sembrar una semillita que abrió todo un mundo profesional a nuestra hija despertando en ella la confianza de que podría lograr su estrella.
La otra cara de la moneda, la de los sueños rotos, o si lo queremos llamar mejor la de las esperanzas huecas, es la que leo en muchos de los emails que recibo, de padres y madres que rechazan a sus hijos, que no les aceptan como son, que se muestran exigentes pero desconfiados de sus posibilidades. En el fondo son padres y madres que sufren con sus sentimientos encontrados, no les gusta ser ni sentir así. Conocerse y conocer a sus hijos (además de reelaborar su historia, todos tenemos una historia, el pasado no determina pero influye), puede ser el primer paso para rellenar esperanzas e hilvanar sueños.
El otro día una compañera del trabajo me recomendó un libro
que ha sido así mismo un descubrimiento y que quiero compartir con vosotros. Se
titula “Descubriendo a Matías”, de la autora Claudia Bruna, editorial Alba.
Ella es licenciada en Dirección y Administración de Empresas, y se formó en esto que ahora está tan de moda como es el coach, que consiste en algo así como
en acompañar, instruir y entrenar a una
persona o a un grupo de ellas, con el objetivo de conseguir alguna meta o de
desarrollar habilidades específicas.
El
libro es distinto a los demás, muy práctico, todo lleno de actividades dirigidas
a mayores para alcanzar logros en los pequeños. Algo así como un manual que
permite, con poca (pero buena teoría) y mucha práctica, un mayor y mejor
conocimiento de los hijos y de uno mismo.
Os
adjunto el índice para ir haciendo boca:
- Efecto Pigmalión: el poder de creer en tu hijo
- Conexión: la puerta de entrada a la relación
- Escucha focalizada: una escucha más profunda
- Autoconocimiento: preguntar para descubrir
- Motivación: a través de los valores
- Iniciativa y decisión: crear espacios para aprender y crecer
- Empatía: ponerse en sus zapatos
- El impacto de las etiquetas: amplía la mirada sobre tu hijo
- Autoestima: aprender a valorarse
- Conocimiento emocional: cómo gestionar las emociones
- Comunicación efectiva: la mejor manera de hablar con ellos
A mi modo de ver, si de una receta de cocina exquisita se
tratara, no faltaría ninguno de los ingredientes básicos para una buena y
competente tarea afectivo-educativa parental, y por tanto para la promoción de
la resiliencia infantil.
Descubriendo a Matias ofrece, según la autora, la posibilidad
de aprender y practicar muchas habilidades y herramientas de coaching para
descubrir lo mejor de uno/a mismo/a y de sus hijos/as, centrando su propuesta en
tres pilares:
- Todos/as
los/as niños/as son un tesoro, único y especial…importante centrarse en lo que hay y no en lo que le falta. No convertirles en lo que queremos que sean sino respetar lo que son e impulsar su esencia
- Los
padres somos un ejemplo y un referente para nuestros/as hijos/as….tenemos una
enorme influencia sobre ellos
- Los
padres somos el motor de cambio… el cambio empieza en nosotros.
Sin duda un libro muy aconsejable.
Termino con algunas reflexiones que aparecen en él…
¿Cómo sería la relación con tu hijo/a si cambiaras la mirada
hacia él/ella?
¿De qué eres capaz cuando alguien cree en ti?¿Qué puedes
conseguir en tus hijos/as si crees en ellos/as?
Comprender esto puede llevar toda una vida para algunas personas, otras no lo entienden nunca y su vida puede llegar a ser muy infeliz porque todo lo que soñaron para sus hijos , cuando estos crecen no lo cumplen.
ResponderEliminarMe quedo con la frase de Jorje Bucay con la que inicias el post, me la grabo en la memoria para repetirla y difundirla.
Este post aporta mucho,y no solo para padres , se puede aplicar a cualquier tipo de relación
De los más interesantes.
Marga muchas gracias por tus palabras. El tema de las expectativas y del respeto a lo que el otro piensa y hace son dos de los grandes retos de cualquier familia. La frase es preciosa, como otras muchas de Jorge Bucay, con sentido, sentimiento y...aceptación. Un abrazo fuerte!!!
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