“Como decíamos ayer…” .
Permitidme que irónicamente comience esta entrada emulando a Fray Luis de León
quien, tras cinco años de encarcelamiento, retomó las clases con sus alumnos diciendo
estas mismas palabras. Y no es que aspire a equipararme con este religioso humanista,
ni que mi ausencia haya sido (afortunadamente) tan larga. Me basta con haberme
sentido al igual que él encarcelada pero… del tiempo y las tareas. Mes y medio
alejada del blog, de responder a mensajes, de leer por gusto, de disfrutar haciendo lo que me
apetece en lugar de “lo que tengo que hacer” (o mejor dicho, además de lo que
tengo que hacer) debido a una sobrecarga extra en mi trabajo en la universidad junto con el resto de trabajos habituales, ha tenido un efecto en mí que hoy quiero compartir para
calentar motores y retomar la marcha.
Lo bueno que tiene parar un poco
es que tomas perspectiva, algo difícil de lograr cuando vas viendo pasar
kilómetros y kilómetros en este tren de la vida. A veces hacemos cosas sin darnos cuenta, por
inercia, o por “improvisación” como digo yo a menudo cuando me refiero a lo
difícil que es compaginar la parte técnica, con la administrativa, con la
relacional, con la gestora de emociones propias y ajenas.
Pero llega un punto
en el que es imposible seguir con todo al mismo ritmo y entonces, una tachuela
del destino ¡¡plaff! te invita amablemente a parar para cambiar la rueda. El
tema está en que cuando la cambias y miras nuevamente al horizonte te das
cuenta que has perdido la ruta. Y entonces sacas tu GPS. Pero como ahora son
tan modernos estos aparatos, te encuentras que al activarlo te dicen no sólo
que marques tu destino, sino que elijas la ruta más corta, la más rápida o la
más económica. Y entonces ya no tienes un problema que es haber parado, sino
dos…has parado y necesitas recalcular la ruta y elegir una de ellas.
No, no he pensado dejar el blog
(es mi válvula resiliente). Tampoco puedo dejar mis trabajos que no solo me
reportan dinero sino además muchas bonificaciones afectivas y aprendizaje experiencial. ¿y
entonces? Pues me he dado cuenta en primera persona que en función de mi situación
personal-profesional las coordenadas en mi propio mapa habían ido modificándose
en base a las situaciones del terreno por el que circulaba sin que yo me diera cuenta, de ahí mi desorientación al parar. Me explico.
Estoy habituada a ir poniendo a prueba el motor continuamente, con períodos en
los que acelero más y parece que llegue a todos los sitios conservando intacto
el peinado a pesar de la velocidad. Además, llegar a la meta tiene sus ventajas: satisfacción personal, reconocimiento y elogios externos, ganas de continuar el
tour. Pero el coste es que vas tan rápido que no te paras a observar otras
cosas igualmente importantes pero no perceptibles cuando estás en marcha. Por eso, tienes que levantar la vista dos veces para ver bien y saber seguir, pero apreciando las señales del camino.
La
primera, la que te indica las renuncias que conlleva llegar a tanto, como por ejemplo, disfrutar más a menudo con “conciencia plena” de las personas que quieres. Sentarse en el sofá, ir de compras, pasear, no
hacer nada que no sea estar y ser (madre, esposa, amiga….). Siempre decimos esa
socorrida frase que dice que no importa la cantidad del tiempo que se pasa en
familia sino la calidad. Yo empiezo a dudar de la misma. La familia es una
inversión y como tal hay que cuidar su capital, reinvertir, recoger beneficios,
arriesgarse también pero con la garantía de avales tan potentes como la
cohesión, la comunicación, el sentimiento de pertenencia, los rituales, los
afectos. Y para eso hace falta tiempo además de calidad.
La segunda señal que puedes
observar cuando paras son tus propias reacciones. Al principio de inquietud por
no llegar a los objetivos. "Quiero escribir una entrada pero no tengo tiempo, he
de priorizar en cinco o seis cosas que van primero"…y eso un día y otro y otro. Luego
la inquietud da paso al enfado porque intentamos buscar responsables que tengan
la culpa de lo que nos pasa o de lo que no podemos hacer. Del enfado se pasa a
la desidia. “Bueno, pues si no puedo, ¿qué puedo hacer?". El problema es cuando de
ahí se pasa a la resignación pero sin plantearte metas. Importante tomar conciencia que se acabará algún día la limitación temporal, hay que
confiar en uno mismo para salir airoso de una parada y que no se note apenas. Perseverancia, paciencia, esperanza, templanza.
Y finalmente la tercera señal, lo que yo en
ocasiones digo: aprender lo bueno de lo malo. ¿qué es eso? Pues que todas las
situaciones incluso las más estresantes, reportan aprendizajes, no solo de
contenidos, sino también de formas de actuación. No volvemos al mismo lugar del que partimos antes de la dificultad, nos fortalecemos pero además crecemos. Y no sólo eso. Como yo interprete lo que me pasa y por lo que paso puede modificar lo que viene a continuación.
Si traduzco todo lo anterior tenemos
que en el último mes y medio la adversidad en forma de tsunami laboral me ha
permitido poner a prueba las tres claves que dice Cyrunik: disposición de
recursos externos (mi familia principalmente, de la que he disfrutado, y mucho, pese a la
adversidad y en la que pienso seguir invirtiendo), adquisición de recursos internos (introspección, reconocimiento de
mis propias emociones y sobre todo, la confrontación con las mismas que me ha
posibilitado darme permiso a experimentar todas ellas como parte integrada de
mi propia persona sin que por ello me sienta mal), y sentido (creo haber aprendido a ser mejor profesora con mis alumnos porque
las circunstancias me han forzado a ello en estas semanas, luego no me puedo quejar sino más bien agradecer el aprender a enseñar a hacer mejor sus trabajos).
Y entonces ahora que ya ha pasado todo ¿qué ruta tomo?
¿la rápida, la económica o la corta?. Pues cuando deje de escribir esto
recalcularé nuevamente hacia dónde voy sabiendo que en cada destino la elección
va a depender de mí pero también del camino a recorrer. Y habrá ocasiones en
las que tendré que seguir corriendo por la ruta rápida pero aprendiendo de mi experiencia para no
tener sustos, otras en las que tendré que ir más despacio y con ello mi consumo
personal resultará más barato, es decir, el coste podrá ser asequible…y otras
en las que tendré que decidir saltarme paradas en el camino diciendo que no a
veces para que la ruta resulte corta y más llevadera.
Para seguir mi camino lanzo una pregunta ¿Cómo
aplicar esta metáfora de las rutas en las relaciones familiares padres-hijos?
Leí en el libro "Los 7 hábitos de las familias altamente efectivas" de Steve Covey ¡Y SU MUJER! que las familias altamente efectivas son las que están el 90% fuera de ruta. Me pareció una idea brillante. Porque el tema no es tener que pararse cien veces ni desviarse para. Lo importante es saber retomar (recalcular) la ruta hacia el destino al que quieres llegar.
ResponderEliminarNo me cabe duda de que eres una psicóloga, madre, esposa, amiga.. altamente efectiva (y afectiva)
Y ¿no es esta frase de los Covey una buena respuesta a tu última pregunta?
Un beso
Gracias por el elogio Javier (se va a notar que somos amigos jajaja). Si eso del 90% es así...qué bueno pensar que parar, además de beneficioso, debería formar parte de nuestra cotidianeidad. El problema aparece cuando se apelotonan tareas no demorables, o peor aún urgente y con plazos. Estas semanas atrás tenía ante mi dos opciones (quizás dos rutas): o me desesperaba pensando que era imposible atender mis trabajos habituales más la corrección y presencia en el tribunal de casi una treintena de Trabajos Fin de Grado..o me lo tomaba con serenidad y optimismo, como un aprendizaje positivo (no sabes lo que he aprendido leyendo los trabajos de los alumnos). Y opté por lo último pese al asombro de mis compañeras de facultad que me lanzaban miradas que combinaban la pena y el afecto cada vez que me veían con una sonrisa y sin protestar ...y no me ha ido nada mal. He sobrevivido, he vivido intensamente oportunidades de tiempo en familia y además he experimentado no sentirme mal por no poder hacerlo todo (como por ejemplo el blog, que estaba hibernando). Y ahora que ya he parado, sigo recalculando y tomando de nuevo velocidad . ¡Mira que si ahora me da por escribir una entrada diaria para resarcirme!. Gracias de nuevo por tu comentario. Un abrazo
EliminarTe ibaa escribir algo pero casi k te llamó mejor mañana. Un besazo
ResponderEliminarHola Iñigo!! Siempre es más gratificante escuchar la voz de un amigo que leer un comentario, y más si es del norte y sabe tanto como tú... Un abrazo
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