Desde pequeña siempre quise ser
maestra. Era mi sueño posible. Sentaba a mis muñecas sobre la cama, ponía unos
trozos de papel en los que antes había escrito algunas sumas y restas (unas
bien hechas y otras no para corregir con bolígrafo rojo), y simulaba ser su
profesora, elogiando sus bondades y criticando su conducta o falta de esfuerzo con
comentarios que más bien parecían grabaciones reales en mi propia aula.
Recuerdo especialmente a una profesora que me acompañó durante años de
escolarización. Y digo me acompañó porque su recuerdo cercano entonces (ahora
mucho más difuso pero no menos entrañable), hacía que entre ella y yo se
mantuviera un hilo afectivo que aun sin verla, sabía que estaba ahí. Recuerdo
más de una vez fingir que estaba triste cuando ella entraba en clase solo para
que se interesara por mí y me preguntara. O levantar velozmente la mano para
ser la primera en contestar y "darle la oportunidad" de que supiera que yo “me lo
sabía”, fuera lo que fuera la pregunta.
Con los años sigo estimando y
valorando mucho la figura del maestro/a. No estudié Magisterio finalmente,
pero digamos que la vida me ofreció un camino paralelo y estudiar Pedagogía me
permitió, con fortuna, acceder a la universidad como profesora asociada. Desde
hace unos años, además de mi profesión de psicóloga, desempeño la labor de “maestra”
de estudiantes de Pedagogía y de Educación Social. Puedo decir sin duda que
cumplí mi sueño, aunque éste se presentara en diferente formato y en lugar de
tener alumnos pequeños tengo la suerte de ayudar a formar a los que van a
enseñar a éstos. Difícil labor en los tiempos que corren.
El currículum de los educadores
está repleto de contenidos sin duda interesantes y valiosos. Yo diría
necesarios pero no suficientes. Psicología evolutiva, dificultades de
aprendizaje, programaciones, organización y gestión de centros y un largo etc. que dotan de recursos curriculares, pero se echa en falta la preparación de la
persona que va a EDUCAR.
Concibo el sistema educativo como las muñecas
matrioskas en las que de fuera a dentro participan diferentes
instancias/recursos/personas. La más grande y no por ello la más importante en
el resultado final, es el contexto de políticas educativas (lástima que cambien tanto
de traje en función del partido político que gobierne).
Le sigue una muñeca
dentro de esta grande, donde los proyectos educativos, las programaciones de
aula y unos cuantos documentos más guían la praxis educativa en cada centro
educativo. En el interior de ésta muñeca iría otra más pequeña pero no menos
carente de valor: las relaciones interprofesionales en el propio centro, el
cómo se articula lo que las otras estructuras van marcando pero ya en un plano
más interpersonal, en el que se crean o pueden crear grupos de apoyo,
profesionales que sin dejar de lado lo establecido aderezan la labor educativa buscando recursos y formas eficaces de llegar a sus alumnos.
Pero sin
duda, la matriuska interior, la más pequeñita es la más importante, la que
impregna (o no) de afecto los contenidos, la que es capaz de cambiar el color del
cielo cuando hay nubarrones que vienen tanto de la institución educativa como
de las propias familias de los niños y niñas, la que posibilita el verdadero
valor de la educación.
El/la profesional de la educación, la esencia del sistema educativo, es quien verderamente es capaz de conducir al aprendizaje,más allá de cuestiones organizativas, estructurales o curriculares. Se es maestro/a, se es la parte del eslabón en la que se sostiene la cadena. Se enseña con la cabeza y se educa con el corazón. Se es, en muchas ocasiones maestro/a de vida e incluso tutor/a...de resiliencia.
Al hilo de todo esto quiero
compartir con vosotros un documento elaborado conjuntamente por la Universidad
de Valencia y Unicef, editado recientemente en octubre de 2015 y que se titula:
“Los derechos de la infancia para futuros profesionales de la educación. Una aproximación”.
Este sencillo documento, pretende
ofrecer, desde una visión de la infancia como niños y niñas sujetos de derechos
y no objetos de cuidado y responsabilidad únicamente del ámbito privado de la
familia, un ejercicio de sensibilización y concienciación, de
corresponsabilidad individual y colectiva, de la defensa de los derechos de la
infancia recogidos en la Convención de los derechos del Niño.
Esta guía pretende
responder a la pregunta que un docente puede hacerse acerca de "¿qué debo hacer
para dar mejor cumplimiento a los derechos de la infancia en mi profesión?".
Hace un repaso a los principios rectores de la Convención de los derechos del
Niño aplicados a la educación y aporta claves para su aplicación, como la introducción
de prácticas de inclusión (por ejemplo no estereotipar, promover una atmósfera
de respeto, asegurar la igualdad de género,etc.), contar con los niños y las
niñas haciéndoles partícipes en el proceso educativo, protegerles de la
violencia o fomentando el derecho al juego, entre otros. Finalmente aporta también algunos ejemplos de ejercicios prácticos.
Un pequeño documento en cuanto a
extensión con un amplio valor sociopedagógico. Podéis descargarlo en el
siguiente enlace: http://www.unicef.es/sites/www.unicef.es/files/los_derechos_de_la_infancia_para_futuros_profesionales_de_educacion._una_aproximacion.pdf
Espero que os guste y sea de vuestro interés. Hasta pronto.
Gracias Conchi. Disfruto leer siempre lo que nos compartes, son temas muy importantes. Los aplico en mente y corazón.
ResponderEliminarMuchas gracias a tí María de los Angeles. Tus palabras y abrazos virtuales me llegan siempre muy adentro. Que bueno es saber que al otro lado del mundo hay personas como tú que valoran mis humildes aportaciones y siempre tienen palabras bonitas que hacen a una sentirse sentida. Espero por mucho tiempo seguir compartiendo contigo. Un abrazo!
ResponderEliminarGracias,por escribir esta entrada,necesitaba leer algo así esta semana que ando batallando porque se tengan en cuenta las emociones a la hora de educar y nos dejemos de etiquetar.Al leerte me ha recordado las palabras que me dijo la seño de mi hijo el otro día en esta clase hay niños trabajadores y los que no lo son, junto con la lapidación "yo no tengo ningún problema lo tiene él".Cada día lo tengo más claro ser maestro tiene que ser vocacional.Un abrazo.
ResponderEliminarMarina estoy totalmente de acuerdo contigo, las emociones siguen estando alejadas del curriculum pero lo que es más triste es que lo estén de la praxis educativa de muchos docentes. Desde una mirada integral que contemple lo que los niños hacen, piensan y sienten es desde donde tiene sentido la educación. No son meros receptores de contenidos. Espero que tu batalla tenga buenos resultados. Un abrazo
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