La
epidemia del siglo actual no viene en forma de tos y fiebre. Son alarmantes los
datos que recogen las estadísticas sobre los y las adolescentes que han
generado adicciones tecnológicas, tanto o más preocupantes que las adicciones a
sustancias. Recientemente en la ciudad en la que vivo se celebraron unas
jornadas de prevención en la que la concejala la Sanidad y Salud decía: "el
juego es cada vez más temprano y adictivo entre los jóvenes". Palabras
sabias basadas en la evidencia, igual que el consabido eslogan "fumar
mata" pero el consumo de tabaco sigue estando ahí en cifras
desorbitadas.
Conclusión:
tenemos un problema. Algo que es bueno, como son las (nuevas) tecnologías, mal
usadas se están convirtiendo en fuente de placer para unos (los y las niños y
adolescentes) y en fuente de conflicto y preocupación para otros (padres,
madres y educadores/as), tanto por las consecuencias que generan su uso-abuso como
por las dificultades en la convivencia familiar.
En
esto, como en todo, hay un principio.
De repente no tenemos un adolescente enganchado en casa o a una niña de 10 años
que sube fotos en Instagram. Cuestión
de educación, de hábitos, de normas y límites. Los niños y niñas que hoy tienen 3, 5, 7, años...se
enfrentan a un mundo digital tan lleno de posibilidades como de riesgos. El mayor riesgo es dejar de ser niños y niñas, dejar
de pensar como han de pensar los niños y niñas conforme a la naturaleza de sus
cerebros que la naturaleza ha provisto (y no de los estímulos e información inadecuada
e incapaz de poder ser procesada adecuadamente), y dejar de jugar a lo que
siempre han jugado los niños y las niñas por centrar su tiempo y atención
en aparatos diversos. Algo hay que hacer.
Por
eso, cuando una mamá me pidió que yo valorara unas normas que ella entendía que
podría ayudar a que sus hijos usaran de manera adecuada las pantallas, me
pareció que eran muy interesantes y le pedí que me prestara esas ideas para
desarrollarlas un poco, añadir alguna cuestión más y poder compartirlas en una entrada.
Estas
orientaciones en principio irían dirigidas
a padres, madres y educadores/es de niños y niñas de 2 a 12 años (antes de esa edad existen
profesionales médicos, entre ellos la Asociación Americana de Pediatría que
desaconsejan su uso). Ni están todas las que son (o deberían ser) ni pretenden
ser dogma para nadie, sólo reflexiones que pueden ser compartidas (o no):
- En relación a los contenidos:
1. Programas
o contenidos de tipo informativo: Videos
cortos que explican cosas del tipo de "cómo se hace" (experimentos,
manualidades, papiroflexia, etc), o algún otro contenido que fomente su
curiosidad a partir de situaciones reales, es decir, que les facilite
herramientas para promover la creatividad o ideas para desarrollar su
capacidad de razonamiento.
2.
Programas
infantiles o dibujos animados o juegos interactivos que previamente los adultos
hayamos comprobado que son adecuados,
es decir "relatos" o historias que no sean contrarios a los valores
que se pretenden transmitir en la familia. Quedarían fuera programas que
sexualizan a niños o niñas desde pequeños o las series dirigidas a personas
adultas; o aquellos otros donde la figura del mujer o niña aparece
sometida o humillada al poder masculino; o programas o viodeojuegos
excesivamente violentos donde la única trama es la conquista o
dominación; o programas que desautorizan a las personas adultas bien
porque las ridiculicen o bien porque las muestren comportándose de
una manera inmadura y poco responsable (como ocurre en algunos dibujos
animados bien conocidos).
- En relación a los tiempos:
1.
No
tener la TV encendida como "música de fondo" todo el tiempo y que
tengan acceso de manera indiscriminada a cualquier cosa: telediarios, concursos tipo reality
sohw, programas de “cotilleo”, etc. La mente de los niños es fácilmente
influenciable con la información que proviene de los informativos, en los que
en numerosas ocasiones se informa de tragedias, desdichas y desgracias varias.
De hecho, en buena medida contribuyen a la creación y mantenimientos de
miedos que, aún siendo evolutivos algunos de ellos (como el miedo a la muerte o
a que pase algo a la familia) se cronifican al ser reforzados con la
cantidad de muertes, accidentes y peligros de los que se informan. De igual
modo, los reality show muestran que todo puede ser exhibido, que no hay lugar
para la intimidad y además, se presencian formas de comunicarse y resolver
situaciones de convivencia en muchas ocasiones de hostilidad, insultos y otras
lindes. Los programas de cotilleo, por su parte, no aportan a los niños y niñas
ninguna información de interés, ni cultural, ni de ocio sano, sino más bien la
intromisión en la vida de las personas.
2.
En
cuanto a los tiempos, y
teniendo en cuenta como hemos dicho antes que no valen todos los contenidos, y
con independencia de que sea en la TV, tablet o movil , no más de 3 o 4 capítulos o
jugadas, nunca
más de hora y media seguidas en el caso de los/las más mayores,
mucho menos en los/las pequeños/as a los que no se debería dejar más de una
hora. Obvia decir que los videojuegos no deben interferir las rutinas y hábitos saludables de los niños y niñas, por lo que dado que entre tareas, rutinas, juegos con otros niños/as, etc., tendrían que estar restringidos a los fines de semana.
3.
En
el coche al viajar, NO acostumbrarles a coger las pantallas en todos los
trayectos, solo cuando el viaje
dure más de 30 minutos. El poder adictivo de los videojuegos engancha de una
manera increíble, de tal forma que se convertirá pronto en un hábito que,
además de ir sumando el tiempo de exposición a las pantallas, va en detrimento
de las relaciones interpersonales.
4.
En
el caso de las películas, que tienen una mayor duración, por supuesto no vamos
a demonizar su visionado cuando estas pueden ser una herramienta pedagógica muy
útil, pero no podemos encadenar una tras otra. Cuando se termine la película se pedirá
al niño o niña que cambien de actividad. Con
ello no sólo les educamos en el buen uso y evitamos adicciones, sino que también
estamos educando en la tolerancia a la frustración problemática que se
encuentra a la base de todos y casi todos los problemas de conducta.
5.
Las
pantallas NO deben ser utilizadas en forma de “chantaje” para que se porten
bien, no son una alternativa al buen comportamiento. ¡Ceder por parte del adulto para no
oírles llorar o para que se callen cuando nos interrumpen les lanza el mensaje
de que es posible conseguir un ratito más de Tablet o de TV, solo hace falta
que el medio que utilizan como moneda de compra (llanto, gritos,
interrupciones) cobre más fuerza!.
6. Tampoco
deben ser utilizadas para distraerlos ante una frustración, decepción o algún
otro estado emocional que no están sabiendo gestionar. El precio es caro pero lo peor no es
la dependencia en sí que se puede gestar. Lo peor es el aprendizaje de asociar
la calma ante el estrés, enfado o frustración a la “administración de la
pastilla virtual”, es decir, a la tranquilidad que le proporcionan las
máquinas y no el buscar la seguridad en el adulto, la reflexión y el autoconocimiento.
7.
Nunca
para irse a dormir o al despertarse.
Las pantallas no deben ser ni lo primero que vean al levantarse ni lo último
que utilicen antes de irse a dormir. Para inducir el sueño se aconseja realizar
actividades tranquilas que inviten al cuerpo y a la mente a dejarse llevar por
el sueño, como por ejemplo contar un cuento o charlar acerca de cómo ha ido el
día.
- En relación a los contextos:
1. En compañia de alguna persona adulta.
Dos son los conceptos claves que SOLO LOS ADULTOS deben tener en cuenta:
Supervisión y límites.
La primera por lo que ya hemos comentado, los segundos porque los niños y niñas
no entienden de tiempos cuando están embelesados ante una pantalla y siempre
quieren más.
2.
Dar
pie a que se pueda comentar juntos/as lo que se ha visto al terminar el
visionado de un programa de televisión o un juego. Aunque vivimos en la era de la
información, lo cierto es que ni ha habido ni habrá mejor información que la
que proviene de un padre, madre o tutor/a sensible, atento y disponible ante la
curiosidad o el interés de un niño o niña por un tema. Las pantallas
pueden ser herramientas. Los adultos somos los técnicos de la información que
enseñan a emplearlas adaptándolas a la edad cronológica y mental (que no
siempre van parejas).
3.
El
uso de los aparatos debe respetar al resto de personas con las que se comparte
el espacio, es
decir, el volumen no muy alto, pactar lo que se va a ver para que no siempre
salga ganando una de las partes, negociar el reparto del espacio en el sofá,
etc.
Obviamente
esto no son más que reflexiones acerca de lo que sería recomendable en cuanto
al uso de las pantallas de niños y niñas de 2 a 12 años y por supuesto
habría muchas más cosas a tener en cuenta.
Algunas
otras recomendaciones realizadas por la Asociación Española de Pediatría y la
Policía Nacional son las que se recogen en esta imagen:
Como
reflexión final yo acabaría esta entrada con dos frases para invitaros a seguir
pensando:
LAS PANTALLAS NO SON JUGUETES
ELLOS PIDEN, TÚ DECIDES
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