Quizás por la
propia connotación que el tema de la muerte despierta en nuestra cultura, esta
mañana cuando le comentaba a mi compañera el tema de mi siguiente post
ella me comentaba con sorpresa si me atrevía a hablar de la muerte en la infancia. ¿No
es eso hablar también de resiliencia infantil?¿Qué diferencia hay entre este y
otros temas en los que se han de promover los recursos de los niños? Y es que
hablar de este concepto no es habitual ni en los contextos familiares ni mucho
menos en otros entornos educativos, ni siquiera divulgativos, …pese a
que se trata de algo del que todos tenemos experiencia directa o indirecta.
Dice el psiquiatra
Luis Rojas Marcos (2010):“ Por más que deseemos evitarlo, la realidad es que
casi nadie se libra de sufrir alguna desgracia a lo largo de la vida. Según
cuantifican varios estudios epidemiológicos, los habitantes de los países de
Occidente no abandonan este mundo sin antes haber afrontado, por término medio,
dos serias adversidades que pusieron en peligro su integridad física o mental. Ni siquiera los niños”. Distingue este
psiquiatra entre desdichas comunes y desdichas excepcionales, situando la
pérdida de un ser querido como una desdicha común que viene a ser uno de los
“gajes desafortunados del oficio de existir”.
Y es que la
muerte, a pesar de ser algo UNIVERSAL es un tema tabú, a pesar de que en TODAS
las familias hace su aparición en algún momento, muchas veces cuando los niños
o niñas son pequeños. De cómo vivan los padres el tema de la muerte va a depender, en gran medida, la respuesta de los
niños ante esta adversidad. La gestión que hagan antes, durante y después del
evento que conlleva una pérdida va a influir de manera directa en que el niño o
niña pueda desarrollar sus recursos resilientes…o que suponga un suceso
traumático que conlleva una importante afectación emocional, conductual y
relacional.
Yo reconozco
que en mi caso no es precisamente un tema del que haya hablado siempre con
facilidad posiblemente desde mi creencia remota de que hay que evitar el dolor, el propio y
el ajeno. Recuerdo que el periquito que teníamos cuando mi hija era pequeña “se
escapó volando por la puerta de la jaula para buscar amiguitos”. Y no volvió.
Más tarde el fallecimiento
de un familiar muy cercano y querido de forma prematura fue vivido posteriormente sin
grandes conversaciones, desde la resignación pero también desde el dolor
contenido para que no sobrepasara la barrera de lo controlable, ya que había
que evitar la emoción negativa que pudiera invadir a una niña que no podía
apenas comprender por qué paso. Si no éramos capaces de hablar del periquito para evitar el sufrimiento, ahora...
Claro, que el
no hablar de ello no significa que no haya ocurrido. Ni que los niños y niñas
no tengan curiosidad y necesiten respuestas
a sus preguntas. Es más, muchas veces no es necesario que haya ocurrido
alguna muerte en la familia o en su entorno para que dichas preguntas existan,
al menos en su pensamiento. Ellos y ellas inventan sus propias historias sobre
la vida y la muerte, unas veces de la mano del pensamiento mágico; otras de
respuestas de otros que, como ellos, no disponen de las mejores explicaciones;
y en algunos casos de las propias experiencias de terror que han podido
experimentar autoculpándose por sentirse responsables de la muerte de algún
familiar por su conducta.
Recuerdo a una
adolescente que llevaba años arrastrando el fantasma de la culpa porque su mamá,
años antes, se suicidó el día siguiente de haber tenido una fuerte discusión
con ella. No alcanzó nunca a entender
que su madre tenía una depresión crónica que le llevó al fatídico final porque
a esa edad no se entiende de depresión si no es que algún familiar te recoge,
protege, explica y tranquiliza diciéndote que los niños no tienen culpa de la muerte de
nadie, que es la enfermedad la responsable. Y ella no lo tuvo, nadie le explicó
y acompañó en su duelo pues sus padres se encontraban separados y, añadido al
dolor de la pérdida de su madre se sumó el dolor de la pérdida de sus amigos,
de su colegio, de sus rutinas, al marcharse a vivir con un padre que hacía años
la veía una vez cada quince días en los anteriores cuatro años a la muerte de
su mamá.
La importancia de saber en este tema es algo incuestionable. Saber cómo viven los niños la muerte según la edad. Saber qué es lo esperable. Saber cómo hablar con ellos. Saber ofrecerles un apoyo y afecto inconmensurables a pesar de las circunstancias. Saber dónde podemos saber más.
En este post
quería presentaros una Guía muy útil, ahora o en un futuro, para todos aquellos
que tienen niños. La Guía tiene por nombre Explícame qué ha pasado. Guía para ayudar a los adultos a hablar de la muerte y el duelo con los niños, está
elaborada por Loreto Cid Egea,
psicóloga y psicoterapeuta infantil, y ha sido editada por la Fundación Mario
Losantos del Campo (2011).
Como dice la autora
es de vital importancia saber cómo va adquiriendo el niño el concepto de
muerte y de "estar muerto" a lo largo de su desarrollo evolutivo. Es importante
saber qué entiende, qué se pregunta y con qué fantasea a cada edad, para poder
ayudarle a que se aproxime a esta realidad de una manera veraz y menos
angustiosa. Estar en duelo es doloroso, pero más doloroso y angustioso es estar
en duelo y dejar que tus fantasías te aterroricen.
Algunas de las
cosas que recoge la Guía y que son de sumo interés son:
·
Comprender la muerte requiere un proceso largo y
emocional, porque saber no es lo mismo que asimilar lo que se sabe.
·
Todos los niños deberían comprender cuatro
conceptos sobre la muerte:
2.
Es
IRREVERSIBLE. Cuando morimos no volvemos a estar vivos nunca. Es un estado
permanente y no un estadio temporal. El duelo es un proceso doloroso que
implica redefinir nuestros lazos con la persona que ha fallecido. Un primer
paso esencial en este proceso es aceptar que la pérdida es permanente y
definitiva. En los dibujos animados, en los videojuegos, se mueren solo un rato
y esto deriva en una comprensión errónea.
3.
Todas las
funciones vitales terminan completamente en el momento de la muerte. Cuando
morimos el cuerpo ya no funciona. Esto no es fácil de comprender por los
pequeños por su propia limitación cognitiva y emocional, y a veces por la
explicación del adulto (piensan que la
persona que fallece sigue sintiendo como si estuviera dormida).
4.
Toda
muerte tiene un porqué. Si no le damos una explicación de lo sucedido,
elaborará su propia teoría dejándose llevar por el pensamiento mágico, lo cual
puede generarle más angustia. Importante hacerle comprender que los
pensamientos, los sentimientos de enfado, de rabia o de celos NUNCA pueden
provocar la muerte. Cuidado con las metáforas: “El abuelito se ha quedado
dormido y ya no va a despertar” puede provocar en el niño un gran temor irse a la cama y a quedarse dormido; “Tu
hermanita era buena y se ha ido al cielo, puede hacer sentir al niño mucha
confusión sobre si portarse bien es bueno o malo. Por otra parte, hablarle de
la parte espiritual de la muerte y de lo que significa para nosotros es
necesario, pero no suficiente.
·
Los niños van a comprender y reaccionar de
diferentes maneras ante la muerte, dependiendo de su edad, su momento
evolutivo, sus experiencias vitales, su desarrollo cognitivo, su grado de
madurez, su mundo emocional y su capacidad de conceptualizar.
·
Lo que los niños alcanzan a comprender de manera
distintas en las distintas etapas de su desarrollo:
Ø
Del bebé
al niño de 2 años:
-
La muerte es sólo una palabra, no comprende su
significado, pero al ir desarrollando la noción de pertenencia de objeto, son
capaces de sentir la ausencia
-
Perciben los cambios en su entorno y sus rutinas
-
Son sensibles al estado de ánimo negativo de los
cuidadores como consecuencia de la muerte de un ser querido.
-
Subjetividad y pensamiento mágico.
-
Muerte como estado temporal y reversible,
semejante a ir a dormir o una forma de sueño.
-
Creen que la muerte es contagiosa y que otras
personas de su entorno también pueden morir.
-
No comprenden aún la universalidad de la muerte.
Piensan que ellos mismos o sus padres no van a morir.
-
Interpretan de forma literal cualquier
explicación que le demos de la muerte.
-
Hacia el final de la etapa (9-10 años) ya son
capaces de tener una noción completa de lo que significa verdaderamente morir.
La muerte es definitiva e irreversible.
-
Hacia los 7 diferencian fantasía de la realidad.
La muerte va siendo más real.
-
Pueden experimentar sentimientos de culpa
creyendo que la muerte puede deberse a algo que ellos hayan dicho, hecho o
pensado.
-
Pueden mostrar el deseo de asistir al funeral
del familiar fallecido (es fundamental acompañarle y explicarle con antelación
en qué consiste).
-
Son plenamente conscientes de su propia
mortalidad y les puede producir inquietud.
-
Se muestran interesados por el más allá, así
como por las creencias religiosas o culturales sobre la muerte.
-
Tienen mayor conciencia de los cambios que la
muerte traerá a sus vidas y a su futuro.
-
Suelen mostrarse reacios a hablar de lo que
piensan o sienten sobre la muerte.
-
Tienen plena conciencia de lo que significa la
muerte y puede formarse tanto una explicación desde el punto de vista
biológico y científico, como desde una perspectiva filosófica, ideológica o
religiosa.
-
Teorizan sobre la muerte a medida que adquieren
las capacidades para el pensamiento formal y abstracto.
-
Pueden negar su propia mortalidad a través de
conductas de riesgo y provocaciones, o bien mostrar ansiedades hipocondríacas
ante los cambios corporales que van sufriendo.
-
Importante integrar al adolescente en todos los
ritos de despedida que vayan a tener lugar y ofrecerle la posibilidad de
participar activamente en ellos.
·
Acerca de cómo comunicar la muerte de un ser querido:
-
La noticia de la muerte de un ser querido debe
ser transmitida al niño lo antes posible y siempre por medio de una persona en
la que confíe y sienta cercana, a ser posible sus propios padres.
-
Ninguna de las explicaciones que se den al niño
o al adolescente tienen porqué darse “de golpe”: podemos ir haciéndolo poco a
poco y siempre completándolo con las preguntas, dudas y observaciones que él
mismo quiera hacer (deben saber siempre la VERDAD de lo sucedido, pero esta
verdad debe abordarse en función de la capacidad cognitiva y emocional que el
niño posea para poder comprenderla e integrarla).
-
La primera verdad que debe saber un niño es que
la persona ha muerto y que nunca más volveremos a verla.
-
Siempre que sea conveniente, hay que asegurarse
que el menor tenga claro que no es responsable de la muerte de su pariente.
-
Es importante brindarles seguridad y protección,
especialmente a los niños más pequeños, para combatir su temor a que otro familiar
cercano pueda morir.
-
En la medida de lo posible, hablarles y
calmarles acerca de la continuidad de sus vidas: sus amigos, sus actividades,
sus rutinas, sus juegos, sus cumpleaños…van a seguir como siempre. Ayudarles a
que sientan seguro su mundo para que puedan elaborar adecuadamente el duelo,
sin complicarlo con sentimientos añadidos de incertidumbre e intranquilidad por
la situación futura y su estabilidad emocional.
-
Los niños necesitan compartir y escuchar de los
demás que la persona fallecida siempre va a estar en nuestro corazón, en
nuestros recuerdos y en nuestra memoria. No hablar del fallecido solo complica
el duelo de los mayores y de los niños.
-
También necesitan aprender a expresar lo que
sienten y, entre estos sentimientos, está el dolor por la muerte del ser
querido. Si lloramos aprenden que llorar no es malo y que la tristeza aparece
en forma de llanto.
·
El DUELO es el proceso emocional que atraviesa
una persona tras sufrir algún tipo de pérdida. Hay que entender que el duelo
es...
§
Un proceso normal, no una enfermedad. Además es
esperable.
§
Un proceso dinámico, implica cambios en el
estado físico, psicológico y social. Son normales los altibajos.
§
Un proceso íntimo, privado y a la vez social.
§
Un proceso activo que implica un trabajo
personal.
·
La intensidad y duración del duelo depende de
muchos factores: tipo de muerte (esperada o repentina, apacible o violenta), la
intensidad del vínculo con el fallecido, el tipo de relación con la persona
perdida (dependencia, conflictos, ambivalencia), la edad, etc.
·
Podemos decir que hemos completado un duelo
cuando somos capaces de recordar al fallecido sin sentir dolor, cuando hemos
aprendido a vivir sin él o ella, cuando hemos dejado de vivir en el pasado y
podemos invertir de nuevo toda nuestra energía en la vida y en los vivos.
Esto son sólo unas pinceladas de esta
interesantísima obra elaborada por Loreto Cid. En la Guía aparecen
desarrolladas además de las ideas anteriores otros aspectos muy interesantes
como creencias erróneas sobre el duelo en los niños, las características de los
procesos de duelo en la infancia, pautas de actuación ante el duelo en las
distintas etapas, el niño que atraviesa un duelo en el aula, así como un
listado con bibliografía recomendada para padres, profesores y niños según la
edad.
En definitiva, toda una joya para leer
ahora y guardarla en el kit de herramientas para cuando sea necesario
desempolvar. O prestar.
El modo en cómo los adultos resuelven la pérdida de un
ser querido ayuda a promover la resiliencia en los niños y que estos entiendan
que la muerte es un suceso normativo que tiene lugar tarde o temprano en la
vida de las personas. Si la vida es un proceso en el que se suceden etapas, una
de ellas es la muerte. Si les preparamos para su primer día de colegio, para su
primer partido de fútbol, para su primer campamento lejos de la familia ¿por qué
no prepararles desde muy pequeños para algo que inevitablemente salpicará su
vida tarde o temprano?
Enhorabuena Conchi. Pareces el bolso de mary poppins tienes de todo ahi dentro!!!!!!
ResponderEliminarMe gusta tu comparación, por aquello del bolso repleto pero sobre todo por lo de endulzar la vida a los otros.Con un poco de azúcar...¿te suena, no?
EliminarMe encanta!!! Disfruté con la lectura. Además de realizar un magnífico prólogo a la Guía que presentas, que de forma inmediata hago mía tanto a nivel personal como profesional, tu tratamiento sobre el tema ha sido tan motivador que ya cambié la lente, me sumo a tu óptica. Y ya sabes que eso ahora es peligroso... Gracias
ResponderEliminarAh! Sigo echando de menos poder marcar un "Me gusta"
Gracias Esther!! Me gusta que compartas mis cosas, además de poder tener el lujo de debatirlas contigo. (Para el "me gusta",a través de facebook).
EliminarUn abrazo
Me gustó mucho tu entrada. Crecí en una familia en donde siempre se habló de todo sin tapujos ni rodeos, incluida la muerte. En casa los asuntos trágicos solemos darles su debida dimensión, pero también solemos bromear, escandalizando a más de uno!! Mis hijos han vivido muertes cercanas, para mi chiquita, que es adoptada, es más difícil de gestionar pues si a algo le tiene terror es a las separaciones y al abandono. Continuamente tiene miedo a que sus quereres más cercanos muramos, entonces cuando se presenta una muerte en la familia lógicamente ella sufre y se angustia muchísimo. Hace no mucho murió mi cuñado, dado que todos sabíamos que el deselance estaba cerca, pasamos mucho tiempo con él, y el último día que lo vimos incluso nos despedimos, nos abrazamos, besamos etc y hablamos de lo hermoso que había sido haber compartido parte de nuestra vida con él. Para mi chiquita este proceso fue maravilloso, pues aunque se angustió porque el tío estaba muriendo, pudo vivir el proceso de la despedida.
ResponderEliminarTe dejo el enlace a una entrada que escribí en mi blog hace unos meses, habla de la muerte de mi papá.
http://chiquitaadorada.blogspot.mx/2012/11/hoy-eres-fiesta.html
Un abrazo fuerte desde México
Muchas gracias por compartir tu experiencia. Sin duda el cómo crecemos acompañados de actitudes en un sentido u otro va a influir luego en la gestión que hagamos cuando somos madres o padres.
EliminarTu testimonio recogido en la entrada que compartes refleja la cohesión, la unión en lo bueno y en lo menos bueno, el amor familiar...buenos antídotos para hacer frente a la adversidad!!! Tu papá se sentirá seguro muy orgulloso de tí y de los tuyos.
En el caso de tu pequeña parece que se juntan los miedos evolutivos propios de la edad al plantearse la muerte como algo posible añadido al miedo a sentirse abandonada como muchos niños y niñas adoptados, pero seguro que la experiencia vivida con la muerte de tu cuñado pudo crear en ella nuevas redes neuronales de entender la muerte que le harán un poquito´más fuerte y capaz de valorar los buenos momentos que nos regalan las personas de nuestro entorno.
Te mando un abrao muy fuerte desde este lado del mundo.
He recibido un comentario muy emotivo que por razones que reservo no voy a publicar para preservar su identidad, pero quiero decirle desde aquí que entiendo su preocupación, que es normal que haya sucesos que nos impacten porque ocurren a personas que están cerca de nosotros o son importantes y que a ciertas edades es difícil comprender algunas cosas que pasan, que nos parecen injustas y que despiertan un miedo que resulta difícil controlar.
ResponderEliminarA esta persona quiero mandarle un abrazo muy grande, pedirle que busque a alguien de su confianza para hablar de cómo se siente y pueda expresar sus emociones con este tema, y sobre todo, que confíe en su capacidad para superar esto que ahora tanto le preocupa porque estoy segura que tendrá una gran fuerza personal y personas de su entorno que le apoyen, tranquilicen y escuchen.
Un tema muy importante del que se debería saber. Gracias por esta entrada, me parece muy útil.
ResponderEliminarUn saludo
Estimada Lorea, me alegra que sea de tu interés. Todavía es un tema que no se habla con la naturalidad que sería necesaria, pero muchas veces por desconocimiento por parte de los adultos. Siempre es bueno disponer de guías de este tipo porque permite tener herramientas para una respuesta más adecuada. Un abrazo!!!
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