Yo la quise, y a veces ella también me quiso.
En las noches
como ésta me tuvo
entre sus brazos.”
Así decían unos versos de Pablo Neruda (salvando la cursiva que he cambiado yo de pronombre) y que me resuenan esta tarde en la cabeza una y otra vez recordando, sin querer, de manera inconsciente, las historias recientes de los chicos y chicas con los que he trabajado estos días.
Y es que ser profesional no me exime de tener emociones, de sentir como sienten.
Esta no es una entrada triste aunque pudiera parecerlo. Es más
bien una entrada más personal que pretende transmitir esperanza, confianza.
Es sorprendente cómo después de soportar tanto sufrimiento aún
siguen confiando en los adultos. O cómo son capaces de perdonar el daño que han
recibido porque viene de personas tan importantes para ellos que no pueden
soportar tener sentimientos negativos.
Me llevo a casa como si fueran tesoros las metáforas que
comparten conmigo, porque SI, son capaces -aunque no lo creamos- de pensar en
sus vidas mirándose en espejos que no siempre son tan nítidos y limpios como
debieran ser y que recogen imágenes de ellos deformadas, distorsionadas.
Y sin embargo, esas vidas tristes de las que podrían escribir
infinidad de versos tristes pensando en esa madre que un día los tuvo en brazos
y no pudo o supo cuidarle bien, en esa madre a la que a pesar de sus
incompetencias quieren y necesitan sentirse por ella querid@s, están ahí.
Historias que están haciendo mella en sus vidas, devolviéndoles a golpe de
emoción los recuerdos que su memoria implícita no pueden borrar y que no son
capaces de entender. Impidiéndoles tener unas relaciones con los otros cargadas
de momentos grises que empañan el espejo y les devuelven una imagen de sí poco
nítida.
Menos mal que los reflejos de luz que en algunos tramos entran
les permiten ver en ese espejo que no están solos, que aparecen junto a él/ella
otras personas que saben mirarle en su esencia, sin borrones ni distorsiones.
Son capaces de reconocer a esas personas y de agradecer, con una sonrisa,con un
gesto,con una mirada cómplice, que se sienten sentidos.
Hoy he aprendido una nueva metáfora que aplico a cómo me siento
escribiendo esta entrada y que viene a ser cómo me encuentro estos días (¡es lo
que tiene ser humana!). Al pensar en ellos parece que en mi cabeza hay una macedonia de emociones.
Se entremezclan emociones agridulces y amargas como la rabia y
la tristeza por lo injusto de sus vidas, pero también emociones frescas como la
alegría, o emociones dulces como la ternura que me despiertan, o emociones
intensas de larga duración como la esperanza y la fortaleza que demuestran.
A todos ellos y ellas, sea cual sea su edad, su historia, sus
dificultades, sus etiquetas…les quisiera decir:
Creo en ti…aunque tu conducta no sea la más adecuada, sé que no sabes
explicar de otro modo cómo te sientes.
Creo en ti…porque detrás de ese traje de tipo duro o de chica fuerte se
esconde un corazón herido que necesita que le abracen y le quieran.
Creo en ti…por mucho que continúes robando o mintiendo o quizás devorando
comida con atracones, porque sé que solo quieres coger lo que no tuviste, la
nutrición afectiva que te faltó.
Creo en ti… sin que tengas para ello que demostrarme con halagos excesivos
o palabras que piensas que yo quiero oír que existes y que te tengo presente.
Creo en ti… aún en tus peores momentos, en los que tus emociones
sobrepasan tu capacidad para poder ser integradas, e intentas huir
desesperadamente de ti y tu historia con conductas autolesivas.
Creo en ti… porque crees en mí y me abres tu mundo para pasear por él
buscando tesoros en ti mis@ y en los otros que te den bienestar y te quiten
sufrimiento.
Por eso, aunque mi macedonia emocional me trae a la memoria los
versos del principio...”puedo
escribir los versos más tristes esta noche…”, las frutas de la
resiliencia me llevan a compartir contigo este otro poema de Mario
Benedetti:
"No te rindas, aún estás a tiempo de alcanzar y
comenzar de nuevo.
Aceptar tus sombras, enterrar tus miedos, liberar el lastre,
retomar el vuelo.
No te rindas que la vida es eso, continuar el viaje, perseguir tus sueños,
destrabar el tiempo, correr los escombros, y destapar el cielo.
No te rindas, por favor no cedas, aunque el frío queme,
aunque el miedo muerda, aunque el sol se esconda, y se calle el
viento,
aún hay fuego en tu alma, aún hay vida en tus
sueños.
Porque la vida es tuya y tuyo también el deseo,porque lo has querido
y porque te quiero.
Porque existe el vino y el amor, es cierto. Porque no hay
heridas que no cure el tiempo.
Abrir las puertas, quitar los cerrojos, abandonar las murallas
que te protegieron,
Vivir la vida y aceptar el reto, recuperar la risa,
ensayar un canto,
bajar la guardia y extender las manos, desplegar las alas e
intentar de nuevo,
Celebrar la vida y retomar los cielos.
No te rindas, por favor no cedas, aunque el frío queme,
Aunque el miedo muerda, aunque el sol se ponga y se calle el
viento,
Aún hay fuego en tu alma, aún hay vida en tus sueños
Porque cada día es un comienzo nuevo, porque esta es la
hora y el mejor momento.
Porque no estás solo, porque yo te quiero."
Increíble Conchi, me llegó bien dentro, logras transmitir esa esperanza y confianza que pretendías... así es como necesitamos vivir, con mucha esperanza, siendo positivos, y sobre todo haciéndoles saber a nuestros hijos que confíamos en ellos, que no están solos, que de eso se trata ser familia, estar en las buenas y en las malas...
ResponderEliminarMuchas gracias por tu comentario, Alejandra. Es muy importante para TODOS LOS NIÑOS Y NIÑAS saber que confiamos en ellos, pero especialmente para los que la vida no ha sido fácil y se ven atrapados en situaciones que ellos/as no eligieron restándoles bienestar. Nuestros hijos/as y los otros niñas y niñas son el tesoro más preciado de nuestra sociedad...solo hay que saber valorarlo como merecen.
EliminarUn abrazo
Dentro de la macedonia de fruta acida que les ha tocado ensu bol, que suerte tiene de encontar cachos dulces de tu sensibilidad, dedicacion, de tu mirada... gracias por el post. Un beso.
ResponderEliminarGracias por tus palabras,Iñigo.
EliminarCada vez tengo más claro que hay que mirar dos veces para percibir y conocer bien a un niño o niña...una sola mirada superficial en un plan de intervención hace posible solo verle,pero no reconocerle como algo tan suficientemente valioso que solo brilla cuando le ayudan a limpiar el barro que puede tener su fachada.
Un abrazo