lunes, 23 de junio de 2014

¿Albergando emociones impropias...o destapando el dolor del pasado?

Como sabéis este blog tiene como pilares fundamentales el apego, la resiliencia y la parentalidad. Desde que empecé a  escribir entradas en el mismo, y a medida que han ido aumentando en número, han habido dos de ellas que han competido en cuanto al ranking de más visitadas. Una de ellas es la que habla sobre "¿Vínculo o apego?" y en la otra se trata el conocido modelo de Edith Grotberg sobre resiliencia, "Yo tengo, yo puedo yo soy". Por mucho tiempo han estado rivalizando ambas,pero desde hace bastantes semanas había una que iba creciendo en visitas, cada vez más y más, hasta el punto de ser en la actualidad la más leida. Me refiero a la que tiene por título "¿Puede un  padre o madre sentir rechazo por su hijo/ay al mismo tiempo quererle?".
 
Para mí esto, que pudiera ser considerado como algo casual o sin importancia, es tomado como una señal que no puede pasar por alto. Es indicativo de la existencia de muchas personas, padres y madres, preocupados por esta cuestión.
Me consta además a través de emails que recibo, el sufrimiento que sienten quienes se encuentran en esa situación. Resulta emotivo leer el dolor que tienen por sentir rechazo hacia sus hijos, por no poder abrazarles sintiendo el amor que quisieran sentir, por sentirse malos/as por ello.


Todos tenemos emociones menos positivas que son alimentadas por experiencias vividas. Lo complicado es cuando la persona a quien se dirigen esas emociones es precisamente el ser vulnerable y necesitado de amor al que se ha de cuidar y proteger.¿cómo convivir con ese dolor? ¿cómo evitar que salga a la luz y se descubra lo que es para los otros -y para uno mismo- antinatural? ¿cómo rechazar y querer al mismo tiempo a un/a hijo/a?
La parte oculta que habita en nosotros y que se relaciona con situaciones en las que nos han humillado, maltratado, despreciado, o peor aún, ignorado, se encuentra muchas veces en un plano no consciente. Y en otras ocasiones, la propia toma de conciencia con esas emociones “impropias” hace que las tapemos rápidamente, los ocultemos, o incluso las adornemos sobreponiendo encima emociones bonitas que reluzcan más.
 
Mientras no reconozcamos esa parte oculta, ese por qué del rechazo, difícilmente se podrá solucionar el malestar y el dolor. Es como si eclipsara de manera fulminante cualquier intento de sentirse una madre o un padre amorosos.
Si es duro haber vivido situaciones indeseables, más aún lo es tener que reprimir las emociones que han quedado albergadas en nuestro interior. Está mal visto decir que no soportas que tu hijo te abrace, o que no te sale de dentro darle un beso y decir cuanto quieres a tu hija. Pero somos seres humanos (y no con ello justifico que esté bien sentir rechazo o repulsa a un hijo, simplemente lo entiendo), y las emociones nos acompañan, sin que las llamemos, no elegimos lo que sentimos.
No hay entonces que sentir vergüenza de ellas, no se es un monstruo porque se tengan asuntos sin resolver que de manera repentina aparecen en nuestra mente y nos bloquean. Negar los sentimientos no hace que desaparezcan. Lo importante es ser consciente de qué hay detrás de esas reacciones, de dónde vienen, dónde están sus raíces. Sólo así aprenderemos a pararlas cuando aparezcan. Mi hijo es mi hijo, no mi madre, ni la pareja que tuve y tanto me hizo sufrir. Separar personas de emociones.

Quizás podría ayudar preguntarse: ¿Por qué me molesta tanto mi hijo/a? ¿Se parece a mí en algo que me inquieta? ¿Qué siento cuando le miro? ¿Me recuerda a alguna situación vivida en mi infancia o después que me hizo sufrir? ¿Me identifico con él/ella en su manera de ser y eso me avergüenza? ¿Es fruto de una relación que ha acabado y que me resuena continuamente el dolor padecido entonces?¿Estaba preparada/o para tener este/a hijo/a? ¿A qué renuncié por tenerle/la?
Hace poco hablaba de la honestidad. Me reitero. No hay mejor solución que ser consciente, reconocer y aceptar lo que se siente. Sin culpas ni vergüenzas. Un madre o un padre que sufre porque rechaza a su hijo/a no es una mala madre o un mal padre desde el momento en que se siente mal por ello. Es una madre o un padre cuya caja de resonancias vibra de manera descontrolada y no consigue entonar la melodía del vínculo afectivo con su hijo/a.
Quiero acabar compartiendo un bonito cuento que habla de la importancia de mirar para dentro, de explorar las emociones, de conocernos más para estar mejor.
EL PÁJARO DEL ALMA
"Hondo, muy hondo, dentro del cuerpo habita el alma. Nadie la ha visto nunca pero todos saben que existe.
Y no solo saben que existe, saben también lo que hay en su interior. Dentro del alma, en su centro, esta, de pie sobre una sola pata, un pájaro: el pájaro del alma. Él siente todo lo que nosotros sentimos.
Cuando alguien nos hiere, el pájaro del alma vaga por nuestro cuerpo, por aquí, por allá, en cualquier dirección, aquejado de fuertes dolores.
Cuando alguien nos quiere, el pájaro del alma salta, dando pequeños y alegres brincos, yendo y viniendo, adelante y atrás.
Cuando alguien nos llama por nuestro nombre. El pájaro del alma presta atención a la voz, para averiguar qué clase de llamada es esa.
Cuando alguien se enoja con nosotros, el pájaro del alma se encierra en sí mismo silencioso y triste.
Y cuando alguien nos abraza, el pájaro del alma, que habita hondo, muy hondo, dentro del cuerpo, crece, crece, hasta que llena casi todo nuestro interior. A tal punto le hace bien el abrazo.
Hasta ahora no ha nacido hombre sin alma. Porque el alma se introduce en nosotros cuando nacemos, y no nos abandona ni siquiera una vez mientras vivimos.
Como el aire que el hombre respira desde su nacimiento hasta su muerte.
Seguramente quieres saber de qué está hecho el pájaro del alma.
¡Ah! Es muy sencillo: está hecho de cajones y cajones pero estos cajones no se pueden abrir así nada más.
Cada uno está cerrado por una llave muy especial.
Y es el pájaro del alma el único que puede abrir sus cajones.
¿Cómo? También esto es muy sencillo: con su otra pata.
El pájaro del alma está de pie sobre una sola pata; con la otra -doblada bajo el vientre a la hora del descanso- gira la llave, moviendo la manija y todo lo que hay dentro se esparce por el cuerpo.
Y como todo lo que sentimos tiene su propio cajón, el pájaro del alma tiene muchísimos cajones: un cajón para la alegría y un cajón para la tristeza, un cajón para la envidia y un cajón para la esperanza, un cajón para la decepción y un cajón para la desesperación, un cajón para la paciencia y un cajón para la impaciencia. También hay un cajón para el odio y otro para el enojo, y otro para los mimos. Un cajón para la pereza y un cajón para nuestro vacío, y un cajón para los secretos más ocultos (este es un cajón que casi nunca abrimos.
Y hay más cajones. También tú puedes añadir todos los que quieras. 


A veces el hombre puede elegir y señalar al pájaro… Qué llaves girar y qué cajones abrir. Y a veces es el pájaro quien decide.
Por ejemplo: el hombre quiere callar y ordena al pájaro abrir el cajón del silencio; pero el pájaro, por su cuenta, abre el cajón de la voz, y el hombre habla y habla y habla.
Otro ejemplo: el hombre desea escuchar tranquilamente, pero el pájaro abre, en cambio, el cajón de la impaciencia: y el hombre se impacienta. Y sucede que el hombre sin desearlo siente celos; y sucede que quiere ayudar y es entonces cuando estorba.
Porque el pájaro del alma no es siempre un pájaro obediente y a veces causa penas…
De todo esto podemos entender que cada hombre es diferente por el pájaro del alma que lleva dentro.
Un pájaro abre cada mañana el cajón de la alegría; la alegría se desparrama por el cuerpo y el hombre esta dichoso.

Otro pájaro abre, en cambio, el cajón del enojo; el enojo se derrama y se apodera de todo su ser. Y mientras el pájaro no cierra el cajón, el hombre continua enojado.
Un pájaro que se siente mal, abre cajones desagradables; un pájaro que se siente bien, elige cajones agradables.
Y lo que es más importante: hay que escuchar atentamente al pájaro. Porque sucede que el pájaro del alma nos llama, y nosotros no lo oímos. ¡Que lastima!
Él quiere hablarnos de nosotros mismos, quiere platicarnos de los sentimientos que encierra en sus cajones.
Hay quien lo escucha a menudo.
Hay quien rara vez lo escucha.
Y quien lo escucha solo una vez.
Por eso es conveniente ya tarde, en la noche, cuando todo está  en silencio, escuchar al pájaro del alma que habita en nuestro interior, hondo, muy hondo, dentro del cuerpo."   Autor: Mijael Snunit
Un abrazo grande para los/as que sufren por sentir rechazo hacia sus hijos y mi sincero deseo de que reencuentren la paz interior a través de su búsqueda de emociones como primer paso para liberarse de las cadenas que le impiden amar como quisieran.

2 comentarios:

  1. Muy ineresante el post, como todos.

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    1. Muchas gracias, estimad@ anónim@!! Me alegra que te resulten interesantes.
      Un abrazo

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