Como
sabéis este blog tiene como pilares fundamentales el apego,
la resiliencia y la parentalidad. Desde que empecé a escribir entradas en el mismo, y a medida que
han ido aumentando en número, han habido dos de ellas que han competido en cuanto
al ranking de más visitadas. Una de ellas es la que habla sobre "¿Vínculo o apego?" y
en la otra se trata el conocido modelo de Edith Grotberg sobre resiliencia, "Yo tengo, yo puedo yo soy". Por mucho tiempo han estado rivalizando ambas,pero desde hace bastantes semanas había una
que iba creciendo en visitas, cada vez más y más, hasta el punto de ser en la
actualidad la más leida. Me refiero a la que tiene por título "¿Puede un padre o madre sentir rechazo por su hijo/ay al mismo tiempo quererle?".
Para
mí esto, que pudiera ser considerado como algo casual o sin importancia, es tomado
como una señal que no puede pasar por alto. Es indicativo de la existencia de
muchas personas, padres y madres, preocupados por esta cuestión.
Me
consta además a través de emails que recibo, el sufrimiento que sienten quienes
se encuentran en esa situación. Resulta emotivo leer el dolor que tienen por sentir rechazo hacia sus hijos, por no poder abrazarles sintiendo el amor que quisieran sentir, por sentirse malos/as por ello.
Todos
tenemos emociones menos positivas que son alimentadas por experiencias vividas.
Lo complicado es cuando la persona a quien se dirigen esas emociones es
precisamente el ser vulnerable y necesitado de amor al que se ha de cuidar y
proteger.¿cómo convivir con ese dolor? ¿cómo evitar que salga a la luz y se
descubra lo que es para los otros -y para uno mismo- antinatural? ¿cómo rechazar y querer al mismo
tiempo a un/a hijo/a?
La
parte oculta que habita en nosotros y que se relaciona con situaciones en las
que nos han humillado, maltratado, despreciado, o peor aún, ignorado, se
encuentra muchas veces en un plano no consciente. Y en otras ocasiones, la
propia toma de conciencia con esas emociones “impropias” hace que las tapemos rápidamente,
los ocultemos, o incluso las adornemos sobreponiendo encima emociones bonitas
que reluzcan más.
Mientras
no reconozcamos esa parte oculta, ese por qué del rechazo, difícilmente se
podrá solucionar el malestar y el dolor. Es como si eclipsara de manera
fulminante cualquier intento de sentirse una madre o un padre amorosos.
Si
es duro haber vivido situaciones indeseables, más aún lo es tener que reprimir
las emociones que han quedado albergadas en nuestro interior. Está mal visto
decir que no soportas que tu hijo te abrace, o que no te sale de dentro darle
un beso y decir cuanto quieres a tu hija. Pero somos seres humanos (y no con
ello justifico que esté bien sentir rechazo o repulsa a un hijo, simplemente lo
entiendo), y las emociones nos acompañan, sin que las llamemos, no elegimos lo que sentimos.
No hay entonces que
sentir vergüenza de ellas, no se es un monstruo porque se tengan asuntos sin
resolver que de manera repentina aparecen en nuestra mente y nos bloquean.
Negar los sentimientos no hace que desaparezcan. Lo importante es ser
consciente de qué hay detrás de esas reacciones, de dónde vienen, dónde están sus
raíces. Sólo así aprenderemos a pararlas cuando aparezcan. Mi hijo es mi hijo, no mi madre, ni la pareja que tuve y tanto me hizo sufrir. Separar personas de emociones.
Quizás podría ayudar preguntarse: ¿Por
qué me molesta tanto mi hijo/a? ¿Se parece a mí en algo que me inquieta? ¿Qué
siento cuando le miro? ¿Me recuerda a alguna situación vivida en mi infancia o
después que me hizo sufrir? ¿Me identifico con él/ella en su manera de ser y
eso me avergüenza? ¿Es fruto de una relación que ha acabado y que me resuena
continuamente el dolor padecido entonces?¿Estaba preparada/o para tener este/a
hijo/a? ¿A qué renuncié por tenerle/la?
Hace poco hablaba de la honestidad. Me
reitero. No hay mejor solución que ser consciente, reconocer y aceptar lo que
se siente. Sin culpas ni vergüenzas. Un madre o un padre que sufre porque
rechaza a su hijo/a no es una mala madre o un mal padre desde el momento en que
se siente mal por ello. Es una madre o un padre cuya caja de resonancias vibra
de manera descontrolada y no consigue entonar la melodía del vínculo afectivo
con su hijo/a.
Quiero acabar compartiendo un bonito
cuento que habla de la importancia de mirar para dentro, de explorar las
emociones, de conocernos más para estar mejor.
EL PÁJARO DEL ALMA
"Hondo,
muy hondo, dentro del cuerpo habita el alma. Nadie la ha visto nunca pero todos
saben que existe.
Y
no solo saben que existe, saben también lo que hay en su interior. Dentro del
alma, en su centro, esta, de pie sobre una sola pata, un pájaro: el pájaro del
alma. Él siente todo lo que nosotros sentimos.
Cuando
alguien nos hiere, el pájaro del alma vaga por nuestro cuerpo, por aquí, por
allá, en cualquier dirección, aquejado de fuertes dolores.
Cuando alguien nos quiere, el pájaro del alma
salta, dando pequeños y alegres brincos, yendo y viniendo, adelante y atrás.
Cuando alguien nos llama por nuestro nombre.
El pájaro del alma presta atención a la voz, para averiguar qué clase de
llamada es esa.
Cuando alguien se enoja con nosotros, el
pájaro del alma se encierra en sí mismo silencioso y triste.
Y cuando alguien nos abraza, el pájaro del alma,
que habita hondo, muy hondo, dentro del cuerpo, crece, crece, hasta que llena
casi todo nuestro interior. A tal punto le hace bien el abrazo.
Hasta
ahora no ha nacido hombre sin alma. Porque el alma se introduce en nosotros
cuando nacemos, y no nos abandona ni siquiera una vez mientras vivimos.
Como el aire que el hombre respira desde su
nacimiento hasta su muerte.
Seguramente
quieres saber de qué está hecho el pájaro del alma.
¡Ah! Es muy sencillo: está hecho de cajones y
cajones pero estos cajones no se pueden abrir así nada más.
Cada uno está cerrado por una llave muy
especial.
Y es el pájaro del alma el único que puede
abrir sus cajones.
¿Cómo? También esto es muy sencillo: con su
otra pata.
El
pájaro del alma está de pie sobre una sola pata; con la otra -doblada bajo el
vientre a la hora del descanso- gira la llave, moviendo la manija y todo lo que
hay dentro se esparce por el cuerpo.
Y
como todo lo que sentimos tiene su propio cajón, el pájaro del alma tiene
muchísimos cajones: un cajón para la alegría y un cajón para la tristeza, un
cajón para la envidia y un cajón para la esperanza, un cajón para la decepción
y un cajón para la desesperación, un cajón para la paciencia y un cajón para la
impaciencia. También hay un cajón para el odio y otro para el enojo, y otro
para los mimos. Un cajón para la pereza y un cajón para nuestro vacío, y un
cajón para los secretos más ocultos (este es un cajón que casi nunca abrimos.
Y
hay más cajones. También tú puedes añadir todos los que quieras.
A veces el hombre puede elegir y señalar al
pájaro… Qué llaves girar y qué cajones abrir. Y a veces es el pájaro quien
decide.
Por
ejemplo: el hombre quiere callar y ordena al pájaro abrir el cajón del
silencio; pero el pájaro, por su cuenta, abre el cajón de la voz, y el hombre
habla y habla y habla.
Otro ejemplo: el hombre desea escuchar
tranquilamente, pero el pájaro abre, en cambio, el cajón de la impaciencia: y
el hombre se impacienta. Y sucede que el hombre sin desearlo siente celos; y
sucede que quiere ayudar y es entonces cuando estorba.
Porque
el pájaro del alma no es siempre un pájaro obediente y a veces causa penas…
De
todo esto podemos entender que cada hombre es diferente por el pájaro del alma
que lleva dentro.
Un pájaro abre cada mañana el cajón de la
alegría; la alegría se desparrama por el cuerpo y el hombre esta dichoso.
Otro pájaro abre, en cambio, el cajón del
enojo; el enojo se derrama y se apodera de todo su ser. Y mientras el pájaro no
cierra el cajón, el hombre continua enojado.
Un
pájaro que se siente mal, abre cajones desagradables; un pájaro que se siente
bien, elige cajones agradables.
Y lo que es más importante: hay que escuchar
atentamente al pájaro. Porque sucede que el pájaro del alma nos llama, y
nosotros no lo oímos. ¡Que lastima!
Él
quiere hablarnos de nosotros mismos, quiere platicarnos de los sentimientos que
encierra en sus cajones.
Hay quien lo escucha a menudo.
Hay quien rara vez lo escucha.
Y quien lo escucha solo una vez.
Por
eso es conveniente ya tarde, en la noche, cuando todo está en silencio, escuchar al pájaro del alma que
habita en nuestro interior, hondo, muy hondo, dentro del cuerpo." Autor: Mijael Snunit
Un abrazo grande para los/as que sufren por sentir rechazo hacia sus hijos y mi sincero deseo de que reencuentren la paz interior a través de su búsqueda de emociones como primer paso para liberarse de las cadenas que le impiden amar como quisieran.
Muy ineresante el post, como todos.
ResponderEliminarMuchas gracias, estimad@ anónim@!! Me alegra que te resulten interesantes.
EliminarUn abrazo