Hoy me voy a permitir ser osada. Si muchas veces os he recomendado la lectura de algún libro que me ha parecido interesante...hoy os voy a recomendar una canción. Osada digo porque no tengo ni idea de música.
Esta tarde he ido a un concierto benéfico y he tenido la oportunidad de SENTIR la música. No hace falta saber para sentir. Por aquello de la memoria emocional que todos tenemos, no sólo he escuchado preciosas melodías, sino que por segunda vez he vuelto a sentir una canción que interpretaron en otro concierto anterior y que dejó huella en mi sistema límbico.
Si tienes diez minutos (o por lo menos la mitad) sigue leyendo. Si no, elige retomarlo cuando dispongas de ellos y confíes en mi recomendación de sentir la canción que viene a continuación, o simplemente hacer como que esta entrada no ha existido (ya escribiré otras que espero te gusten más si es este el caso).
Lo que yo quiero compartir con esta canción es lo que hoy, al escucharla de nuevo,me ha transmitido, y que...tiene que ver con esto que le damos vueltas del tema del apego (¡no puedo ya ni ir a un concierto y desconectar sino que ya veo apegos hasta en las notas musicales!).
Primero escúchala, siéntela, disfrútala. Déjate llevar por la emoción. Has de tener paciencia, pues como muchas cosas de esta vida, nos equivocamos si juzgamos precipitadamente. Las apariencias engañan...
Ahí vamos:
¿Has tenido paciencia? ¿Qué has sentido? Se trata del Danzón nº 2 de A. Marquez, interpretado por el Conservatorio Profesional de Valencia y dirigido de forma magistral por Pascual Martínez Martínez.
Aproximadamente en el primer minuto y medio no ocurre nada que no sea calma, armonía, sensación de tranquilidad...como cuando un bebé o un/a niño/a tiene sus necesidades satisfechas. Poco a poco, la inquietud, la tensión y el displacer hacen su aparición hasta el punto de que el que escucha la canción se remueve del sitio, o al menos es lo que a mi me pasa. El director, con un manejo impecable de todos los instrumentos consigue poco a poco sobre el minuto cuatro que vuelva a haber equilibrio, tranquilidad, control...hasta que nuevamente aparece la tensión.....y de nuevo la calma. O lo que es lo mismo, el ciclo de formación del apego seguro.
El niño o la niña, cuando tiene sus necesidades satisfechas, explora el mundo, se pone en marcha su actividad exploratoria, sabe que el adulto que es su figura de apego es una base de seguridad. Y en ese explorar...encuentra estresores que le van a causar displacer, malestar, angustia. El entorno no siempre es seguro,o aparecen síntomas físicos de hambre, sueño o cansancio. Y él/ella sólo/a no puede calmarse, necesita de alguien que le ayude, con quien irá formando una interacción que no es arbitraria, sino en sincronía, como una orquesta. Para ello es fundamental la sensibilidad parental si queremos que se vaya desarrollando un apego seguro.
Mª José Cantero, excelente profesional (y aún mejor persona), en el libro Vinculaciones Afectivas. Apego, amistad y amor (editorial Pirámide) del cual es coautora junto con María Josefa Lafuente Benaches, señala que toda actuación sensible atraviesa cuatro fases:
b) una interpretación correcta de la señal
c) la selección de la respuesta de cuidado apropiada
d) la realización efectiva de la misma
Habla también de la interacción sincrónica como "un intercambio recíproco mutuamente provechoso en el que no se producen interacciones desequilibradas que supongan un comportamiento intrusivo o indiferente".
El constructo sensibilidad, continúa diciendo Mª José, presupone cuatro aspectos:
1) la aceptación de las peculiaridades del hijo/a, pero también asumir la responsabilidad del rol parental a pesar de las limitaciones que pueda suponer en otras actividades (por ejemplo, ir al cine, viajar, salir con amigos, etc.).Importante la apreciación que hace: estos padres pueden, en un determinado momento, sentirse molestos, pero no conciben a su hijo como un oponente y no experimentan sentimientos de enfado y resentimiento hacia él.
2) La cooperación, es decir, el grado en el que la iniciativa de la interacción se realiza teniendo en cuenta el estado y la actividad del niño en ese momento, evitando las situaciones en las que se interfiere en la actividad del niño/a o se ejerce un control directo.
3) La accesibilidad o disponibilidad, ya que poder tener cerca a la figura de apego en los momentos de tensión, aflicción o amenaza física o psicológica les permite sentirse seguros y confiados.
4) La expresividad emocional y la carencia de rigidez en el trato con el/la niño/a, manifestando libremente sus sentimientos sin ser monótono o sobrecontrolado.
Y ahora, vuelve si quieres a escuchar la canción. El ciclo de la satisfacción de necesidades y la formación del apego...aunque le quieran llamar Danzón nº 2 de A.Marquez...
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