viernes, 6 de junio de 2014

La flor de la honestidad

"Se cuenta que allá para el año 250 A.C., en la China antigua, un príncipe de la región norte del país debía ser coronado emperador, pero de acuerdo con la ley, él debía casarse. Sabiendo esto, decidió hacer una competición entre las muchachas de la corte para ver quién sería digna de su propuesta.
Al día siguiente, el príncipe anunció que recibiría en una celebración especial a todas las pretendientes y lanzaría un desafío.
Una anciana que servía en el palacio hacía muchos años, escuchó los comentarios sobre los preparativos. Sintió una leve tristeza porque sabía que su joven hija tenía un sentimiento profundo de amor por el príncipe. Al llegar a la casa y contar los hechos a la joven, se asombró al saber que ella quería ir a la celebración. Sin poder creerlo le preguntó:
"¿Hija mía, que vas a hacer allá? Todas las muchachas más bellas y ricas de la corte estarán allí. Sácate esa idea insensata de la cabeza. Sé que debes estar sufriendo, pero no hagas que el sufrimiento se vuelva locura" Y la hija respondió:
"No, querida madre, no estoy sufriendo y tampoco estoy loca. Yo sé que jamás seré escogida, pero es mi oportunidad de estar por lo menos por algunos momentos cerca del príncipe. Esto me hará feliz" Por la noche la joven llegó al palacio. Allí estaban todas las muchachas más bellas, con las más bellas ropas, con las más bellas joyas y con las más determinadas intenciones.
Entonces, finalmente, el príncipe anunció el desafío: "Daré a cada una de ustedes una semilla. Aquella que me traiga la flor más bella dentro de seis meses será escogida por mí, esposa y futura emperatriz de China" La propuesta del príncipe seguía las tradiciones de aquel pueblo, que valoraba mucho la especialidad de cultivar algo, sean: costumbres, amistades, relaciones, etc. El tiempo pasó y la dulce joven, como no tenía mucha habilidad en las artes de la jardinería, cuidaba con mucha paciencia y ternura de su semilla, pues sabía que si la belleza de la flor surgía como su amor, no tendría que preocuparse con el resultado.
Pasaron tres meses y nada brotó. La joven intentó todos los métodos que conocía pero nada había nacido. Día tras día veía más lejos su sueño, pero su amor era más profundo. Por fin, pasaron los seis meses y nada había brotado. Consciente de su esfuerzo y dedicación la muchacha le comunicó a su madre que sin importar las circunstancias ella regresaría al palacio en la fecha y hora acordadas sólo para estar cerca del príncipe por unos momentos.
En la hora señalada estaba allí, con su vaso vacío. Todas las otras pretendientes tenían una flor, cada una más bella que la otra, de las más variadas formas y colores. Ella estaba admirada. Nunca había visto una escena tan bella. Finalmente, llegó el momento esperado y el príncipe observó a cada una de las pretendientes con mucho cuidado y atención. Después de pasar por todas, una a una, anunció su resultado: Aquella bella joven con su vaso vacío sería su futura esposa. Todos los presentes tuvieron las más inesperadas reacciones. Nadie entendía por qué él había escogido justamente a aquella que no había cultivado nada. Entonces, con calma el príncipe explicó:
"Ella fue la única que cultivó la flor que la hizo digna de convertirse en emperatriz: la flor de la honestidad. Todas las semillas que entregué eran estériles.” 

Bonita fábula china.

Esta semana la palabra HONESTIDAD me ha acompañado en mi trabajo en repetidas ocasiones y sigue en mi cabeza dando vueltas, como si quisiera ser protagonista de una entrada de mi blog ¡y lo ha conseguido!
¿Por qué nos cuesta tanto ser honestos con determinados temas?. Podemos mostrar una sinceridad abrumadora siendo asertivos con los compañeros del trabajo, con los amigos, pero..a nivel familiar ¿qué impide ser honesto?¿presiones sociales externas? ¿el miedo o la vergüenza de reconocer sentimientos “inapropiados”?. Dos ejemplos:

- Carmen tiene 11 años y está en acogimiento con sus tíos. La vida de la pequeña no ha sido fácil porque quedó huérfana de madre, su padre se desentendió siempre de la pequeña y se introdujo en el mundo de las drogas, sus abuelos maternos eran mayores y como no tenían una buena salud no pudieron hacerse cargo de ella, por lo que hubo que recurrir a los tíos cuando su madre faltó. No se trataba de unos tíos con los que Carmen hubiese tenido relación, es más, prácticamente no se conocían. Pero apelando a la conciencia moral y a la llamada de los Servicios Sociales aceptaron un acogimiento que tenía muchos boletos para ser un fracaso. Después de tres años de conflictos, batallas familiares, incomprensión e impotencia, siguen cuestionándose una y otra vez si hicieron bien acogiendo a la pequeña porque peligra la estabilidad de la familia que ellos formaron…y en la que no estaba Carmen en los proyectos iniciales. No entienden la conducta disruptiva de la niña, no saben lo importante que son los vínculos de apego (que ellos no han llegado nunca a establecer), interpretan su conducta como actos malintencionados. Cada día es sufrimiento, no soportan sus respuestas y ya ni siquiera verla por la casa. Y yo les pregunto ¿No es más honesto decir que no pueden más, que es prioritario salvar su proyecto y buscar una solución para Carmen que contemple que alguien entienda lo que ellos nunca han llegado a entender (ni seguramente harán) y le dé una base de afecto y seguridad al mismo tiempo sin ser vista como un problema?. Entender que la historia de Carmen tiene secuelas en su conducta es primordial, aunque eso no sirve para justificar sus actos sino para comprenderlos. Tres años tomando decisiones que se aplazan porque la conciencia de ser sus tíos les impide romper el acogimiento es mucho tiempo y el daño para ambas partes, cada vez mayor. 

-Samuel tiene 9 años. Es un niño nervioso  de esos que no paran nunca. Continuamente hace carantoñas a su madre, pero ésta cada vez le soporta menos. Samuel fue fruto de una relación anterior y su imagen le recuerda cada día su pasado: una vida insufrible por parte de su exmarido, pero también, si mira un poco más, el recuerdo de una infancia marcada por el desamor de su propia madre, quien la rechazaba reiteradamente. La madre de Samuel hace grandes esfuerzos por que no se note el rechazo que siente por su hijo. Le lleva a clases extra-escolares de todo tipo con la excusa de que el niño tiene que preparare para la vida, pero ella sabe, aunque le duele reconocerlo y enseguida desvía el tema, que así pasa menos tiempo con él y el día se hace menos duro. Aceptar ese rechazo es muy duro. Hay que ser muy honesto/a para aceptar algo así. Para compensar ese sentimiento hostil le hace continuos regalos materiales. Pero las llamadas de atención de Samuel son cada vez mayor porque lo que él necesita no se compra con dinero, sino que sale de manera innata y a su mamá no le surge. Si honestamente ella reconociera para sí misma los motivos del rechazo los dos estarían mejor, pero eso significaría asumir sentimientos impropios de una madre, el sinsentido…¿o no será sin embargo el sentido del sentido? ¿no sería la hebra que desenredaría su propia historia para evitar repetirla?

Honestidad u honradez con uno mismo es lo que se necesita como primer paso. Según el Diccionario de la Real Academia Española ser honesto/a es ser decente o decoroso; razonable, justo; recatado, pudoroso. En mi opinión la honestidad es un escalón más alto que la sinceridad. Se puede conocer la verdad, pero re-conocerla es ser honesto.  No hay mayor decoro o decencia que reconocer que los hijos (biológicos, adoptivos o acogidos) despiertan emociones que incomodan. Otra cosa son los actos, que obviamente no pueden dejar rienda suelta a la emoción por el respeto que todas las personas merecen.  Y no hay mayor justicia que la paz con uno mismo cuando se puede reconocer que gran parte de lo que nos hace sufrir es producto de historias anteriores que acechan el presente, aniquilan el pasado y minan el futuro.
Tener emociones negativas no es malo. Lo que sí es tóxico para uno mismo y los demás es negar lo que se siente y no darse permiso para explorar de dónde pueden venir esos sentimientos. No es mal padre o mala madre quien admite e intenta poner solución a su malestar. Transformar el sufrimiento en reconocimiento, que es un mayor conocimiento y consciencia de lo que se siente y porqué se siente es el primer paso. Viajar al pasado con maletas llenas de aceptación (que no necesariamente de perdón a quienes hicieron daño) que diluyan la culpa y el odio. No hay peor cosa que sentirse culpable de algo que no se hace conscientemente y que además es producto de un daño que nos hicieron. 

Otras veces, reconocer que en ocasiones lo honesto no es lo más justo (aunque se incluya justicia como sinónimo en su acepción) pero si lo necesario como en el caso de Carmen, la niña acogida, es la mejor opción. Una nueva oportunidad para la niña quizás permita que sus tíos sigan siendo un referente en el futuro, pero no cambiar nada implica que en el presente no sólo no son referentes sino causa de un sufrimiento cada más mayor.

Honestidad SI, GRACIAS!

4 comentarios:

  1. Muy buenas y sabias reflexiones me ha gustado mucho tu artículo , gracias por compártirlo y por intentar hacer la vida de los demás mejor... Nunca me había parado a pensar en que tener emociones negativas no tenia porque ser malo... seguramente son señales con las que hacer algo al respecto en vez de darlas de lado. GRACIAS!

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  2. Gracias a ti por tus palabras y...efectivamente yo pienso que las emociones no pueden elegirse, sino aceptarse, y sólo a partir de mirarlas un poquito con más detenimiento se puede conocer más de dónde pueden venir. Una emoción nunca surge de la nada y las menos buenas todavía menos!!! Por eso dejarlas de lado no sirve, no podemos hacerlas desaparecer con un chasquido (¡ojalá!), pero si haces caso a esas señales como tú dices, podemos saber cuando se presentan que posiblemente lo que sentimos ahora conecta con algo anterior...y de esta forma,siendo conscientes, cambiar la respuesta y el sentido. Un abrazo!!!

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  3. Me ha ayudado mucho leer tus palabras, pues en este momento estoy ante un "rechazo" de un acogido, por lo que me exige y no le puedo (o "quiero") dar..., por la incomodidad y las luchas que está generando en casa, y por tantas cosas que supone el que "esté" con nosotros...
    Gracias por hacernos revisar...pero ¿siempre debemos adentrarnos en nuestro pasado?
    ¿siempre nos ayudará a entender y a mejorar nuestro presente y nuestro futuro?

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    1. Hola Maria,me alegra saber que mis palabras te hayan servido para la reflexión. Todos los que sois acogedores tenéis un gran desafío, sobre todo si sois familia extensa, por la ambivalencia de sentimientos que puede generar la situación.
      Detrás de un niño/a acogido/a hay una historia de abandono (emocional o físico, sino no se produciría el acogimiento), un dolor y un sentimiento de pertenencia truncado por las circunstancias. Si el daño ha sido grande y ha hecho mella en áreas afectivas (dificultad para tener empatía, dar y recibir cariño), cognitivas (no pensar antes de actuar) o sociales (dificultades de integración, escasas habilidades) porque el entorno y sus propias características no han sido las adecuadas...se requiere un extra en la comprensión del niño/a (separar personas de conductas), una revisión de expectativas (quizás no sea capaz de alcanzar lo que de él/ella se espera) y un chequeo de vuestra situación personal (paciencia, control emocional, posibilidad de "válvulas de escape" para no quemaros, etc.).
      Respondiendo a tu pregunta, yo no sé si siempre ayuda a entender y mejorar el presente,pero tengo claro que si que ayuda a ser conscientes y darse cuenta de posibles influencias en la conducta/modo de sentir o de pensar...y poder modificar algunas cosas que no funcionan bien. El pasado a veces duele, pero hay que saber vivir con esa herida ayudando a que cicatrice. Y lo mejor, el pasado sirve para aprender de nosotros mismos y de los demás. No todo el mundo está preparado para "revisar"el pasado en cualquier momento y de cualquier forma.
      Yo me preguntaría con tu acogido y tu sensación de rechazo qué hay detrás de su conducta y detrás de tu emoción. Quizás debas ayudarle a "revisarse" él también. La honestidad no sirve solo para tomar decisiones (a veces necesarias), sino para buscar soluciones.

      Espero que tu revisión personal de sus frutos encontrando lo que es mejor para todos, pero sobre todo para EL.

      Un abrazo

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