"Altiva e inmutable piensan de
ella las otras flores del jardín. Su esbelta elegancia confunde a los ojos de
aquellos que sólo saben ver, sin mirar detenidamente que la expresión de la
orquídea es sólo la proyección de un saber estar haciendo frente a fuertes
vientos, incluso tempestades.
Creen las margaritas que las hojas de la orquídea
no sufren porque no deshoja, que su rígido tallo no le deja acercarse a las
otras flores, que la vistosidad de los colores de sus pétalos maquilla un
interior de acero inmutable. ¡Qué poco saben de ella! Desconocen que aprovecha
el rocío de la mañana para llorar sin que los demás lo sepan, camuflando sus
lágrimas con el agua cristalina. Que cuando todos duermen ella habla con las
nubes para controlar las corrientes de aire del siguiente día y así evitar que
los suyos puedan verse alterados por un atrevido viento. Que los pájaros le
cuentan con sus cánticos los pesares y alegrías de los suyos cuando están lejos
e ingeniar así reencuentros mágicos cada día que convierten lo cotidiano en
excepcional, lo natural en mágico.
Y en su sufrimiento solitario e invisible
descubre ante cada dificultad un nuevo modo de seguir erguida, sin doblar su
tronco, inventando y recreando soluciones para casi todo. Si te dejas llevar
por el primer golpe de vista verás su belleza y elegancia, su porte, su
lenguaje sin par.
Y pensarás, es sólo una flor engalanada, no es como las
otras que se marchitan temprano, que requieren cuidados más continuados e
incluso más tierra y abono para florecer. Pero no te engañes, las orquídeas también
lloran, y sienten el frío de la escarcha y el calor abrasador del sol. Si ves
una de ellas, no te compadezcas, pero mírala como a las otras, no pases por su
lado sin preguntarle cómo está, sin ofrecerle unas gotas de agua o unas
palabras bonitas. Seguirá siendo una orquídea, pero una orquídea sentida y
estimada."
Con estas palabras quisiera
dedicar esta entrada a una persona especial, tan especial como las orquídeas. No
conozco nadie tan tenaz, luchadora y capaz como ella. Es todo un ejemplo de
resiliencia, de valentía. Nadie como ella para hacerle la vida fácil a los que
tiene a su lado, aunque ello suponga cargarse de tareas y preocupaciones, de
esperar siempre una nueva idea o diseñar un proyecto que apenas alcance a
sofocar pequeños focos en incendios inconmesurables que insisten en seguir apareciendo
en su vida.
Es injusto que además de los avatares del destino, imprevisibles y
devastadores a nivel anímico, los demás pasemos por su lado confiando en su
fortaleza hasta el extremo de atribuirle casi poderes sobrenaturales, muchas
veces sin preguntarle cómo está o si necesita algo.
Si la ves, mírala. Pero no te dejes llevar por tus neuronas espejo. Recurre a tu corazón y escanea cómo puede sentirse pese a su vistosidad. Seguro que la orquídea sabrá valorar tu afecto y atesorarlo para los malos momentos. Y en los buenos, disfruta de su olor y su elegancia aprendiendo de ella porque tiene mucho que enseñarnos.
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