miércoles, 25 de febrero de 2015

Si la ves, mírala

"Altiva e inmutable piensan de ella las otras flores del jardín. Su esbelta elegancia confunde a los ojos de aquellos que sólo saben ver, sin mirar detenidamente que la expresión de la orquídea es sólo la proyección de un saber estar haciendo frente a fuertes vientos, incluso tempestades. 

Creen las margaritas que las hojas de la orquídea no sufren porque no deshoja, que su rígido tallo no le deja acercarse a las otras flores, que la vistosidad de los colores de sus pétalos maquilla un interior de acero inmutable. ¡Qué poco saben de ella! Desconocen que aprovecha el rocío de la mañana para llorar sin que los demás lo sepan, camuflando sus lágrimas con el agua cristalina. Que cuando todos duermen ella habla con las nubes para controlar las corrientes de aire del siguiente día y así evitar que los suyos puedan verse alterados por un atrevido viento. Que los pájaros le cuentan con sus cánticos los pesares y alegrías de los suyos cuando están lejos e ingeniar así reencuentros mágicos cada día que convierten lo cotidiano en excepcional, lo natural en mágico. 

Y en su sufrimiento solitario e invisible descubre ante cada dificultad un nuevo modo de seguir erguida, sin doblar su tronco, inventando y recreando soluciones para casi todo. Si te dejas llevar por el primer golpe de vista verás su belleza y elegancia, su porte, su lenguaje sin par. 

Y pensarás, es sólo una flor engalanada, no es como las otras que se marchitan temprano, que requieren cuidados más continuados e incluso más tierra y abono para florecer. Pero no te engañes, las orquídeas también lloran, y sienten el frío de la escarcha y el calor abrasador del sol. Si ves una de ellas, no te compadezcas, pero mírala como a las otras, no pases por su lado sin preguntarle cómo está, sin ofrecerle unas gotas de agua o unas palabras bonitas. Seguirá siendo una orquídea, pero una orquídea sentida y estimada."


Con estas palabras quisiera dedicar esta entrada a una persona especial, tan especial como las orquídeas. No conozco nadie tan tenaz, luchadora y capaz como ella. Es todo un ejemplo de resiliencia, de valentía. Nadie como ella para hacerle la vida fácil a los que tiene a su lado, aunque ello suponga cargarse de tareas y preocupaciones, de esperar siempre una nueva idea o diseñar un proyecto que apenas alcance a sofocar pequeños focos en incendios inconmesurables que insisten en seguir apareciendo en su vida. 

Es injusto que además de los avatares del destino, imprevisibles y devastadores a nivel anímico, los demás pasemos por su lado confiando en su fortaleza hasta el extremo de atribuirle casi poderes sobrenaturales, muchas veces sin preguntarle cómo está o si necesita algo.  

Si la ves, mírala. Pero no te dejes llevar por tus neuronas espejo. Recurre a tu corazón y escanea cómo puede sentirse pese a su vistosidad. Seguro que la orquídea sabrá valorar tu afecto y atesorarlo para los malos momentos. Y en los buenos, disfruta de su olor y su elegancia aprendiendo de ella porque tiene mucho que enseñarnos.


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