“Dotar a la vida de
un sentido es lo que diferencia existencia y vida, momento o historia,
trascendencia u olvido. Es lo que define si eres capitán o barco, veleta o
viento. Es, en resumidas cuentas, la respuesta a “qué pinto yo en este alboroto
llamado mundo”.
No es que me haya vuelto filósofa en este tiempo en que he
estado desconectada de mi blog. Tan solo - y nada más y nada menos- la vida me
ha tenido ocupada, siendo veleta y barco, dejándome llevar por unas
circunstancias, algunas elegidas y otras no tanto.
En estos meses de
retiro ha habido tiempo para todo. Para la alegría compartida que nos invade
cuando las personas más importantes de tu vida ven cumplir sus proyectos o
simplemente te hacen reir, soñar, disfrutar de su presencia y su existencia.
También ha habido pérdidas muy importantes en este tiempo. La más grande ha sido
sin duda el perder a mi querida figura de apego en la infancia, referente
absoluto, padre incondicional y respetuoso, piedra angular de mis primeros
años y fiel estrella que me acompañará siempre.
La vida da para mucho
en poco tiempo…Muchas veces he pensado en retomar las entradas de mi blog sin
encontrar el cómo ni el cuándo. El estrés laboral lo ha ocupado todo. Digamos que mi faceta bloguera ha estado en
barbecho, no ha podido producir en este período (aprovecho para agradecer a los
lectores del blog la gran cantidad de visitas que habéis seguido manteniendo
pese a no haber actividad).Pero hoy por fin me he decidido a ser de nuevo
capitán, a redirigir mis energías administrando de nuevo aquello que me hace sentir
bien. Vuelvo a ser viento, a soplar difundiendo aquello que me gusta y por lo
que adquirí un compromiso, a hablar de la resiliencia infantil y su promoción.
La vida es un camino
de encuentros y hoy, volver a encontrarme a mí misma en el muro de mi estimado
amigo y colega José Luis Gonzalo Marrodán ha encendido la chispa de nuevo. Gracias
amigo, has logrado re-animarme con tu recuerdo.
Dos cosas quisiera
compartir hoy con vosotros. La primera, en un intento de dar sentido y
significado a este blog que calienta motores, es la definición de resiliencia
infantil.
“La resiliencia infantil, es una capacidad que los niños y los adolescentes pueden
desarrollar cuando sus recursos naturales se desarrollan y se potencian gracias
a las competencias y habilidades de adultos significativos que satisfacen sus
necesidades y les respetan como sujetos de derechos” . Así definen mis estimados
Maryorie Dantagnan y Jorge Barudy la resiliencia infantil. Ellos supieron
transmitirme el interés y admiración por el tema. Gracias a ellos mi labor como
psicóloga de familia e infancia dio un giro muy positivo, ayudándome a mirar
con la lupa de los buenos tratos, con la mirada comprensiva y realista hacia
quienes cada día se muestran ante mí como personas vulnerables, en ocasiones con etiquetas que tapan
historias incontables y que comparten conmigo confiando en que un cambio es
posible.
Otra definición de
resiliencia en la infancia viene de la mano de Boris Cyrulnik: “La resiliencia del niño se construye en la relación con el otro, mediante
una “labor de punto” que teje el vínculo. La comunicación intrauterina, la
seguridad afectiva desde los primeros meses de la vida y, más tarde, la
interpretación que da el niño a los acontecimientos son otros tantos elementos
que favorecen la resiliencia”. Preciosa definición que nos habla
de ese ir tejiendo afectos, bordar relaciones desde el nacimiento pero también
a lo largo de la vida. Y como no, del sentido o interpretación que se da a las
experiencias, de las narrativas personales que se convierten en historias
reinventadas cuando la resiliencia secundaria aparece, transformando el dolor
en algo con lo que se puede vivir, integrando vivencias y organizando
emociones.
Finalmente y desde la humildad que deben tener mis palabras al lado de
profesionales tan grandes como los anteriores, os comparto la definición que
hace tiempo elaboré acerca de la resiliencia infantil:
"Resiliencia infantil es el proceso que hace posible el
despliegue de los recursos personales del niño o niña para afrontar
adversidades de tipo personal, familiar o social gracias a la presencia (real o
sentida) de adultos sensibles que de forma consistente y coherente permanecen atentos a sus
necesidades e intereses, ofreciéndoles afecto, escucha, consejos y límites a su
conducta, de manera que puedan desarrollar un sentimiento de pertenencia a un grupo donde sentirse amados/as, consciencia de su propio
self y de su realidad y la capacidad de poder experimentar vivencias que favorezcan
su autoconocimiento y regulación. Todo ello, si se da desde los primeros años
hace que puedan desarrollar actitudes y aptitudes inteligentes que les
permita adaptarse y superar dificultades y retos mediante el aprendizaje de competencias para la vida a partir del desarrollo de la
resiliencia primaria. En caso contrario, siempre queda la esperanza que el niño
o niña encuentre en su camino tutores
de resiliencia que le ayuden
a retomar su proceso de desarrollo gracias a la resiliencia secundaria que surge
de la relación intersubjetiva y genuina."
Otra aportación que
quería haceros hoy es una palabra poco conocida, pero muy interesante.
La palabra es
INMARCESIBLE. Me la regaló mi princesa
guerrera, una joven resiliente, ejemplo de fortaleza y de transformación.
Significa “que no se puede marchitar”, y marchitar a su vez quiere decir "hacer que una persona pierda la belleza, la fuerza y vitalidad". Pensaréis qué tiene que ver con la resiliencia: tampoco se marchita y se acaba
nunca la capacidad de los niños y niñas de atravesar adversidades y salir
fortalecidos, transformados. Puede que escojan mecanismos de defensa para
protegerse de entornos inseguros o amenazantes, y que por ello se muestren
agresivos, sumisos, ausentes, complacientes, se inventen amigos imaginarios o
cualquier otra forma de poder seguir estando en el mundo.
Inmarcesibles,
inmarchitables, resilientes. Solo necesitan adultos que rieguen con afecto sus
heridas si han sido dañados. Jardineros atentos y sensibles llamados también
tutores de resiliencia.
Inmarcesible también el recuerdo de los buenos tratos guardados en la memoria implícita desde los primeros momentos y posteriormente, con la aparición del lenguaje, en forma de narrativa, de imágenes, palabras, afectos y emociones que van configurando desde incluso antes de nacer la forma en que nos vamos a relacionar con los demás en las etapas posteriores de la vida. Si se va forjando un apego seguro este recuerdo inmarcesible hará que la persona disponga de las herramientas necesarias para desenvolverse en la vida desarrollando la sociabilidad, el amor a los demás y así mismo.
Resiliencia es entonces la esencia inmarcesible del niño o niña que le invita al crecimiento y transformación, a la esperanza, a confiar en el despliegue de sus capacidades y, en definitiva, a caminar por la vida sabiendo que a su paso encontrará adultos que hagan germinar su semilla.
Gracias Conchi, de lujo. Un enorme y grato placer leerte de nuevo. Te envío mi cariño, admiración y un fuerte y cariñoso abrazo.
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