lunes, 5 de octubre de 2015

Tiempo fuera..¿tiempo para pensar?

Imagina que tu termómetro de la rabia llega a lo más alto, estás muy enojado/a, hasta el punto que salen por tu boca sapos y culebras, pierdes el control de la situación y te enfrentas con otra persona porque te sientes ofendido/a, ignorado/a, estás tremendamente cansado/a o simplemente no toleras la frustración de no convencer a alguien en una conversación tensa...¿cómo te sentirías si de repente te meten en un cuarto sin estímulos a "pensar" sobre lo que has hecho?¿es posible pensar en una situación así o sería mejor decir ponerse a "sentir" como te sientes?¿qué te reconfortaría en ese momento, la desconexión total con todo o la presencia de alguien importante para tí que te inspire calma?¿el silencio o un abrazo silencioso?

Estas vacaciones retomé la lectura de dos terapeutas que descubrí hace años pero que aparqué en mi lista de espera de lectura, Jirina Prekop y Laura Rincón. Ellas trabajan un tema muy interesante como es la terapia de contención de la que os hablaré en otro momento, ya que aunque no todas las ideas que plasman en sus planteamientos las comparto, hay otras que me parecen muy sugerentes. Hoy me quiero centrar, tras leer una de las publicaciones de Laura Rincón (Escuela del amor para la familia) algo que me atrapó ya que viene a argumentar desde otro punto de vista uno de mis cuestionamientos profesionales: ¿es adecuada la técnica del tiempo fuera o time out, al menos tal como se nos enseñó a emplearla?.

Cuando estudié psicología la corriente conductista inundó mi formación, era el paradigma explicativo de la conducta (nunca me hablaron de la terapia familiar sistémica, ni de la Gestalt ni de otras terapias que han demostrado su eficacia). Suerte que el reciclaje y la curiosidad permanente me han dado la oportunidad de acercarme a algunas de ellas. Soy de la opinión de que no existe una única corriente o teoría que explique y resuelva absolutamente todas las problemáticas emocionales y conductuales. Me autodefino ecléctica porque la experiencia me demuestra que podemos nutrirnos y aprovechar lo que las diferentes perspectivas nos ofrecen, todo un crisol de oportunidades de ayuda, aunque manteniendo cierta coherencia o modelo básico como el que adquirí en la formación para psicoterapeutas infantiles de Jorge Barudy y Maryorie Dantagnan. 

Hoy en día reconozco que desde el conductismo, donde se enmarca la técnica de tiempo fuera, muchas de las pautas que ofrecemos a padres y madres son especialmente útiles para eliminar conductas inadecuadas y reforzar las que se desean que se repitan, principalmente el refuerzo positivo. Yo misma he aconsejado muchas veces emplear el tiempo fuera, es más, yo lo he empleado con mis hijas y me funcionó, resultó una técnica eficaz. Consiste en retirar al niño o niña del contexto en el que se produce un comportamiento inadecuado por su parte (ante una rabieta, una conducta agresiva, etc.) mandándole a un lugar de la casa donde no pueda jugar sino pensar sobre su conducta inapropiada. En teoría lo que pretende es privar al niño o niña de obtener un reforzador (la situación en que se produce la conducta a eliminar) y que aprenda a reflexionar sobre las consecuencias negativas. Siempre se aconseja que se mantenga al niño o niña aislado tantos minutos como años tiene, es decir, dos años, dos minutos, tres años, tres minutos (con el límite de no más de diez minutos)...hasta que el niño o la niña recobre la calma. 

Tras haber estudiado en mi formación los efectos del abandono en niños y niñas quizás esté más sensibilizada o simplemente vaya adaptando en ese proceso de acomodación de la información en mi cabeza una especie de notas de texto explicativas que reorganizan las ventajas y consecuencias de los métodos educativos y de las estrategias a emplear. Desde hace tiempo en los casos de niños y niñas acogidos o adoptados que han sufrido una o más rupturas de vinculación, desaconsejo emplear el tiempo fuera ya que puede ser vivido como una experiencia retraumatizante de rechazo del adulto. ¿Un niño aislado es capaz de reflexionar a solas sobre su emoción (quizás sí sobre su conducta, pero no sobre lo que siente, tomar conciencia de cómo y porqué)?. Un niño o niña que haya sufrido la negligencia y abandono de sus cuidadores acumula experiencias emocionales en su memoria que pueden activarse al sentirse apartado y solo en ese momento. 


Para explicarlo, Laura Rincón utiliza la metáfora de que nuestro cerebro es como el cofre del tesoro con varios compartimentos, tres de ellos muy importantes:
-el cerebro reptiliano: es el que tenemos en común con los animales, encargado de los impulsos más instintivos como el hambre, el sueño y el deseo sexual y cuando nos sentimos amenazados nos prepara para el ATAQUE O LA HUIDA
-el sistema límbico, relacionado con las emociones, la conducta, el pensamiento y la interpretación del mundo que nos rodea, es el compartimento que guarda los sentimientos.
-la corteza cerebral, donde se guarda la conciencia y voluntad, el pensamiento y nuestra capacidad para aprender y razonar, donde se encuentran los millones de neuronas que registran todas las experiencias, buenas y malas.

"A ninguno se le ocurrió pensar que un niño enojado, solo en un cuarto, al que le enseñaron la HUIDA en casos de conflicto o problemas, está incapacitado para usar su corteza cerebral y poder pensar y razonar. Además, como no existe contacto visual, no se puede llevar a cabo una confrontación sana" dice Laura Rincón. Lo que hay ante una situación así es una huida de la emoción, no ayuda a identificar el motivo que la activa por medio únicamente de la reflexión del niño o niña porque necesita de la guía del adulto para ello. Metacomunicar, reflejarle al niño cual es la emoción que está sintiendo nombrándola, ayudándole a identificarla es lo efectivo y lo menos traumático, ya que le ayuda a entenderse y entender la situación. En numerosas ocasiones los niños (y los adultos también) son incapaces de saber qué les pasa y dejarles solos con su emoción no hace más que incrementar su angustia.

"El pobre niño pequeño se las tiene que arreglar solo, sintiéndose devorado por una especie de monstruo interno que no puede controlar. Como se siente tan solo y dejado a la deriva con su rabia, descubre que la solución para evitar ese castigo tan horrible es tragarse la rabia y hacer como si nada." Lo que realmente se hace al aplicar el tiempo fuera es abandonar al niño o niña a su emoción, desarmarle ante la misma, con la que tiene que combatir sin entenderla. No le enseñamos que tener rabia forma parte de la polaridad humana, que tenerla no es malo si sabemos manejarla, que incluso nos puede ayudar a defendernos en algunas situaciones en que nos sintamos amenazados pero de forma controlada. Tragar para sí la rabia o enfado no es procesarla, ni siquiera es comprenderla, es simplemente anular la expresión esa emoción. 

Con todo lo anterior no quiero restar importancia a una técnica ampliamente empleada y que ha dado resultados eficaces en muchas ocasiones, sino que es mi interés reflexionar sobre la utilización de la misma: si el adulto no sabe manejar adecuadamente otros factores como el tono de voz que emplea, la comunicación no verbal, o la respuesta posterior al finalizar el tiempo fuera. Pensemos que una situación de tensión que requiere apartar al niño o niña, acompañada de una reprimenda con tono elevado, gesto de enfado y una de esas frases grandilocuentes como "¿ves?, ¡así calmado la mamá te quiere más!" tiene poco de beneficioso en la educación y autoconocimiento del niño de cara al autocontrol, el adulto no predica con el ejemplo. En el caso de niños y niñas que han sufrido abandono o cualquier tipo de maltrato lejos de ser una técnica instructiva es una técnica punitiva que no enseña. 

Quiero acabar esta entrada que empecé a escribir hace varias semanas (la vida últimamente no me da para mucho más) haciendo referencia a la última publicación de mi estimado amigo y colega José Luis Gonzalo Marrodán, "Vincúlate. Relaciones reparadoras del vínculo en los niños adoptados y acogidos" por dos razones. 

La primera porque me parece una obra genial y necesaria escrita en un lenguaje comprensible al tiempo que recoge una fundamentación basada en numerosos autores, con lo que se trata de una publicación con rigor nada desdeñable. La segunda, porque aunque no he tenido la ocasión de leerlo aún entero, hojeando el libro he encontrado precisamente una referencia al tiempo fuera. José Luis hace referencia a los tres ingredientes básicos para favorecer una parentalidad terapéutica: la permanencia, la regulación y los límites. Y en concreto en referencia a la primera, José Luis señala: "Los niños necesitan tiempo dentro y no tiempo fuera (Dantagnan, 2014). El tiempo dentro con el adulto le enseñará al niño cómo responder, relacionarse, actuar, prever las consecuencias, planificarse, controlarse, etc. El tiempo fuera no enseña nada al niño. "  No se puede decir mejor ni ir más al hilo de lo que pretende esta entrada. 

Espero que la lectura de este libro os sea de gran utilidad a padres y profesionales. Para mí será fuente de inspiración sin duda de más entradas.








2 comentarios:

  1. Conchi: ¡Menos "Rincón de pensar"! ¡Volvamos al "Cuarto de las ratas" de toda la vida! ... jajajaj.... (Es broma)
    Ya sabes que estoy últimamente obsesionado con el tema de lo relacional. Y desde esa perspectiva hago el siguiente análisis. Para la teoría conductista la eficacia del tiempo fuera es que se corta la relación de la conducta inadecuada con su supuesto refuerzo (la atención) Pero el conductismo es como dice el sufijo -ismo un reduccionismo. Pero el niño no es sólo conducta y en los niños que han tenido que pasar por roturas de relaciones significativas el tiempo fuera puede ser una rotura de una relación significativa (y no solamente con su refuerzo)
    Al menos en el cuarto de las ratas nos daban una oportunidad de genera nuevas relaciones... ¡con las ratas! (no he podido evitarlo)

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    1. Javier con amigos como tú que ponen la guinda da gusto escribir. No te ha podido quedar mejor la explicación, de verdad, creo que la voy a apuntar para repetirla siempre que la situación lo permita. Y lo del cuarto de las ratas, aparte del miedo que me dan (me tendré que tratar la fobia) no creo que exista ninguna familia de ratas que se atreviera a meterse en un cuarto contigo o conmigo de pequeños...pobrecillas iban a salir agobiadas con tanta reflexión!!! Mejor lo dejamos. Un abrazo

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