En la entrada anterior os hablaba del nuevo libro de Daniel Siegel que os vuelvo a recomendar que leáis, y para animaros a ello quiero compartir uno de los fragmentos que más me ha gustado mientras lo estoy leyendo a ratitos (lástima no tener todo el tiempo que una desea para disfrutar con tesoros como este). Dice Siegel:
"Se puede decir que el apego humano se basa en cuatro fundamentos: Necesitamos ser vistos, sentirnos a salvo y que nos tranquilicen, para poder sentirnos seguros.
"Se puede decir que el apego humano se basa en cuatro fundamentos: Necesitamos ser vistos, sentirnos a salvo y que nos tranquilicen, para poder sentirnos seguros.
Ser vistos significa que bajo nuestro comportamiento quede patente nuestra vida mental interior. La persona que nos cuida escucha nuestro llanto, imagina cuáles son nuestras necesidades y acto seguido nos ofrece lo que sea que puede cubrir esa necesidad.
Sentirse a salvo significa tanto que estamos protegidos ante el daño como que no tenemos miedo de la persona que nos cuida.
Que nos tranquilicen significa que cuando nos encontramos mal, la respuesta de la persona que nos cuida consigue que nos sintamos mejor. Cuando necesitamos consuelo nos dan un abrazo.
Y todo esto-poder confiar en que nos vean en sentirnos a salvo y en que nos tranquilicen-nos aporta una sensación general de seguridad en la relación.
La manera en que nos tratan las figuras de apego nos transmiten una sensación de puerto seguro en el que nos podemos sentir a salvo.Pero las relaciones de apego también sirven como plataforma de lanzamiento desde la que podemos despegar y explorar el mundo".
Precioso, sin más. No hay nada más bonito que pensar que otros podrán ver que estamos, sentir nuestros sentimientos, entender lo que necesitamos. Que son puerto donde llegar pero también desde donde partir para explorar, para conocer.
La cuestión es ¿y si la persona que nos cuidaba no sólo no nos veía sino que además era fuente de terror o de angustia?¿y si el puerto no fue seguro y solo era una escollera donde se acababa varado una y otra vez?¿y si la tranquilidad y la calma se hubieran marchado a otro continente?
Precioso, sin más. No hay nada más bonito que pensar que otros podrán ver que estamos, sentir nuestros sentimientos, entender lo que necesitamos. Que son puerto donde llegar pero también desde donde partir para explorar, para conocer.
La cuestión es ¿y si la persona que nos cuidaba no sólo no nos veía sino que además era fuente de terror o de angustia?¿y si el puerto no fue seguro y solo era una escollera donde se acababa varado una y otra vez?¿y si la tranquilidad y la calma se hubieran marchado a otro continente?
Muchos y muchas de los que hoy son padres y madres se sienten frustrados, preocupados con su rol porque las relaciones de apego que establecieron en su infancia, su modelo de apego no seguro, se activa en algunas situaciones concretas que pueden parecerse a las que tuvieron en el pasado, condicionando de esta forma el presente y de forma automática, la relación con sus hijos/as. A ser padre o madre se aprende siendo primero hijo/a.
Estos apegos inseguros -dice Siegel- no significa que necesariamente se es inseguro como persona, simplemente que no se recibió de forma consistente esos fundamentos de ser vistos, sentirse a salvo y tranquilos en las relaciones de apego primeras y que estos modelos de apego inseguro reflejan que la persona tuvo que adaptarse a relaciones inseguras.
La buena noticia: aunque los modelos de apego persisten a lo largo de toda la vida, se pueden cambiar si llegamos a entenderlos. Si una persona puede dar sentido a sus experiencias de la infancia, puede desplazar sus modelos de apego hacia la seguridad. La manera en que uno da sentido a su vida, comprender las experiencias por las que tuvo que pasar y su respuesta,puede ayudar a relacionarse de forma más sana con uno mismo y con los demás. La culpa, el rencor, el dolor, el miedo han influido en la forma en que se ha ido conformando el cerebro, en la manera de actuar, de ver el mundo, pero no tenemos una única figura de apego a lo largo de nuestra vida. Y lo mejor: Nunca es demasiado tarde para desarrollar la integración en nuestro cerebro mediante la COMPRENSIÓN.
Comprender no significa minimizar, ni siquiera perdonar. Comprender es sinónimo de dar sentido, de otorgar coherencia a una historia creada en nuestra representación del mundo y de nosotros mismos. Y para ello, Siegel propone como herramienta el Mindsigth, el autoconocimiento como forma de conectar el pasado desde la memoria con la experiencia presente, el crear una visión coherente y la integración del yo a través del pasado, del presente y del futuro.
Comprender no significa minimizar, ni siquiera perdonar. Comprender es sinónimo de dar sentido, de otorgar coherencia a una historia creada en nuestra representación del mundo y de nosotros mismos. Y para ello, Siegel propone como herramienta el Mindsigth, el autoconocimiento como forma de conectar el pasado desde la memoria con la experiencia presente, el crear una visión coherente y la integración del yo a través del pasado, del presente y del futuro.
En el libro se ofrecen una serie de preguntas para reflexionar sobre el apego que son de gran interés, una forma de autoexploración que analizan diversos aspectos. Contestarlas seguro que puede ser no sólo fuente de autoconocimiento sino de consuelo, de comprensión, de encajar piezas del puzzle de la vida, de integrar para conducirse hacia un modelo más seguro de relación. Además en el libro se recogen ejercicios que ayudan a comprender cómo nuestros modelos configuran el presente...y a caminar por la vida con otros pasos.
Quería acabar esta entrada compartiendo algo que hace unos días en el trabajo me removió. No era la primera vez que me pasaba, pero no por ello dejó de impresionarme. En una entrevista con un chico joven, autodefinido por sí mismo como despojo de la vida, policonsumidor de sustancias, agresivo, aislado socialmente y desahuciado por su familia y por los diferentes recursos donde antes había acudido, se sorprendía y hasta se molestaba que durante las tres entrevistas que ya habíamos tenido yo me mostrara amable con él, confiada en que podía cambiar (él mismo no lo cree), animándole incluso. Decía que agradecía mi esfuerzo por intentarlo, pero que él era así, tal cual, con una vida que no podía cambiar y una historia de niño rico que tuvo de todo menos afecto familiar.
Quería acabar esta entrada compartiendo algo que hace unos días en el trabajo me removió. No era la primera vez que me pasaba, pero no por ello dejó de impresionarme. En una entrevista con un chico joven, autodefinido por sí mismo como despojo de la vida, policonsumidor de sustancias, agresivo, aislado socialmente y desahuciado por su familia y por los diferentes recursos donde antes había acudido, se sorprendía y hasta se molestaba que durante las tres entrevistas que ya habíamos tenido yo me mostrara amable con él, confiada en que podía cambiar (él mismo no lo cree), animándole incluso. Decía que agradecía mi esfuerzo por intentarlo, pero que él era así, tal cual, con una vida que no podía cambiar y una historia de niño rico que tuvo de todo menos afecto familiar.
Lo que le pasaba era simplemente que yo le veía (no quiero decir que otros no le hubieran "visto" antes y confiado en el).Simplemente él esperaba de mí que le dijera lo que tenía que hacer, que le juzgara o dirigiera que para algo yo era la experta. Preguntarle a él qué necesitaba, cómo se miraba por dentro, cual era ese niño interior que no nos dejaba ver... le incomodaba en extremo. Pero lo peor, recibir una mirada cálida y una sonrisa acompañada de palabras de aliento no puede ser integrado por alguien que se acostumbró a ser invisible, a que no le aceptaran, a ganarse a pulso las etiquetas que tenía y tiene. Intentó por todos los medios convencerme de mi inútil esfuerzo -al tiempo que por otra parte lo agradecía-,pero todo ello desde la angustia de incomodarse por recibir afecto. Le pregunté abiertamente si le fastidiaba que yo me mostrara así con él, clarificándole primero que no era impostación sino un estilo personal propio que me salía de forma natural, y su respuesta fue que si, que entendía que yo con los años de experiencia habría aprendido a trabajar de esta forma, pero que a él le ponía nervioso porque no es lo que esperaba ni creía merecer.
¿Puede haber algo peor que no sentirse digno de afecto?¿Tan grande es el impacto de su modelo de apego inseguro que no puede soportar ser reconfortado? ¿Tiene tan pegado a su piel el traje de "enfant terrible" o lo que es lo mismo, ha tenido que soportar una terrible infancia que le bloquea al máximo sus relaciones en su etapa adulta? Sigo sorprendiéndome después de muchos años con este tipo de situaciones. Leer en los libros lo que es un apego inseguro no tiene nada que ver con tener ante ti a una persona como esta, sin puerto, sin rumbo, y lo que es peor, hundida una y otra vez en un mar emociones y relaciones que le arrastran por el peso del pasado.
Por eso la palabra esperanza que transmiten las obras como la de Siegel nos puede aportar, además de conocimientos, la brújula sobre la que mirar en la relación de ayuda para con los otros pero también para consigo mismo.