Hace cuatro años mi estimado amigo y compañero
Apega, el psicólogo José Luis Gonzalo Marrodán me propuso el reto de
despedir el año con un acróstico, a lo que no me pude negar, primero porque me
apetecía por esa chispa de travesura infantil que suponía (de pequeña era un pasatiempos
estupendo), y segundo porque me parecía un buen momento para hacer balance de
lo que había sido aquel año. Desde entonces ha llovido mucho como se suele decir,
y ha habido un poco de todo. Pero me quedo con lo bueno y con lo que ahora
tengo, que es mucho, una vida personal y profesional muy feliz.
Me sorprende al repasar algunas entradas de mi
blog y sobre todo esta del acróstico que, aunque mi báscula y el espejo donde me miro por la mañana se empeñan
en recordarme que el tiempo pasa y no soy la misma, no cambiaría nada de lo que
hace cuatro años escribí en ese post. Permanencia y cambio. Como la vida misma.
Nuestros pensamientos y formas de ver de la vida se adaptan a las experiencias
que vamos teniendo pero queda algo, no sé cómo definirlo, que nos hace enlazar
pasado y presente, como si fuera nuestra propia esencia y aquello que nos
caracteriza.
Y hoy,
día de Nochebuena, me apetece compartir el mismo acróstico, con las letras que conforman el nombre de este blog, resiliencia infantil, celebrando que el
tiempo me ayuda a acumular experiencias y conocimientos pero no me resta la capacidad
de mirar al otro, niño/a, adolescente o adulto, con la suficiente sensibilidad
como para llegar a su emoción.
Y tú ¿te apuntas a hacer un acróstico?
Reto. Cada nuevo niño o niña, cada familia, cada persona que entra
en mi camino profesional suponen un reto, un desafío, una oportunidad de ayuda
en la que se ponen en juego habilidades, capacidades y conocimientos confiando
que puedan traducirse en pequeñas dosis de alivio emocional, en grandes
cantidades de promoción de sus recursos y en millones de partículas de
esperanza, aceptación, ilusión, confianza, empatía, libertad, etc. que hagan
posible la revinculación afectiva, la posibilidad de creer en la
relación de ayuda y volver a poder crear lazos de afecto que sanan heridas y
entretejen nuevas miradas del pasado y preparan nuevos diseños del futuro.
Esperanza. De poder creer en el cambio entendido como la búsqueda
de pedacitos de felicidad, de mirar adelante confiando en un futuro capaz
de ofrecer a nuestros niños y niñas oportunidades para disfrutar de la vida. La
vida es bonita para los que se sienten amados aunque sea solamente por un
adulto capaz de hacerle sentir importante, grande por dentro. De este modo
podrán afrontar mejor las adversidades. Mejor si les acompaña la preciosa frase
“si tienes un porqué para vivir encontrarás casi siempre el cómo”.
Sonrisa. Lo que nunca debe faltar en la cara de un niño o niña. Hay
mil razones para sonreir cada día, solo hace falta verlas o pensar en ellas. A
veces imaginarlas como posibles. El poder de una sonrisa es inmenso, conecta
con nuestras neuronas espejo de manera inmediata. ¿Eres capaz de resistirte a
sonreir cuando ves que lo hace un niño o niña?. El lenguaje de la felicidad.
Ilusión. Según la RAE puede tener como acepción “concepto, imagen o
representación sin verdadera realidad, sugeridos por la imaginación o causados
por engaño de los sentidos” o también “esperanza cuyo cumplimiento parece
especialmente atractivo”. Permitidme que ofrezca mi propia definición de
ilusión - como recogía en una entrada anterior
http://resilienciainfantil.blogspot.com.es/2014/01/el-sembrador-de-estrellas-o-lo-que-tu.html-,
como la posibilidad de modificar el significado de las cosas ( y las historias)
modificando el entorno. Mirar desde diferente perspectiva a veces para ver las
luces y fortalezas de las personas. Que aunque la persona no lo vea, la luz que
deja a su paso en un futuro iluminará el camino. Pensar que a veces tenemos
estrellas junto a nosotros aunque no las veamos. Que ante la
oscuridad/adversidad siempre sale una luz interior de la que no éramos
conscientes en otros momentos de nuestra vida. Y lo mejor, que la ilusión no
tiene edad ni sabe de diferencias.
Libertad. Sensación de hacer y decir lo que uno quiere. Saber que
te puedes alejar pero que hay vuelta posible. Elegir, no sentirse coaccionado
ante exigencias de otros. En mi caso, libertad es realizar las cosas que me
gustan, compartir, poder expresarme, inventar o tomar de otros lo que me parece
bonito, sentarme ante el ordenador y dejarme llevar. Un sueño que quisiera
fuera compartido con todas las personas que sufren mientras esperan el momento
de escapar de su jaula sea cual sea ésta.
Inocencia. La esencia de los niños y niñas. No hay maldad en ellos,
solo estrategias de supervivencia generalmente aprendidas de los adultos para
escapar de algo o para dejar de ser invisibles ante ellos. Nunca un niño o niña
es culpable de su sufrimiento, no hay nada que justifique un maltrato activo o
pasivo.
Empatía. Calzarse los zapatos del otro. Sentir como sienten pero
sin perder de vista ese “como si” que decía Carl Rogers. Comprender como
sienten y piensan los niños y niñas y sus familias manteniendo la suficiente
distancia mínima para que no nos invadan sus sentimientos de forma viral, pero
teniendo la suficiente aproximación como para entender sus emociones en función
de sus coordenadas personales.
Niñez. Período de la vida que debería ser siempre maravilloso pero
que en ocasiones se ve enturbiado por circunstancias familiares, porque existen
padres y madres que no pueden, o no saben o no quieren desempeñar su rol.
Gracias a la existencia de tutores de resiliencia esos nubarrones pueden
desplazarse y ver que el sol sale cada día, ¡¡pese a que vuelvan a aparecer las
nubes acompañadas de rayos y truenos!!. La creación de paraguas resistentes con
varillas flexibles capaces de resistir los azotes del viento y fuertes tejidos
impermeables que permiten avanzar en el camino de la niñez enturbiada y
encontrar la luz del sol gracias a personas significativas que les acompañan en
su crecimiento. La mejor etapa de la vida.
Confianza. Nada más bello que la capacidad de ofrecer a los otros
un espacio seguro donde poder sentirse sentido y reconocido, de escuchar sus
palabras diciendo “tú me entiendes” o “siempre voy a confiar en ti”. Esa confianza
se traduce en compromiso, en una especie de conexión invisible que hace que
fluya un canal de comunicación genuina, de revelar sentimientos, destaparse
ante el otro porque se siente que no te hará daño. Nuestros niños y niñas han
sufrido muchos desengaños en su vida, muchas veces por parte de quienes
debieran ser sus protectores y cuidadores…y sin embargo siguen confiando en
quienes saben mirar más allá de lo visible, quienes no se quedan con sus actos
inadecuados o sus respuestas desproporcionadas. Como decía Saint- Exuperié: lo
esencial es invisible a los ojos.
Ingenuidad. Lo que nunca quiero perder. La capacidad de asombrarse
de sorprenderse incluso por lo evidente. Lo que permite dar pasos adelante
pisando baldosas de confianza. Compañera de la inocencia y amiga de la ilusión.
Capacidad que se pierde con experiencias que hacen daño.
Aceptación. Somos lo que somos por las experiencias vividas y la
interpretación que de las mismas hacemos. Solo aceptando a la persona, con su
historia y la mochila que lleva podemos ofrecer una relación de ayuda. Pero no
siempre es fácil. Se entremezclan juicios de valor, resonancias personales,
limitaciones para tolerar a quien es distinto a uno mismo.
Imaginar. Crear, construir en la mente, idear rutas que lleguen a
buen puerto. Planificar. Vivir con el pensamiento lo que queremos vivir en la
realidad. Inventar mundos posibles. Reinventar el pasado.
Naturalidad. Ser uno mismo, sin impostar. Reconociendo las
debilidades y limitaciones y, ¿por qué no? elogiando nuestros puntos fuertes,
lo que sabemos hacer bien. Espontaneidad, asertividad, ser capaces de decir lo
que sientes o piensas de manera respetuosa. Los años me han hecho ser cada vez
más natural, incluso a veces puede que demasiado. Siento la necesidad de pensar
en voz alta ante las personas, niños y adultos con los que trabajo. Compartir
hipótesis que me ayuden a ayudar, sin que ello signifique que lo sepa todo o
que no me equivoque.
Familia. Grupo social capaz de transformar lo posible en real, de
ofrecer afecto, consuelo, seguridad, valores, y dar sentido a nuestro
proyecto de vida. Espacio de laboratorio social donde se germinan las
relaciones futuras, se practica para hacer frente a las dificultades y se
aprende a disfrutar de las cosas bonitas. Relaciones vinculares donde comienza
a desarrollarse la resiliencia primaria.
Apego. Un tipo de vínculo afectivo que se diferencia de los otros
en que mediante el mismo se busca la protección, el cuidado, la seguridad y
bienestar en la relación. La sensibilidad, la disponibilidad, la aceptación y
la valoración del niño o niña por parte del adulto promueven el apego seguro.
La inconsistencia, la negligencia, el maltrato, la falta de disponibilidad
tienen como consecuencia el desarrollo de apegos inseguros con graves
consecuencias a lo largo de la vida. Sentirse apegado a alguien forma parte de
los tesoros de la vida.
Narrativa. Historia que hacemos de nuestra historia. Explicación y
representación de mi vida y mis circunstancias. Importante en muchas ocasiones
reelaborar la historia, darle otro sentido, otra significación que permita
integrar las experiencias vividas y sentidas de manera adaptativa, sin que el
dolor impida o bloquee la expresión de los recursos personales de la persona.
Un cuento de uno mismo. El final podemos construirlo, el principio no.
Tiempo. Bien escaso muy necesario. Las relaciones necesitan tiempo.
Los avances necesitan tiempo. La cicatrización de heridas necesitan tiempo.
“Fue el tiempo que pasaste con tu rosa lo que le hizo tan importante”, leíamos
en El Principito. Mientras esperamos el paso del tiempo transformamos
nuestras circunstancias.
Introspección. Mirarnos para adentro, pensar y sentir de manera
autocentrada. Aprender a conectar con nuestro mundo interior para poder
comprender y entender al prójimo. Paso previo a la mentalización, solo puedo
sintonizar contigo si manejo y se modular mi frecuencia.
Luciérnagas. Otra metáfora de la resiliencia. Todos sabemos de
estos fascinantes gusanos de luz, capaces de brillar en la oscuridad con luz
propia. Emitir rayos de fortaleza aun cuando desconocemos el futuro inmediato.
Iluminar nuestros entorno para hacernos ver y para ver a los otros.
Os deseo un Feliz Fin de Año y que el 2019 os
traiga buenos momentos de Felicidad, Paz y Amor.