Os invito a leer este cuento de Navidad que he escrito, distinto y a la vez tan mágico y entrañable como todas las historias que tienen lugar en estas fechas tan señaladas. Espero que os guste.
Dedicado, con cariño, a todos los niños y niñas adoptados:
Eran las
16.30 horas de un día cualquiera. Uno de esos días en los que la desgana se
columpiaba dulcemente desde un extremo a otro de la clase, haciendo un guiño
travieso que impedía prestar atención a la maestra. Sólo la alegría de saber
que faltaban cinco días para las vacaciones de Navidad era lo único que
despertaba una sonrisa a Martina. Solo cinco días y podría
respirar, sin tener que hacer esos malditos deberes que no entendía, aunque lo intentaba hasta rabiar,
por mucho que los profesores no se dieran cuenta de su esfuerzo.
-“Hoy leeremos un cuento de Navidad, ¿quieres
empezar tú, Lucia? “, dijo la profesora.
Los ojos de
Martina cobraron luz de repente. Le gustaba mucho escuchar cuentos. Le
recordaba a su madre cuando cada noche, desde su llegada a casa, al ir a dormir le leía una historia. Contar cuentos
es mucho más que contar historias, es dejar fluir la imaginación desde lo real
a lo imposible, de la certeza a la fantasía. Lucía, su compañera, empezó a leer
en alto una bonita historia que hablaba de unos pastores que caminaban perdidos
en una tarde de diciembre cuando se dirigían a una aldea en busca de
una estrella. Martina escuchaba atenta el relato, entre entusiasmada y curiosa.
Su capacidad de atención, seriamente defectuosa para las tareas
escolares, se veía asombrosamente desarrollada cuando algo le
atraía.
Mientras
escuchaba, un pequeño rayito de sol, que entraba desde la ventana que
estaba a su derecha, se posó sobre su retina, deslumbrándola. Miles de
luces doradas aparecieron en ese momento destelleando y atrapando a Martina en
una especie de túnel monocromático en el
que se vio transportada, como si de un largo tobogán dorado
se tratase.
-“¿Dónde estoy? “, se
preguntaba, mientras miraba de un lado para otro.
No había visto
nunca ese lugar. Solo recordaba la intensa luz que entró en sus ojos y, de
repente, ese extraño lugar. Se deslizaba sin hacer ningún esfuerzo hacia
un remanso de luz que había a lo lejos. Cuando llegó por fin, se
detuvo en una especie de haz de luz que parpadeaba tímidamente, y
quedó allí sentada. Nunca había estado allí antes. A
decir verdad, no era ni siquiera un lugar como los que ella conocía. Todo
estaba a oscuras, salvo el haz de luz que hasta allí la
trajo, y pensó ¿qué hacía ella allí?.
De repente,
una especie de ventana con forma redonda se abrió, y poco a poco comenzó a
deslumbrarse a lo lejos algo que semejaba ser una casa. Allí, en
una de las estancias, había una cuna de madera, desgastada pero limpia.
Una niña jugaba en su interior balbuceando cortos sonidos
mientras sonreía ella sola al escucharse. Su madre estaba en un
rincón de la sala haciendo con barro una figura que parecía ser un jarrón. Sus
ojos, tristes y apagados, apenas se abrían lo suficiente para mirar
de reojo a la niña, mientras sus manos deambulaban por el barro sin llevar un
certero ritmo. Sólo sujetaban levemente la figura que iba forjándose, pero
que aún se encontraba por definir cómo sería su aspecto final. Su lánguida cara reflejaba pesar y
tristeza.
-“¿Sabes quiénes son? “, le dijo a Martina una vocecita que escuchó por detrás de
ella.
Se giró
rápidamente y pudo ver una especie de pequeño duende con orejas de elfo, un
gorro verde a rayas del que lateralmente caía un enorme pompón
blanco, un pantalón rojo con cinturón y unas babuchas acabadas
en punta.
-“¿Quién eres tú?”, gritó Martina sorprendida.
-“Soy Max, uno de los duendes de la Navidad.
Siempre he vivido en tu mente desde aquella mañana en que tu mamá te trajo al
mundo. Ella deseó cuando tú naciste que nunca te pasara nada malo y que la
felicidad te acompañara. Y en ese momento surgí yo, para acompañarte en cada
Navidad. No me has visto antes porque andas siempre un poco enfadada cuando se
avecinan estas fechas. La rabia es mi enemiga y, aunque
llevo nueve años intentando hablar contigo, no había sido
posible hasta hoy. “
- “¿Nueve años?, ¿llevas nueve años conmigo?, !Que cosas tan extrañas
cuentas¡. ¿Seguro que no eres una pesadilla de esas que a veces me molesta
por las noches? “.
-“Tranquila, estoy aquí para enseñarte algo.
¿Ves eso de ahí abajo? Dijo señalando a la casa. “¿Ves a esa mamá y a esa
niña?. Eres tú. Esta es tu historia antes de que te adoptaran esos papás
que te quieren tanto.”
-“¿Soy yo?” Dijo poniendo los ojos como platos. “Si soy yo… ¿Porqué no pude seguir allí? ¿Qué pasó para que
me abandonara? ¡Era muy pequeña!. ¿Qué hice mal para que mi madre no me
tuviera con ella? “.
-“Entiendo tu pesar, debe ser muy difícil pensar en ello. Es normal que
te pongas triste y hasta un poco enfadada. Pero mira, mira ahí abajo. ¿qué más
ves? Esa mamá está muy triste porque ha tenido que tomar una decisión muy
difícil. Mira sus ojos, están vidriosos de tanto llorar. No puede cuidar de su
pequeña”.
-“¿Pero por qué?¿dónde está ella ahora?¿qué va a pasar con mi
historia?¿porqué no pudo cuidarme? ¡Si me hubiese querido no me hubiera dejado!”.
Casi sin que pudiera terminar,
empezaron a llover del cielo cientos de copos de nieve en forma de
interrogante. Los había de muchos tamaños y formas. Unos más grandes y
redondeados, otros más finos y con forma cursiva. Formaron de repente una tormenta
de figuras que dejaron un enorme manto blanco en el suelo de ese misterioso
lugar.
- El pequeño duende contestó:
“No tengo respuesta para todas tus preguntas, pero tengo unas cuantas preguntas
sin respuesta…¿Hasta cuando vas a sufrir por algo que quizás nunca sepas?¿Qué
es peor, sufrir por lo que pudo haber sido y no fue, o disfrutar de lo que
afortunadamente ha sido? No tenemos siempre un porqué a nuestro alcance para
muchas de las cosas que ocurren. Un accidente que deja en silla de ruedas a
alguien, un ser querido que se muere, un incendio que arrasa una casa, las
guerras, el hambre, la soledad de muchas personas. En todas ellas, cuando
sobreviene la desdicha, existen dos caminos: uno, el del lamento y la pasividad,
el otro el de la aceptación y la lucha por seguir adelante. Tú no elegiste
venir a este mundo, pero gracias a alguien que lo decidió por ti, hoy estás
aquí. Y tienes la oportunidad de decidir cómo quieres que te acompañe tu historia.”
Mientras iba hablando la niña iba
calmándose cada vez más y más. De repente, el elfo paró de hablar y señaló con
el dedo hacia la ventana donde estaba la madre trabajando ese barro cada vez más endurecido. Martina y él
pudieron observar como un rayito de sol, muy parecido al que entró por la
ventana de la niña, hizo su aparición de forma repentina. La mujer, por primera
vez sonrió mientras el rayito entraba en su retina y como si de un hechizo mágico
de Navidad se tratara, comenzó a verse reflejado en el cielo un haz de luz que
unía, de manera única, los ojos de Martina con los de aquella mujer. De su boca
salió un pequeño susurro que decía “mi niña,
se feliz allí donde estés”, mientras seguía con los ojos bien abiertos para
no dejar escapar ni una pizca de esa luz que unía a las dos.
El timbre que anunciaba el final
de la clase sonó. ¡Ya eran las cinco!.
-“Martina, despierta, que estás embelesada y ya es hora de marcharnos a
casa”, le dijo Pedro, su compañero.
La niña hizo un ademán como de despertar de un
sueño ¿o quizás no lo soñó y fue cierto?. No lo sabremos, no tenemos respuestas
para todas las preguntas. Pero siempre tendremos historias para contar en
Navidad.
Por Conchi Martínez Vázquez
Guau! !!! Conchi, muchas gracias me ha encantado este lindo cuento de navidad. Abrazo grande y cariñoso
ResponderEliminarMarigely me alegra que te haya gustado. Agradezco enormemente tu afecto en forma de bonitas palabras (como siempre) y te siento cerca pese a que nos separen tantos kilómetros de distancia. Aprovecho para desearte unas Felices Fiestas Navideñas. Un abrazo!!
EliminarQue bonito Conchi. ¡Feliz Navidad!
ResponderEliminarMarta recojo el elogio con mucho cariño y te animo a que sigas escribiendo tú más cuentos como el que ya tienes publicado. Feliz Navidad también para vosotros y que se cumplan tus sueños e ilusiones. Un abrazo!
EliminarHola,
ResponderEliminarSoy hija adoptada y madre y psicológa, me ha rechinado el cuento, particularmente la parte donde dice que ha habido desgracias y que está en el tomar lo bueno que tiene, el niño que viene tiene una herida, y compararlo con otras desgracias para que lo acepte no me parece lo más empatíco, creo que sería mejor haberle dicho que le entiende, que siente el dolor que puede sentir de no saber, de tener esa incertidumbre y que yo como madre intentaré reparar y ayudarle en lo que pueda para que averigue lo que necesite saber. Y quizás en el cuento le preguntaría porque se aburre tanto en clase....
Segurmanete se ha escrito con un objetivo pero cuidado en mi opinon no profundiza, se queda en la superficie, y no da valor a los sentimientos de ese niño, calma a los padres.
Estimada anónima. Siento que no haya sido de tu agrado el cuento. Es obvio que hay muchas otras formas en las que podía haberse planteado y que podría haberse omitido, añadido o modificando infinidad de cosas. Pero quizás estás juzgando un trabajo desde tu perspectiva autorreferencial sin llegar a entender lo que he querido transmitir. Feliz Navidad.
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