Esta semana continúo compartiendo
la lectura del libro Educar las emociones de Amanda Céspedes (Ediciones B.S.A).
Esta neuropsiquiatra infantil chilena transmite de forma sencilla muchos aspectos
relacionados con el apego y la resiliencia siendo lo más destacado que lo hace sobre
la base de las emociones y el papel que estas tienen en la vida desde que
nacemos.
Y además, podemos descubrir cosas
en su obra que complementan lo que podemos leer en otros autores ya comentados en este y otros blogs y que vienen a
corroborar la importancia del entorno y de los adultos con los que el niño o la
niña participa en contextos sociales como promotores de resiliencia y buen
trato (sin olvidar la cara oculta de los efectos que la negligencia o el
maltrato pueden tener a la inversa).
Una frase que me encanta del
libro es : “El niño llega al mundo
perfectamente programado para la felicidad. Cada uno, incluso quienes
por algún azar nace con determinada minusvalía, trae consigo una espléndida
dotación biológica diseñada para conquistar dicha felicidad y vivir en armonía. Pero será la impronta
ambiental, en especial durante los primeros años, la que en definitiva selle el
destino de ese niño, esculpiendo en aquel flamante sistema de la felicidad un
guión de fortalezas o de vulnerabilidad para erguirse ante la vida y sus
desafíos.” Que maravillosa programación!!! Saber que todos somos
potencialmente seres felices o al menos capaces de serlo, abre una visión de
optimismo, de esperanza, de posibilidades. TODOS, podemos ser felices, todos
podemos ser resilientes. El guión, no es la obra acabada, es el esbozo inicial
de lo que podemos ser y conseguir. La “escritura”, el argumento, se construye
en esa combinación de elementos personales, relacionales y trascendentales que
van dan paso a la construcción de la persona.
Y en todo esto, una palabra
clave: EMOCIÓN. Para Amanda “una emoción
es un cambio interno pasajero que aparece en respuesta a los estímulos
ambientales. Las emociones básicas humanas nos acompañan desde el
nacimiento y se organizan en un eje
polar: rabia y miedo versus alegría y quietud. Un recién nacido experimenta
un miedo extremo al cambiar el cálido y protector útero materno por un ambiente
externo plagado de estímulos nuevos y desconocidos para él: ruidos, olores,
temperatura, luces. Estos estímulos le perturban y su cerebro transforma esta
incomodidad en rabia. Una vez que se atienden sus necesidades, se calma y
experimenta la alegría de ser confortado; los cuidados recibidos le permiten
dormirse en un placentero estado de calma.”
“ A partir de estas emociones básicas van apareciendo otras más complejas y sofisticadas, que se construyen dinámicamente durante la vida y sus experiencias: sobre la plataforma de la alegría y de la quietud surge el júbilo, la euforia, el éxtasis, el arrobo, mientras que sobre el miedo y la rabia se construye la vergüenza, el disgusto, la frustración, la ofuscación, el recelo, entre otras. A medida que el niño va creciendo, las emociones se van haciendo conscientes y se integran al guion biográfico de cada individuo, con su particular bagaje de vivencias. De este modo se establecen esquemas emocionales más duraderos que interactúan conscientemente con la personalidad en formación: son los sentimientos…"
“ A partir de estas emociones básicas van apareciendo otras más complejas y sofisticadas, que se construyen dinámicamente durante la vida y sus experiencias: sobre la plataforma de la alegría y de la quietud surge el júbilo, la euforia, el éxtasis, el arrobo, mientras que sobre el miedo y la rabia se construye la vergüenza, el disgusto, la frustración, la ofuscación, el recelo, entre otras. A medida que el niño va creciendo, las emociones se van haciendo conscientes y se integran al guion biográfico de cada individuo, con su particular bagaje de vivencias. De este modo se establecen esquemas emocionales más duraderos que interactúan conscientemente con la personalidad en formación: son los sentimientos…"
Y todo esto tiene que ver con lo que en otra entrada (Tú, yo, nosotros. El modelo mental de relación (I) pincha encima si quieres leerla) comenté: crecemos acumulando experiencias cargadas de emociones, sensaciones y pensamientos que van registrándose en nuestra mente y una gran parte de ellas tienen que ver con nuestros padres o cuidadores. La forma como fuimos amados, protegidos y sentidos va conformando desde los primeros momentos el estilo de apego. El modelo mental de la relación (o working model) viene a ser el conjunto de representaciones mentales dinámicas interrelacionadas, que presenta una cierta estabilidad y que se resiste al cambio. Dicho modelo mental constituye un ensamblaje de recuerdos, pensamientos, reglas, etc., conscientes.
Parece ser, según confirma la autora del libro que durante los primeros dos meses "el bebé y su madre (o
cuidadora) experimentarán un estado de enamoramiento mutuo, una suerte de danza
de interacciones cargadas de emoción; se irán conociendo, descodificando mutuamente,
aprendiendo sutiles códigos de señales, identificándose olfativa, táctil,
auditiva y visualmente. Con cada interacción exitosa entre ambos, la intensa
tormenta emocional inicial va cediendo paso gradualmente a una preeminencia de
la emocionalidad positiva: el
péndulo del temperamento del bebé, que inicialmente oscilaba entre
rabia/alegría, miedo/serenidad, se va inclinando hacia la emocionalidad de
predominio positivo. Es el nacimiento de la más poderosa fuerza generativa
humana: la armonía emocional. Dos meses
después de nacer, el bebé ya ha fortalecido suficientemente su capacidad de
confiar en ese “otro” que calma sus ansiedades e inclina una y otra vez su
péndulo del temperamento hacia la emocionalidad positiva: un estado calmo, de
quietud, de serenidad; un predominio de la alegría confiada por encima del
miedo al desamparo y de la rabia, y una incansable curiosidad por su entorno.” Lo cual le va a permitir poder explorar el mundo sintiéndose protegido/a y sobre la base de un apego seguro. Parece casi mágico que en sólo dos meses, y a través de múltiples interacciones con su figura cuidadora, el bebé, ese ser tan vulnerable e indefenso, sea capaz de aprender a confiar en los otros.
"El apego es el guión relacional
en que se basarán las vinculaciones futuras y sentará al mismo tiempo los cimientos para construir
la confianza básica, un sentimiento profundo de fe en la capacidad de ser amado
por otros, que en el imaginario
arquetípico infantil, son buenos y saben amar."
"La armonía emocional es el resultado
visible de un guión vivencial ontogenético, que se construye sobre una
plataforma biológica por efectos de la experiencia social."
La plataforma primaria de la armonía emocional, tan importante desde la primera infancia y desarrollada evolutivamente, está constituida por tres potentes sentimientos:
"-Alegría existencial: sentimiento de gozo
permanente que estimula a su vez la fantasía e imaginación, lo lúdico, el
hedonismo, el sentido del humor y las destrezas comunicativas al servicio de la
inteligencia interpersonal. Esta alegría existencial mueve a explorar, a pensar
divergentemente, a crear, y favorece los procesos de afiliación. Sobre ella se
construye el optimismo. Ha sido denominada la “dicha de vivir” y se caracteriza
por un sentimiento independiente de gratificaciones específicas como obsequios,
viajes, ganancias, adquisiciones, bienes de consumo, entre otros.
-Motivación: estimula la curiosidad, el
asombro ante el misterio y lo novedoso; promueve la apertura a nuevos
aprendizajes, la necesidad de explorar, de descubrir, de pensar excitadamente y
de abrirse a recursos cognitivos sofisticados. Es la base de las destrezas
metacognitivas y es independiente de recompensas específicas como títulos académicos,
premios, distinciones, diplomas, ascensos y otros.
-Serenidad: es un sentimiento de
confianza básica que engloba el saberse aceptado incondicionalmente, protegido
y amado. Es la base de la entrega afectiva y es independiente de recursos
específicos destinados a la protección, como inmunizaciones contra agentes
infecciosos, casas o coches con alarmas, vigilancia policial, inmunidad
diplomática, linajes sociales, etc."
Vemos, según lo anterior, que estos tres sentimientos son independientes de refuerzos materiales o sociales en sí mismos, es decir, se basan más en la relación, en la emoción, en la protección afectiva, promoviendo todo un conjunto actitudes ante la vida y la adversidad que ayudan al niño o niña a desarrollarse de una manera más sana y adaptativa.
Para finalizar por hoy, incluir el apartado donde Amanda concluye con esa similitud entre armonía emocional y resiliencia:
"El poder de la armonía emocional está en la fortaleza para enfrentar
las adversidades-conocida como resiliencia-;
para afrontar creativamente los problemas; para ampliar el dominio cognitivo y
la capacidad reflexiva; para adaptarse condiciones
extremas de vida y salir airoso de situaciones límite; para adquirir de forma
temprana un corpus de valores y principios éticos rectores; para desarrollar conductas prosociales; para abandonar de
manera oportuna el natural egocentrismo infantil y tener en cuenta las
perspectivas de los otros, y para acceder a la conciencia de sí y a la
conciencia universal o sabiduría.
La armonía emocional se
construye día a día, en una tarea cuyas reglas son siempre las mismas, pero que
es progresivamente más compleja y sofisticada.
A medida que el niño va creciendo, su armonía emocional va dependiendo
en parte de su biología, proclive a la resiliencia o a la vulnerabilidad, y en
parte, no menos decisiva, de un número cada vez mayor de actores en cuyas manos
está el acompañar a este niño en sus tareas de crecimiento en escenarios cada
vez más amplios y multidimensionales."
¡Feliz semana!
No hay comentarios:
Publicar un comentario