Tal como os decía en la entrada anterior, en esta ocasión quiero compartir una preciosa metáfora que se recoge en el libro de Amanda Céspedes que os recomendaba leer la semana pasada: "Educar las emociones".
Hoy en día está de moda hablar de educación emocional. Incluso en ocasiones se plantea la misma como la panacea para lograr que los niños sean exitosos académica y socialmente. Y por supuesto que es importante educar las emociones de las que todo el mundo habla pero en el fondo siguen siendo grandes desconocidas para padres y educadores.
Amanda otorga un carácter fundamental a las mismas, pero haciendo una llamada de atención a los adultos, tanto a los profesionales de la educación, quienes niegan muchas veces las emociones en el aula cuando en realidad forman parte del repertorio conductual y de aprendizaje de los niños y niñas, centrándose en lo cognitivo e ignorando el papel de la emocionalidad en la construcción integral de la persona. Y por otra parte a los padres y madres, quienes a veces sobrevaloran la disciplina como único medio de manejar la conducta a través de un control y supresión de las emociones negativas.
La metáfora de las emociones para Amanda es la siguiente:
"La caja de resonancia es una parte primordial de la gran mayoría de los instrumentos acústicos, principalmente de cuerda y percusión. No solo cumple la función de amplificar el sonido, sino que es un factor decisivo en el timbre del instrumento. Para ello, es importante la calidad de la madera, el número de piezas con las que está hecha y su estructura. En la mayoría de los instrumentos de cuerda, la caja de resonancia está formada por dos tapas y una sección de madera con formas curvadas que las une. En el interior se encuentran el bastidor-estructura de refuerzo de las tapas que sirve para controlar la vibración- y el alma.
En los instrumentos de cuerda, el alma es una pieza de madera en forma de cilindro en el interior del instrumento y cuya función, además de otorgarle resistencia a éste, es mejorar la resonancia transmitiendo las vibraciones del puente al conjunto.
En el ser humano, el alma es también el elemento central que permite "resonar" con los matices de la vida al tiempo que asegura la resistencia a sus adversidades. El alma es un finísimo soplo que se nutre o debilita al contacto con la dimensión emocional, la que sería equivalente a la caja de resonancia; todo nuestro ser resuena con la vida, experimentando ante sus desafíos variaciones fisiológicas que denominamos emociones, construyendo a partir de ellas un complejo mundo psíquico que se va a expresar en conductas."
O dicho de otro modo, los adultos, es decir, la caja de resonancia de los niños y niñas podemos posibilitar la amplificación de sus emociones (teniendo sensibilidad para detectar cómo se sienten, identificar qué emoción están teniendo, devolverles feedback de lo que les está ocurriendo y porqué, que se sientan sentidos) pero también para modular su conducta (lo que en la metáfora es el timbre),que puede ser desde muy estridente hasta muy controlada y armoniosa, ofreciendo modos alternativos de respuesta.
Por aquello del símil de la calidad de la madera, piezas y estructura, si lo aplicamos al contexto familiar donde desde que se nace se van educando las emociones (padres, hermanos mayores y familiares cercanos son los primeros maestros) y siguiendo lo que plantea la autora, se deben cumplir una serie de condiciones indispensables para llevar a cabo de manera exitosa la tarea de educar las emociones:
- tener un conocimiento intuitivo o informado acerca de la edad infantil y adolescente, particularmente de sus características psicológicas y de sus tareas de cumplimiento (yo diría saber leer e interpretar las partituras)
- conocer la importancia de los ambientes emocionalmente seguros en el desarrollo de la afectividad infantil (todos sabemos que una melodía solo se escucha bien en un lugar tranquilo, capaz de contener las vibraciones y aislado de ruidos que distorsionen el sonido)
- presencia de un razonable equilibrio psicológico en cada uno de los miembros de la familia, ausencia de psicopatología (añadiría que para ser músico hace falta un buen conocimiento de uno mismo y de los instrumentos)
- cohesión familiar (¡cuando suena la orquesta acompasada la melodía se magnifica!)
- afrontamiento adecuado de conflictos (si una cuerda se rompe o se desafina el instrumento y comienza a sonar mal, hay que tener paciencia y tacto para seguir tocando o reparar el daño)
- estilos de administración de la autoridad y el poder (el director siempre será el director y nunca el músico principiante)
En la siguiente entrada hablaré de las emociones básicas y su importancia.
Feliz semana.
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