"Solamente dos legados duraderos aspiramos a dejar a nuestros hijos: uno raíces...el otro, alas"

"Solamente dos legados duraderos aspiramos a dejar a nuestros hijos: uno raíces...el otro, alas"
"Solamente dos legados duraderos aspiramos a dejar a nuestros hijos: uno raíces...el otro, alas"

miércoles, 20 de noviembre de 2013

El buen trato visto por los niños y niñas


Hoy es el Día Mundial de la Infancia, fecha en la que se conmemora la aprobación de la Declaración de los derechos del Niño en 1959 y de la Convención sobre los Derechos del Niño en 1989

Podríamos escribir verdaderos ríos de tinta poniendo el énfasis sobre la importancia de respetar y hacer valer los derechos de los niños y niñas, pero si en algo se pueden resumir todos esos derechos es en la responsabilidad de ofrecer un BUEN TRATO a todos y cada uno de ellos y ellas. Y qué mejor que escuchar por parte de los pequeños protagonistas del día lo que entienden por buen trato.

Por eso, hoy quiero dar voz a los niños y niñas de la mejor manera que saben hacerlo, expresándolo a través de sus dibujos. Y para ello me valgo de una publicación muy interesante y recomendable, escrita por Patricia Barraza y editada por el Ministerio de Educación de Chile (aprovecho para enviar recuerdos desde aquí a mis amigos y amigas de este país en el que me siguen muchas personas y además es la tierra de mis entrañables Jorge Barudy y Maryorie Dantagnan, profesionales totalmente entregados en la promoción de los buenos tratos a la infancia y referentes absolutos del tema).  

En el libro "El buen trato visto por los niños" se abordan cuestiones tan importantes como ¿Qué es necesario para que los niños se sientan bien tratados?, Factores que influyen en el buen trato, El rol de los adultos, Apego, Estilos de crianza y estilos educativos, Resiliencia  y Autocuidado de los adultos que se relacionan constantemente con los niños y niñas, pero lo más interesante (bueno, una de las cosas más interesantes para no restar importancia al resto) son las ilustraciones y los datos de una encuesta realizada a 606 niños y niñas que tenía como objetivo conocer qué significa para ellos y ellas ser "bien tratados"por los adultos

Se les preguntó ¿Cuándo sientes que alguien grande te trata bien?, ¿Qué persona grande, que conoces, te trata bien?, ¿Qué hace esa persona, para que tú te sientas bien? Y además, se les pidió que realizaran un dibujo donde se encontraran ellos con la persona grande que los trataba bien.

Estos son los resultados sobre el total de respuestas a la pregunta "Siento que me tratan bien cuando..."

-Recibo expresiones de afecto 305 (50,3%)

-Recibo ayuda, apoyo y enseñanza 75 (12,4%)

-Conversan conmigo 69 (11,4%)

-Juegan conmigo o participo en actividades recreativas con ellos 41 (6,8%)

-No soy castigado o maltratado físicamente 38 (6,3%)

-Recibo respeto 31 (5,1%)

-Recibo cuidados 30 (4,9%)

-Recibo objetos materiales 17 (2,8%)

Total 606 


Y como lo verdaderamente importante en esta jornada (y en las 364 restantes del año) es lo que ellos y ellas se expresen, a continuación comparto algunas de las ilustraciones que acompañan el documento.

Siento que me tratan bien cuando me dan cariño...





Siento que me tratan bien cuando me ayudan, me apoyan y me enseñan...    



                Siento que me tratan bien cuando conversan conmigo...





Siento que me tratan bien cuando juegan conmigo...

                 
                       

                  Siento que me tratan bien cuando no me tratan mal...



                Siento que me tratan bien cuando me cuidan...




Siento que me tratan bien cuando me respetan...



                   Siento que me tratan bien cuando me regalan cosas...




Como veis, toda una joya gráfica que expresa desde una visión infantil cuáles son sus necesidades. Especial atención a las valoraciones que se recogen en este estudio y que pueden ser perfectamente extrapolables a otras poblaciones, sobre todo en el altísimo porcentaje en la respuesta "cuando recibo expresiones de afecto" que contesta más de la mitad de muestra. A veces damos por hecho que saben que les queremos y no lo mostramos abiertamente. Otras veces, algunos niños y niñas no tienen esas caricias, abrazos y besos verbales y físicas que alimentan el espíritu y el corazón y han de buscarlo en otras personas externas a la familia.

¿Y tú? ¿Qué entiendes por buen trato a la infancia?¿Te atreves a dibujarlo?

Un abrazo desde mi niña interior para todas aquellas personas que trabajan, desde la esfera personal y/o profesional por el bienestar de los niños y niñas del mundo.


sábado, 16 de noviembre de 2013

Ser diferente, ser resiliente.

¡¡iDiver-capacidad!!! Bonita palabra. Suena algo así como a capacidad para divertirse, lo  que debería acompañar cualquier situación en la que un niño o una niña pueda mostrar alegremente sus capacidades. Mostrar a los otros lo que sabes, lo que puedes hacer, las habilidades en las que destacas… poniendo el foco no en las limitaciones sino en las fortalezas.

Pero la diver-capacidad en esta entrada tiene que ver con la conjunción de dos vocablos: DIVERSIDAD Y DISCAPACIDAD.

Entender qué es la discapacidad puede ser más fácil: Significa que hay una limitación en alguna de las capacidades que tenemos todas las personas: hablar, caminar, relacionarnos, comportarnos cuando estamos junto a otras personas, ver, oír… Esta limitación (que puede ser debida a que, por ejemplo, alguna parte de nuestro cuerpo está dañada y no funciona bien) implica que la persona que la sufre tenga dificultades para hacer algo o bien, no pueda hacerlo como el resto.

Por este motivo lo correcto es hablar de personas con discapacidad, nunca de discapacitados: porque a pesar de que alguien pueda tener una limitación para ver, por ejemplo, tiene otras muchas capacidades: puede caminar, oír, jugar, trabajar…

Por cierto, ¿Sabías que Nemo, el protagonista de una conocida película de dibujos animados tenía una discapacidad? Nació con una aleta más pequeña con la que le resultaba más difícil nadar como los otros peces. Su padre era muy sobreprotector y no confiaba demasiado en las capacidades de Nemo. Eso producía en el pequeño pez mucho dolor hasta el punto de llegar a rebelarse a la actitud de su padre corriendo con ello serios peligros. Para Nemo, tener una discapacidad no era sinónimo de ser inútil, de ser tonto o de ser poco importante. Tenía otras cualidades muy valiosas más allá de su pequeña aleta malformada.

¿Imaginas un fondo marino en el que todos los peces fueran del mismo color, tamaño y forma? La diferencia es lo que enriquece, da vida, colorido.
 
 
 
 

Y aquí entra en juego la DIVERSIDAD.
Diverso es sinónimo de diferente, pero ser diferente no siempre es fácil. El mundo es diverso, sí. Todos somos únicos, diferentes, irrepetibles. Pero la integración no es una palabra que acompañe a todos los niños y niñas en su entorno.  Burlas, obstáculos, dificultades añadidas a la ya dura tarea de ser niño o niña, hacen que ser diferente sea a veces una gran adversidad...

http://www.fundacionadecco.es/_data/SalaPrensa/Estudios/pdf/272.pdf

El libro “Diferentes. Guía ilustrada sobre la diversidad y la discapacidad”,  escrito por Angels Ponce e ilustrado por Miguel Gallardo es una Guía elaborada por OHL y Fundación Adecco para la sensibilización y el acercamiento de valores que ayuden a la integración de las personas con discapacidad en la sociedad. Está dirigido a niños de 4 a 8 años y sus padres, si bien en mi opinión se trata de un magnífico material de trabajo en todas las edades.

De una manera amena y muy clara con ilustraciones, aborda temas como lo importante de entender que todos tenemos capacidades diferentes y dificultades para algunas cosas, que la diversidad está en todas las partes, y que a pesar de ello, todas las personas, con discapacidad o no tenemos muchas cosas en común.

Muchos niños y niñas con síndrome de Down, lesión medular, autismo, ceguera, TDAH (trastorno por Déficit de atención con hiperactividad), etc., superan cada día con optimismo, alegría, buen humor, motivación…gracias a que los que le rodean le transmiten afecto y confianza.

Las cualidades personales más importantes que facilitan la resiliencia, según se recogen en algunas investigaciones, tienen que ver con:

a) autoestima consistente;

b) convivencia positiva, asertividad, altruismo;

c) flexibilidad del pensamiento, creatividad;

d) autocontrol emocional, independencia;

e) confianza en sí mismo, sentimiento de autoeficacia y autovalía, optimismo;

f) locus de control interno, iniciativa;

g) sentido del humor;

 h) moralidad.

Estas y otras características individuales asociadas a la resiliencia no son innatas sino que proceden de la educación y, por lo tanto, pueden aprenderse. Familia, escuela y sociedad tienen por tanto un papel importante en la promoción de la resiliencia.
 
No podemos olvidar que las cualidades que llevan a la resiliencia se construyen en la relación con el otro, que para bien o para mal estamos modelados por el trato y las miradas de los demás.
 
Un buen ejemplo de iniciativa para la promoción de personas con discapacidad es el siguiente vídeo editado por la  Junta de Andalucía que os recomiendo veías y compartáis ,principalmente el lema final de la canción:
 
 “SEAN CUALES SEAN NUESTRAS DIFERENCIAS, FACILITEMOS LA CONVIVENCIA”.


 

viernes, 8 de noviembre de 2013

¿Puede un padre o madre sentir rechazo por su hijo/a y al mismo tiempo quererle?

La semana pasada compartía con vosotros en la entrada anterior algunas sugerentes cuestiones que Martha Alicia Chávez Martínez recoge en su recomendable libro “Tu hijo, tu espejo. Un libro para padres valientes” . Y esta semana quiero continuar compartiendo las ideas de esta psicoterapeuta.

Empiezo con una pregunta:

¿Puede un padre o una madre rechazar a su hijo o hija y al mismo tiempo quererle? Y si es así ,¿el rechazo es siempre reconocido y aceptado?



 
El rechazo y sus máscaras
 
Quizás lo primero que nos podríamos preguntar ante la cuestión anterior sería ¿Por qué un padre o una madre podría sentir rechazo por un/a hijo/a? La primera razón es su condición humana; el padre/madre es un ser humano con una historia personal, con limitaciones, con necesidades insatisfechas, con miedos, con conflictos.

Pueden existir diferentes razones por las que el hijo puede ser rechazado, una de ellas por lo que la autora llama El síndrome del "patito feo" que se manifiesta de diversas formas, pero siempre lleva implícito el mismo mensaje para el hijo: "No me gustas".

Ser de piel, ojos y cabello oscuro en una familia que hipervalora el cabello, los ojos y la piel clara, ser mal alumno en una familia de gente inteligente y brillante, ser pobre en una familia de ricos, ser rico en una familia de pobres, ser irresponsable en una familia dé superresponsables, vestir "mal" en una familia que viste "bien", ser libre en el pensar y el actuar en una familia de rígidos, ser feo en una familia de bellos, o simplemente ser demasiado gordo, o demasiado flaco.

El padre o la madre pueden sentirse cuestionados a nivel social, importa demasiado que la gente piense que no lo estás educando, formando, cuidando o alimentando adecuadamente, y lejos de  sentirte orgullosos de él o ella sienten rechazo.

Otras razones por las que se puede sentir rechazo hacia un hijo son, por ejemplo, que haya nacido cuando ya no se deseaba un hijo, o porque padece alguna enfermedad desde pequeño que esclaviza y abruma a los padres, o por una razón tan simple, pero tan común, como parecerse a algún familiar con quien el padre tiene fuertes conflictos o le cae mal.

Muy importante lo que señala Martha….Porque, ¿qué sucede cuando un padre que siente un importante grado de rechazo hacia un hijo lo mantiene negado y reprimido? En el mejor de los casos, mostrará agresión y desamor hacia su hijo ( y dice en el mejor de los casos porque ésta es la forma menos insana de manejarlo).
 
Cuando un padre muestra abierta y directamente estos sentimientos, el hijo sabe dónde está parado, sabe qué esperar, está viendo la piedra en la mano del padre y buscará la forma de protegerse cuando la lance; construirá escudos, desarrollará estrategias, echará a andar todo su ingenio y su potencial para lidiar con la situación. En cambio, cuando en grado extremo el padre reprime, oculta y niega el rechazo, se activará inconscientemente un mecanismo de defensa llamado formación reactiva, el cual consiste en encubrir un motivo o sentimiento que causa angustia y culpa, experimentando conscientemente lo opuesto, de manera que antes de que el verdadero sentimiento o motivo llegue a la conciencia se convierte en su opuesto.

En este caso el rechazo será manifestado como su polo opuesto: la sobreprotección.

Cuidado, no estamos diciendo que todo padre o madre sobreprotector en el fondo esté rechazando a su hijo/a. Sino que nos referimos a aquellas situaciones en las que existe un rechazo grande, secreto y negado hacia el hijo y la consiguiente culpa por sentirlo, por lo cual, como un intento de disminuir esa culpa y ocultar ese rechazo, se desarrolla la sobreprotección, permitiéndole ser y hacer todo lo que quiera. Le satisfacen sus necesidades antes de que las sienta, le dan de sobra antes de que pida, le permiten hacer cosas que a otros hijos no, o no le exigen lo que a otros hijos sí, les soportan agresiones y hasta se convierten en sus sirvientes. El hijo sobreprotegido crece débil, demandante, dependiente, inseguro, sin tolerancia a las frustraciones, ignorando su propio potencial y con la sobreprotección le han dado el mensaje implícito: "TÚ NO PUEDES, POR ESO LO HAGO YO POR Ti".

Puede parecer algo extraño al leerlo por primera vez, pero no es difícil encontrar situaciones así, como la de la mamá que fue violada por su exmarido al cual su hija, fruto de esa violación, no para de recordar y por la que siente verdadero rechazo con el que se siente mal y por ello le permite todo, incluso un absentismo consentido bajo la justificación de problemas somáticos fingidos.

Está claro, no obstante, que si tuviéramos que elegir entre el rechazo abierto y directo y la sobreprotección, nos convendría elegir el primero, porque, aunque ambas situaciones causan dolor, en el primer caso el hijo desarrollará la fortaleza suficiente para salir adelante, para defenderse, para compensar de alguna manera las carencias derivadas del abandono emocional producido por el rechazo.

 
Cambia tú lo que yo no puedo cambiar

No hay nada más chirriante que observar cómo una madre le dice a su hijo gritando como una energúmena que es un maleducado, o un padre que le dice a su hijo adolescente que no fume porque se tragará el cigarrillo si le pilla cuando hace este gesto con un cigarro encendido. O que su cuarto es un desastre cuando la habitación de la madre es una leonera. Dice Martha que cuando un padre insiste con el hijo a tal punto que parece obsesionado por cambiarlo para que haga eso que "debe" hacer, no hay duda de que hay algo más, algo que el padre está proyectando en el hijo de manera inconsciente. Y aquí va el mensaje implícito: "ESTO ES MÍO, NO ME GUSTA, NO LO PUEDO CAMBIAR, CAMBÍALO TÚ POR MÍ".
 

A menudo olvidamos que los hijos aprenden los valores de lo que los padres SOMOS, no de lo que DECIMOS.


La pesada carga del hijo parental

Muchos hijos asumen roles y funciones distintas a las que les son propias. Y  además el hijo parental tiene mucho poder en la familia, se le ha dado implícitamente toda la autoridad para manejarla, sus funciones son proteger a sus padres y hermanos y solucionar una buena cantidad de asuntos relativos a ellos.

El hijo parental suele ser muy maduro, muy fuerte y responsable, contrariamente al padre o madre que debería llevar a cabo esta función, quien suele ser débil, dependiente, inmaduro, temeroso, inseguro o con muchos conflictos emocionales o de personalidad. También puede surgir un hijo parental cuando uno de los padres tiene una importante enfermedad física o discapacidad. Tomar el rol de hijo parental es producto de un acuerdo inconsciente e implícito entre el hijo y los padres. Por lo general, nunca se ha hablado al respecto, simplemente el hijo percibe a un padre, madre o a ambos, incapaces de hacerse cargo de su propia vida y de la de sus hermanos; entonces, sin darse cuenta, el hijo toma la batuta y el padre gustoso se la entrega.

No significa que de pronto el hijo decidió tomar ese rol, la mayoría de las veces ni siquiera es consciente de que lo tiene, surge como un mecanismo de compensación para mantener la homeostasis o equilibrio en la familia. El hijo parental presenta comportamientos característicos: cuida a sus hermanos, les da consejos, los reprende, está convencido de que debe ser su ejemplo a seguir; cuida también a sus padres, los regaña, les indica cómo educar a sus hermanos y qué permisos concederles; toma además decisiones importantes en casa: recibe las quejas del padre o madre acerca de las faltas de su cónyuge y se siente obligado a dar apoyo y consejo al respecto. Pero por dentro este hijo vive en tal grado de tensión que sólo quien ha estado en ese lugar puede comprender.

Recuerdo el caso de Natalia, de 12 años, que se en-cargaba literalmente de que sus dos hermanos pequeños hicieran las tareas escolares, comieran, se vistieran, todo ello bajo la inatenta mirada de su madre con una botella de alcohol en el sillón de la casa. ¡Y pobres de sus hermanos si no lo hacían!

Por otra parte, en ocasiones escuchamos que los pequeños son “el hombre o la mujer de la casa” cuando los progenitores se separan o cuando se van de viaje. Pero como dice Martha, nunca un hijo es el hombre o la mujer de la casa; si en esa familia por cualquier razón no hay esposo o esposa de modo definitivo o temporal, simplemente no hay hombre o mujer de la casa. Los hijos no deben, no pueden, no les corresponde ocupar ese lugar cuando está vacío, está vacío y punto; el hijo es el hijo y nunca será, ni tiene por qué serlo, el sustituto del padre o la madre ausente. La inseguridad, el miedo a la soledad, pueden llevar a los padres y madres a actuar de esta manera (y con ello no decimos que si en algún momento lo hemos dicho sea una barbaridad, sino que el problema aparece cuando se hace de manera reiterada y el niño o niña acaban asumiendo esa función).

Hace unos días una adolescente me decía que tenía un dilema a la hora de decidir con quien se iría a vivir tras la separación de sus padres porque su madre la martirizaba continuamente recordándole lo mucho que se parecia a su padre, pero éste le decía cada vez que tenía ocasión que tendría que quedarse a vivir con él porque así sería la mujercita de la casa (y él obviaba lo que la menor decía de…y con ello, hacer la comida, poner la lavadora, comprar..)

El compromiso sagrado

Ser padre o ser madre es el más honroso y sagrado compromiso que adquirimos con la vida, compromiso que algunos deciden no cumplir, abandonando física, material o emocionalmente a sus hijos; compromiso que otros deciden cumplir quejándose, lamentándose y reclamando a sus hijos por todos los sacrificios, el dinero gastado, el esfuerzo hecho día con día, compromiso que otros, por desgracia los menos, cumplen amorosamente aun con todas sus limitaciones, agobios y errores.

El dar es siempre en sentido descendente, es decir, desde las generaciones mayores hacia las generaciones que le siguen, y un padre no tiene derecho a reclamar a sus hijos por todo lo que les da.

Dice Martha: “he visto muchas madres solteras, viudas o divorciadas, reclamando que no se volvieron a casar por sacarlos adelante; madres amargadas reprochando que dedicaron su juventud a ellos, desgastando sus cuerpos y sus energías por su causa. También he oído a padres frustrados que casi llevan una lista de lo que han gastado en mantenerlos y lo duro que trabajan para ellos; padres que siempre dan el dinero de mala gana, acompañado con una retahila de reclamos, condiciones o amenazas; y a madres que le dicen a la hija que está a punto de casarse o irse de viaje: "Una los cría, se sacrifica por ustedes, da la vida por ustedes y, de pronto, así de fácil se van y nos dejan solos".”

En definitiva, nadie dijo que ser padre o madre fuera fácil. Y no se trata de juzgar lo mal que lo hacen unos u otras, o de estigmatizar a aquellas personas que por razones injustas no tuvieron la oportunidad de tener una infancia y una adolescencia felices dificultando con ello una competencia parental adecuada. Lo que importa es el darse cuenta pronto, por uno/a mismo/a o con ayuda de profesionales. El cambio en positivo merece la pena para niños y grandes.

Y por supuesto que se puede rechazar y querer al mismo tiempo a un hijo o una hija aunque sea difícil de creer si no se tienen en cuenta las historias personales de cada uno/a.

Contacta conmigo

resilienciainfantil@gmail.com