"Solamente dos legados duraderos aspiramos a dejar a nuestros hijos: uno raíces...el otro, alas"

"Solamente dos legados duraderos aspiramos a dejar a nuestros hijos: uno raíces...el otro, alas"
"Solamente dos legados duraderos aspiramos a dejar a nuestros hijos: uno raíces...el otro, alas"

miércoles, 31 de julio de 2013

Seguimos construyendo resiliencia con Edith Grotberg

En la entrada anterior Re-descubriendo a Edith Grotberg: los ladrillos de construcción de la resiliencia   (pincha encima si quieres leerla) la semana pasada comencé a compartir con vosotros una aportación poco conocida de Edith Grotberg acerca de lo que ella llama “ladrillos de construcción de la resiliencia” y comenzamos por la CONFIANZA, el  primero de los cinco ladrillos que la autora propone (le siguen la autonomía, la independencia, la aplicación y la identidad).
 
Antes de empezar, un apunte, bueno, mejor dicho una afirmación: Confianza(como ladrillo de resiliencia) y apego están firmemente relacionados. ¿Qué es si no la confianza más que una esperanza firme que se tiene de alguien o algo (una relación)? ¿Y no es el apego lo que otorga esa seguridad que los niños y niñas tienen de sí mismos a partir de la seguridad de base que le proporcionan sus figuras de apego?.RESILIENCIA Y APEGO: INEVITABLE Y PODEROSO TANDEM!!!
Esta semana seguimos construyendo resiliencia de la mano de Edith Grotberg con dos nuevos ladrillos que paso a transcribir extraidos del libro “La resiliencia en el mundo de hoy” (Editorial Gedisa, 2006) :

2. Segundo ladrillo: la autonomía
La autonomía se define como independencia y libertad, la capacidad de tomar nuestras propias decisiones. Comienza a desarrollarse a los dos años de edad, momento en el que el niño se da cuenta de que es alguien separado de aquellos que tiene a su alrededor y que la gente responde a lo que él hace y dice. A través de este sentimiento de separación, el niño comienza a entender que existen consecuencias para cada comportamiento, aprende acerca de lo que está bien y lo que está mal, experimenta la sensación de culpa cuando daña o decepciona a alguien.
 
La autonomía es fundamental para promover los factores resilientes y reforzar aquellos que ya se han activado. A medida que los niños y jóvenes se vuelven autónomos, la voluntad y el deseo de aceptar límites en sus conductas se ven fortalecidos (YO TENGO), se promueve el respeto por ellos mismos y por los demás, se activa la empatía, la solidaridad, así como también el hecho de saberse responsables de sus propios actos (YO SOY). También desarrolla el manejo de sus sentimientos y emociones (YO PUEDO). La confianza y la autonomía, como  factores resilientes, pueden promoverse en conjunto, para que de esta manera hagan del proceso de promoción de la resiliencia un todo integrado.

Un gran número de niños y jóvenes no logran ser autónomos. Algunos de ellos viven en hogares donde las expresiones de autonomía significan temor a ser castigados o sufrir daños físicos. En ocasiones cometen errores que generan respuestas de tal burla y ridículo que estos niños y jóvenes no volverán a intentarlo. Muchos adultos tuvieron estas mismas experiencias durante sus infancias y, en consecuencia, nunca intentaron ser autónomos; siempre recurren a alguien más confiado, más seguro. La confianza en sí mismos resulta destrozada. Generalmente, estas personas son presas fáciles para los líderes que desean lograr cosas dañinas y peligrosas.

Un punto para comenzar a promover la resiliencia en este tipo de niños, jóvenes y adultos es hacerles ver que está bien que cometan errores, que pueden aprender de estos. Podemos hacer que lean historias o contárselas nosotros mismos, sobre los fracasos que todos tenemos. Muchas personas pueden contar historias sobre sus fracasos antes de convertirse en personas exitosas. Podemos asegurarles que los errores no son algo de lo cual uno deba avergonzarse y, entonces, alentarlos a correr el riesgo de cometer errores. Nosotros estaremos allí si fracasan o si salen exitosos.

3.Tercer ladrillo: La iniciativa
La iniciativa es la capacidad y la voluntad de hacer las cosas. Comienza a desarrollarse entre los cuatro y cinco años de edad, cuando el niño comienza a pensar y hacer cosas. Probablemente hayamos comenzado todo tipo de proyectos o actividades que no hemos podido o no hemos terminado. Pero el punto a considerar no es si lo logramos o no; la voluntad de probar es lo realmente importante para generar la iniciativa. Las ideas creativas en el arte y en las ciencias, los inventos y la resolución de los problemas en todos los ámbitos de la vida requieren de iniciativa. La creatividad se afirma en los primeros años de nuestra vida.

Necesitamos de la resiliencia para promover aquellos factores que se relacionan con esta. Cuando de hecho incentivamos la iniciativa, se refuerzan nuestras relaciones de confianza con los otros, reconocemos límites para nuestros comportamientos y aceptamos ese aliento para ser personas autónomas (YO TENGO); además, la iniciativa refuerza la sensación de sentirnos tranquilos y bien predispuestos, y demostrar empatía y solidaridad, mostrarnos responsables de nuestras conductas y estar optimistas, seguros de nosotros mismos y esperanzados (YO SOY).También nos estimulan así las nuevas ideas o modos de hacer las cosas, expresando nuestros pensamientos y sentimientos, solucionando problemas, manejando los sentimientos y conductas y pidiendo ayuda a los demás (YO PUEDO)….
Muchos niños y adultos no desarrollan la iniciativa. A menudo, son reprendidos por todo el revoltijo que generan con sus proyectos inconclusos. Se les hace sentir culpables por haber molestado a los demás; se sienten demasiado rechazados por aquellos a quienes pidieron ayuda y, en consecuencia, sienten que no merecen ser ayudados. Nadie se preocupa; nadie estaba interesado en ayudarlos. Con el tiempo, dejan de querer o tratar de tomar la iniciativa para hacer algo…

Para intentar desarrollar la iniciativa podemos incentivar a los niños y jóvenes a decidir qué es aquello que les gustaría hacer. Podemos hablar acerca  de las maneras de organizar planes con sus amigos, ayudarlos a reconocer diferentes posibilidades de poner en práctica estos planes, considerar las consecuencias que pueden aparecer y cambiar lo que sea necesario. Estaremos allí para ayudarlos a sobrepasar los obstáculos y aprender tanto de sus éxitos como de sus errores. Por supuesto, podemos también orientar a los adultos utilizando un lenguaje más apropiado para la edad, pero con el mismo propósito. Ayudémoslos para que puedan ver en el fracaso una gran experiencia de aprendizaje; les permitirá abrirse a nuevas ideas para encontrar el éxito.”

¿Cómo expresar mejor algo tan obvio y contundente de una manera tan clara? Edith Grotberg no deja de sorprenderme…. Creo que el pararse a leer con detenimiento estas reflexiones sencillas pero importantes puede facilitar ese proceso de promoción de la resiliencia dándonos pistas acerca de como acompañar a niños y niñas en este camino serpenteado de sus vidas (en mayor o menor grado) construyéndose como persona.

miércoles, 24 de julio de 2013

Re-descubriendo a Edith Grotberg: los ladrillos de construcción de la resiliencia

A veces conocemos a los autores por determinadas aportaciones, como ocurre con Edith Grotberg con su archiconocido “Yo puedo, yo soy, yo tengo”, pero cuando nos paramos a revisar otras contribuciones suyas nos damos cuenta de lo valioso de su conocimiento para la comprensión de conceptos como el de RESILIENCIA.

No me he equivocado de autor cuando en el título de la entrada hablo de “ladrillos de construcción de la resiliencia”. Vanistendael nos hablaba, a modo de arquitecto social de una estructura en forma de casita en la que podrían distinguirse diferentes pisos y dependencias interconectadas para promover la resiliencia. En esta ocasión quiero compartir con vosotros otro apartado del libro de Edith Henderson Grotberg “La resiliencia en el mundo de hoy” (Editorial Gedisa, 2006) al que ya hice referencia en una entrada anterior.



Un poquito de revisión histórica (si no te apetece o ya te la sabes, pasa al punto siguiente):
 
Antes de transcribir la aportación, contextualizaré a esta autora dentro la  perspectiva histórica de investigadores sobre resiliencia.
Anteriormente a Edith Grothberg, por los años 80, el estudio de la resiliencia se centró principalmente en la cuestión ¿qué características marcan a las personas que prosperarán frente a factores de riesgo o adversidad en oposición a aquellos que sucumben hacia conductas destructivas?. Destaca la investigación de  Emmy Wermer, quien realizó un estudio se buscaba identificar los factores de riesgo y los factores protectores que habían posibilitado la adaptación de un grupo de unos 700 niños que provenían de ambientes desestructurados. Los investigadores de aquel momento partían de la premisa que la resiliencia es aquello que se puede estudiar una vez que la persona ya se ha adaptado, cuando la persona ya tiene una capacidad resiliente, por lo que la investigación se centraba en encontrar el conjunto de factores que habían posibilitado la superación. En otras palabras, sólo se puede etiquetar una persona de resiliente si ya ha habido adaptación.

En una segunda  etapa la investigación se ocupó de descubrir el proceso de obtención de las cualidades de resiliencia identificadas en la anterior etapa. A mediados de los 90 otros investigadores entre los que están Edith Grotberg, añaden el estudio de la dinámica y la interrelación entre los distintos factores de riesgo y de protección. Esta segunda generación entiende la resiliencia  como un proceso que puede ser promovido. Las investigaciones se preocupan más en identificar las dinámicas presentes en el proceso resiliente con el objetivo fundamental de ser replicadas en intervenciones o contextos similares. Esta segunda perspectiva viene a significar que todas las personas podemos ser resilientes. El  desafío es encontrar la manera de promover la resiliencia en cada persona, tanto individualmente como en las familias. La segunda generación, por tanto, rompe los esquemas fijos e inamovibles respecto a los factores que tendrían que ver con la resiliencia.

Actualmente se habla de una tercera generación en el estudio de la resiliencia, que se inicia sobre el año 2000 y que plantea la misma no tanto como capacidad (primera generación), ni solamente como proceso (segunda generación), sino como un verdadero PARADIGMA que trata de identificar cuál es el marco que explica que la respuesta resiliente no es la excepción de la norma, sino la habitual. No basta con decir que la persona es resiliente, ni que está resiliente o que la resiliencia se aprende: los nuevos investigadores afirman que la resiliencia se construye.

 
El re-descubrimiento de Edith

Edith Grothberg vuelve a deleitarnos con sus aportaciones cuando habla de la promoción de la resiliencia en el libro que os he mencionado. A continuación el re-descubrimiento de Grotberg (la negrita y subrayado son míos):
Podemos promover la resiliencia en cualquier etapa de la vida en la que nos encontremos….La tarea de desarrollar la resiliencia dentro de cualquier grupo, cualquiera que sea la edad de sus miembros, se facilita si uno piensa en términos de ladrillos para la construcción del crecimiento y el desarrollo. Esos ladrillos corresponden a las edades y etapas del desarrollo comunes a todas las personas, identifican y delimitan los factores resilientes que pueden promoverse de acuerdo a la edad. Sin embargo, muchos de esos bloques no se encuentran desarrollados debidamente en algunos adultos, quienes necesitarían revisar las etapas evolutivas y descubrir qué es aquello que les está faltando en sus capacidades para enfrentar la adversidad.
 

Edith habla de cinco ladrillos de construcción fundamentales o pilares de la resiliencia: CONFIANZA, AUTONOMÍA, INICIATIVA, APLICACIÓN E IDENTIDAD. Este último es de gran importancia ya que según la autora “todos y cada uno de los factores resilientes pueden desarrollarse en el momento en que la persona llega  a esta etapa, para luego continuar reforzándolo y fortaleciéndolo.”
Señala asimismo que es importante reconocer que algunos de estos factores tienen más relevancia en una etapa de crecimiento y desarrollo que en otra.

 “Un niño pequeño no necesita concentrarse en características como aplicación o identidad, mientras que un niño en edad escolar o un joven sí  lo necesitan…. Sería discutible decir que la edad de un niño,de un joven o de una persona adulta indica aquellos factores resilientes ya desarrollados. A decir verdad, un gran número de jóvenes y adultos no fueron capaces de desarrollar siquiera el primer factor resiliente de la primera etapa de desarrollo: la confianza.

El punto de partida para promover la resiliencia deberá  ser, entonces, ese factor en el cual el niño, el joven o el adulto se encuentren de acuerdo a su etapa de desarrollo. No obstante, será importante determinar, en el caso del joven y del adulto, qué factores resilientes ya se encuentran desarrollados. Por ejemplo, el joven podrá tener la capacidad de resolver problemas académicos pero no podrá hacerlo con problemas interpersonales; la primera requiere de poca confianza en los demás, mientras que la segunda requiere de sentirse muy confiado en los demás. El adulto podrá tratar a los demás con amor, respeto y empatía pero no asume su responsabilidad a la hora de cumplir con plazos de entrega en su trabajo o cuando debería adquirir nuevas capacidades laborales.”

1. Primer ladrillo: La confianza
Los niños y jóvenes presentan algunas dificultades para desarrollar la resiliencia, a menos que cuenten con la ayuda de un adulto. Aunque tampoco aceptan la ayuda de cualquier adulto, sólo la de aquellos en quienes ellos confían, respetan, aman y con los que se sienten unidos de alguna manera. Desde el comienzo, la confianza es la llave para promover la resiliencia y se convierte en la base fundamental para desarrollar otros factores resilientes. Cuando los niños y jóvenes sienten esas relaciones confiables y afectuosas están listos para aceptar límites en sus conductas e imitar modelos (YO TENGO); están listos para ser más agradables,solidarios, optimistas y esperanzados (YO SOY); podrán involucrarse con mayor facilidad en relaciones interpersonales exitosas, resolver conflictos en diferentes ámbitos y pedir ayuda (YO PUEDO). No sólo aprenderán a confiar en los demás sino también en ellos mismos, sabiendo que aquellos en los que tienen depositada su confianza no dejarán que nada malo les ocurra.

Las personas no sólo necesitan aprender a confiar en los demás sino también en sí mismos. Cuando no confían en sí mismos pueden ciertamente volverse dependientes de otros, sintiendo que los demás son mejores que ellos, que saben más y sólo sentirán que están mejor protegidos dependiendo de otros.
Para aquellos que desean promover la resiliencia en niños y jóvenes un punto de partida es el  de construir una relación con ellos basada en la confianza. ¿Es usted una persona en la que se puede confiar? ¿Es usted honesto?¿Es respetuoso de la información que se le confía? ¿Usted los ayudará? Los niños y jóvenes que han sufrido rechazo, que han sido explotados o abusados no confían en los adultos; el hecho de superar esa desconfianza es un desafío para cualquiera que esté dispuesto a ayudarlos.
 
Aquellos que deseen promover la resiliencia en personas adultas, verán rápidamente que estas muestras mayor escepticismo y que su resistencia es más alta y más fuerte a la hora de confiar en los demás. Algo que sí pueden aprender es a elegir unas pocas personas en las que estén dispuestos a experimentar este riesgo que significa confiar en ellos y ver qué sucede. No tienen que compartir detalles muy personales de sus vidas en este punto, pero pueden ir probando a la persona que eligieron y decidir cuándo es el momento para compartir aún más…La alegría y bienestar que producen las relaciones de confianza bien valen la pena el riesgo de vivirlas.”
 
Interesante ¿verdad?.
Continuará en otras entradas en las que se comentarán los otros "ladrillos" de construcción de la resiliencia de Grotberg....

martes, 16 de julio de 2013

Porque en ti yo creo...

“Puedo escribir los versos más tristes esta noche.
Yo la quise, y a veces ella también me quiso.
En las noches como ésta me tuvo entre sus brazos.”
Así decían unos versos de Pablo Neruda (salvando la cursiva que he cambiado yo de pronombre) y que me resuenan esta tarde en la cabeza una y otra vez recordando, sin querer, de manera inconsciente, las historias recientes de los chicos y chicas con los que he trabajado estos días. 
Y es que ser profesional no me exime de tener emociones, de sentir como sienten.
Esta no es una entrada triste aunque pudiera parecerlo. Es más bien una entrada más personal que pretende transmitir esperanza, confianza.
Cada día aprendo cosas nuevas con ellos y ellas. Me aportan ideas, secretos, ilusiones, preocupaciones…pero sobre todo, formas de vivir la vida que les permite estar, ser y adaptarse a su realidad.
Es sorprendente cómo después de soportar tanto sufrimiento aún siguen confiando en los adultos. O cómo son capaces de perdonar el daño que han recibido porque viene de personas tan importantes para ellos que no pueden soportar tener sentimientos negativos.
Me llevo a casa como si fueran tesoros las metáforas que comparten conmigo, porque SI, son capaces -aunque no lo creamos- de pensar en sus vidas mirándose en espejos que no siempre son tan nítidos y limpios como debieran ser y que recogen imágenes de ellos deformadas, distorsionadas. 
 Y sin embargo, esas vidas tristes de las que podrían escribir infinidad de versos tristes pensando en esa madre que un día los tuvo en brazos y no pudo o supo cuidarle bien, en esa madre a la que a pesar de sus incompetencias quieren y necesitan sentirse por ella querid@s, están ahí. Historias que están haciendo mella en sus vidas, devolviéndoles a golpe de emoción los recuerdos que su memoria implícita no pueden borrar y que no son capaces de entender. Impidiéndoles tener unas relaciones con los otros cargadas de momentos grises que empañan el espejo y les devuelven una imagen de sí poco nítida.
Menos mal que los reflejos de luz que en algunos tramos entran les permiten ver en ese espejo que no están solos, que aparecen junto a él/ella otras personas que saben mirarle en su esencia, sin borrones ni distorsiones. Son capaces de reconocer a esas personas y de agradecer, con una sonrisa,con un gesto,con una mirada cómplice, que se sienten sentidos.
Hoy he aprendido una nueva metáfora que aplico a cómo me siento escribiendo esta entrada y que viene a ser cómo me encuentro estos días (¡es lo que tiene ser humana!). Al pensar en ellos parece que en mi cabeza hay una macedonia de emociones.

Se entremezclan emociones agridulces y amargas como la rabia y la tristeza por lo injusto de sus vidas, pero también emociones frescas como la alegría, o emociones dulces como la ternura que me despiertan, o emociones intensas de larga duración como la esperanza y la fortaleza que demuestran.
A todos ellos y ellas, sea cual sea su edad, su historia, sus dificultades, sus etiquetas…les quisiera decir:
Creo en ti…aunque tu conducta no sea la más adecuada, sé que no sabes explicar de otro modo cómo te sientes.
Creo en ti…porque detrás de ese traje de tipo duro o de chica fuerte se esconde un corazón herido que necesita que le abracen y le quieran.
Creo en ti…por mucho que continúes robando o mintiendo o quizás devorando comida con atracones, porque sé que solo quieres coger lo que no tuviste, la nutrición afectiva que te faltó.
Creo en ti… sin que tengas para ello que demostrarme con halagos excesivos o palabras que piensas que yo quiero oír que existes y que te tengo presente.
Creo en ti… aún en tus peores momentos, en los que tus emociones sobrepasan tu capacidad para poder ser integradas, e intentas huir desesperadamente de ti y tu historia con conductas autolesivas.
Creo en ti… porque crees en mí y me abres tu mundo para pasear por él buscando tesoros en ti mis@ y en los otros que te den bienestar y te quiten sufrimiento.

Por eso, aunque mi macedonia emocional me trae a la memoria los versos del principio...”puedo escribir los versos más tristes esta noche…”, las frutas de la resiliencia me llevan a compartir contigo este otro poema de Mario Benedetti:
"No te rindas, aún estás a tiempo de alcanzar y comenzar de nuevo.
Aceptar tus sombras, enterrar tus miedos, liberar el lastre, retomar el vuelo.
No te rindas que la vida es eso, continuar el viaje, perseguir tus sueños,
destrabar el tiempo, correr los escombros, y destapar el cielo.
No te rindas, por favor no cedas, aunque el frío queme,
aunque el miedo muerda, aunque el sol se esconda, y se calle el viento,
aún hay fuego en tu alma, aún hay vida en tus sueños.
Porque la vida es tuya y tuyo también el deseo,porque lo has querido y porque te quiero.
Porque existe el vino y el amor, es cierto. Porque no hay heridas que no cure el tiempo.
Abrir las puertas, quitar los cerrojos, abandonar las murallas que te protegieron,
Vivir la vida y aceptar el reto, recuperar la risa, ensayar un canto,
bajar la guardia y extender las manos, desplegar las alas e intentar de nuevo,
Celebrar la vida y retomar los cielos.
No te rindas, por favor no cedas, aunque el frío queme,
Aunque el miedo muerda, aunque el sol se ponga y se calle el viento,
Aún hay fuego en tu alma, aún hay vida en tus sueños
Porque cada día es un comienzo nuevo, porque esta es la hora y el mejor momento.
Porque no estás solo, porque yo te quiero."
 









miércoles, 10 de julio de 2013

¿Hay alguien ahí? Cuando lo obvio se aleja de lo evidente y viceversa

No es que me haya dado por filosofar ni mucho menos. Sobre todo porque está claro que lo obvio y lo evidente son sinónimos y no me voy a poner a hablar metafísicamente..pero bueno, entendiendo por obvio aquello que está muy claro, que es fácil de entender, y lo evidente como aquello que es patente, comprobable, quiero compartir una reflexión personal a la que doy vueltas estos días ayudándome a explicarla con dos ejemplos:
 
Marcos es un niño de 10 años. Presenció cómo su padre hace tiempo maltrataba brutalmente a su madre antes de marcharse definitivamente. Ante esa situación arremetió contra él por querer defenderla. Y eso era solo una pequeña muestra de la cantidad de escenas de violencia de las que fue testigo directo y en más de una ocasión protagonista involuntario. En el colegio tiene problemas con sus compañeros y con los profesores. Insulta, pega, rompe cosas. Ahora además roba. Su madre dice de él que es un mentiroso y que no es de fiar, que nunca obedece, que ha de encerrarle en su cuarto para conseguir que haga la tarea.

Es OBVIO que toda situación familiar y personal de un niño que sufre y presencia violencia puede tener serias repercusiones en su comportamiento y que cierto grado de afectación es incuestionable.
Es EVIDENTE que Marcos tiene un problema no solo familiar y personal, también social. No sabe controlarse.  Lo que "se ve” es un problema de conducta y de actitud. ¿Quiénes lo ven? Todos los de su clase, en el patio, en el comedor.... ¿Saben todos los que ven lo evidente aquello que decíamos que era obvio? Es decir ¿saben todos que Marcos es un niño maltratado?¿O qué piensan de Marcos? Seguramente los tutores que le hayan tenido y el/la psicólogo/a del centro y el director/a conocerán un poco la historia de Marcos y podrán ser condescendientes o comprensivos con él (o no en el peor de los casos). Pero…¿y para el resto? Marcos es un tirano, un maleducado y un niño agresivo.
Lo EVIDENTE (la conducta) se antepone a lo OBVIO (la causa).


Cambiemos de niño:
Pedro tiene también 10 años. Vive en un pueblo pequeño, de esos en los que todos se conocen. Por eso, cualquiera de allí nos contaría la historia familiar de Pedro: que su madre fue abandonada por el padre de sus dos hijas mayores; que después conoció a otro hombre con el que tuvo a Pedro y también se separaron; que las hijas mayores, como la madre no tenía autoridad y estaba mucho tiempo con depresiones y pasándose con el alcohol, la insultaban e incluso le habían llegado a amenazar con un cuchillo y a pegar en varias ocasiones.
El padre de Pedro cuando la mamá no se encuentra bien, los fines de semana alternos y algún día entre semana se hace cargo del chico. …Todos dicen de Pedro que es un chico muy maduro, responsable, que se defiende como puede en los estudios para aprobar, que es sociable, obediente y muy muy mayor para su edad.
Es OBVIO que una historia familiar como esta es un gran factor de riesgo para cualquier niño/a que la viva.
Es EVIDENTE que Pedro no ha sufrido las repercusiones que podrían esperarse porque lo que “se ve” es que es muy fuerte. ¿Quiénes lo ven? Todos los del pueblo que le conocen. ¿Saben todos los que ven lo evidente (que Pedro es muy responsable y buen chico) también aquello que decíamos que es obvio (su historia familiar)?. ¿Qué piensan de Pedro? Seguramente que “ha salido demasiado bien” para lo que se podía esperar. Y...¿El que todos sepan lo obvio y lo evidente ayuda a Pedro?. ¿Es Pedro resiliente? (la respuesta a esta pregunta más abajo).


A veces lo obvio se aleja de la evidencia explícita. Es decir, lo visible, lo comprobable, lo que está claramente a la vista no es necesariamente lo que por lógica o por razonamiento o si quieres por conocimiento científico es lo esperable. Y viceversa.
En el caso de Marcos, lo que se ve, al no saber la mayoría de gente la causa que lo origina (unos malos tratos obvios y evidentes de puertas para dentro) da pie a una interpretación errónea. Tampoco es plan de pregonar a los cuatro vientos que Marcos es un niño maltratado y decirlo a todo el mundo, pero no dejan de ser muy injustas las etiquetas que le van colgando y que le van a acompañar por mucho tiempo. 
Cuando le pregunté a Marcos por sus problemas minimizaba, es más, negaba que siguieran existiendo. Acababa de conocerle hacía poco y me aseguraba que todo eso que decían de él ya no era cierto. Necesitaba que yo me creyera que no era cierto porque de lo contrario…era muy probable que su mamá se enfadara con él aún más si yo hablaba con ella. Y él no sólo no quería que su mamá se enfadara sino que intentaba agradarla haciendo el payasete, intentando que le hiciera caso, protegiéndola, porque siempre decía que su padre había sido malo con ella. Por eso “comprendía” cualquier cosa que hiciera su mamá por él. Decía “me encierra en el cuarto por mi bien, para que yo aprenda”, “es que yo soy muy nervioso porque tengo hiperactividad y por eso me riñe”. Al explorar quien podía ser una persona significativa para él…nadie, absolutamente nadie de su entorno tenía confianza en él, nadie le aceptaba incondicionalmente. O al menos el lo percibía así.

Volvamos a Pedro. Lo que “se ve” es lo que Pedro ha logrado mostrar a los demás poniéndose el traje de superhéroe. Bueno, poniéndose no, poniéndole. Su madre dice que se apoya en él y que le cuenta todo porque es su pilar ya que sus con otras hijas no se puede contar (¿un niño de 10 años puede ser el pilar de una madre y contarle todo???). En el colegio no pueden decir cosas malas de él las profesoras, es un niño digno de admiración (pero desconocen que se vuelve loco cuando le llaman ese insulto tan feo de hijo de p… y que en varias ocasiones se ha pegado con niños como él y que no se siente aceptado). Su padre dice que hace lo que puede. Se lo lleva cuando hay situaciones de mucho conflicto en casa de su madre o cuando ésta no está bien, o cuando le toca. 
Le pregunté a Pedro qué tal la relación con su padre y lo más que fue capaz de hacer es encogerse de hombros y soltar un “¡pufff!, saqué un 9 en un examen y le dije muy contento que si se alegraba de mi buena nota y me dijo ¡pues vale!”. Su padre pasa el tiempo viendo la tele o jugando a la play. Su abuela y tías paternas pasan de él cuando le ven. Le pregunté también a Pedro que en quien se apoyaba y me dijo que en nadie. Nadie hablaba con él de cómo estaba, de qué le interesaba.
¿Es Pedro un niño resiliente? No. Es un niño que ha desarrollado sus propios mecanismos de defensa para pasar desapercibido. Y lo peor. ¿Dónde están los adultos que puedan darse cuenta que no es oro todo lo que reluce y que Pedro se siente muy solo y triste y preocupado por su madre, y abandonado y…? Y ahí me incluyo yo. ¿Por qué no lo he visto antes si conozco a Pedro mucho tiempo? ¿Porque me dejé llevar por lo EVIDENTE en lugar de lo OBVIO y confundí resistencia resiliente con resiliencia? ¿Por qué no exploré con más detalle la realidad percibida desde su mirada de niño dañado y miré con los ojos de adulto que da por hecho que si su padre le salvaba de las peores situaciones era suficiente?
 
                           
 
Porque di por OBVIO LO EVIDENTE. Pensé que si lo que “se ve” es un padre protector, era obvio que Pedro estaba así de bien por ello. Me equivoqué. Centré mi intervención profesional en "la otra parte evidentemente más conflictiva de la madre y las hijas mayores" descuidando algo tan importante como es escuchar más a Pedro. Y ahora Pedro cuando se siente escuchado y comprendido por mí en una sesión después de muchísimo tiempo, llora desconsoladamente y desde la impotencia de no poder cambiar su vida y sus etiquetas (positivas aparentemente pero que le pesan)dice que ya se ha acostumbrado a vivir así, a ver violencia en casa de su madre y a que nadie se interese por él.

Si es tan importante la información que se maneje de los niños y niñas hasta el punto de etiquetarles en un sentido u otro, y lo evidente no es siempre lo cierto ¿qué tenemos que hacer los adultos para poder ayudarles? ¿Quién está ahí cuando nos necesitan?
Quizás lo peor que puede preguntar un niño o niña es "¿Hay alguien hay para escucharme y ver cómo estoy?" y no tener respuesta.

 

viernes, 5 de julio de 2013

D-efectos del divorcio en los niños y niñas

Después de un par de entradas en las que me desvié del tema (esas cosas pasan siempre en la vida, que planificas pero las circunstancias, llámense aquí "prioridades blogueras de expresión", te cambian los planes), retomo el tema sobre el divorcio y sus posibles efectos en los niños y niñas.

Había pensado hacerlo de otro modo, e incluso he empezado un par de veces a escribir esta entrada con otro formato, intentando hacer una especie de “carta de un niño a sus padres separados”, o con un decálogo para padres y madres que empezaba “Tú me enseñaste que…”. Pero…finalmente me he decantado por ser práctica y aprovechar algo que seguramente yo no podría hacer mejor. Rentabilidad de recursos. O quizás inseguridad a la hora de elegir, la misma inseguridad supongo que tienen los niños y niñas de padres separados, que pasan horas y horas eligiendo mentalmente cuál de los dos, papá o mamá, le quieren más. O qué juguete se va a llevar el próximo fin de semana cuando sea la visita. O si le dice o no a papá lo que mamá decía de él (o viceversa) y que seguro que no le iba a hacer gracia. O si….
 
En fin, que mejor cojo lo que ya está bien y lo comparto (ojalá los niños y niñas lo tuvieran tan fácil como yo y pudieran tirar por la calle del medio en lugar de estar en medio de la calle de la vida cargado de inseguridades, temores y dudas en eso que llaman separación o divorcio).

Comparto con vosotros una publicación del Departamento de Servicios Sociales y Familia de la Dirección General de Familia del Gobierno de Aragón que es algo así como el manual que todo padre o madre debiera leer antes de hacer efectiva la decisión de separarse, ya que de esta manera se evitaría mucho sufrimiento infantil.



En esta Guía que tiene por nombre “Nos hemos separado… ¿y nuestroshij@s?. Guía de actuación para progenitores", escrita por Lidia Rodríguez Benito, Sofía Espada Giner y Laura Calvo Estaún, se abordan muchos temas interesantes como las reacciones de los propios padres y madres ante el divorcio o separación, cómo informar a los hijos de la misma, las relaciones del niño con la familia extensa o en el colegio después de que ocurra, etc. Por su interés, he querido extraer literalmente (bueno he omitido algún párrafo porque se hacía muy largo y la negrita la he puesto yo) el apartado que aborda de manera evolutiva el cómo afecta a los niños y niñas la situación:

MENORES DE 3 AÑOS.

Los bebés no sienten su propia angustia, sino la del progenitor con quien viven y con quien permanecen más tiempo o es su cuidador principal; si este progenitor está tenso y distraído no podrá proporcionarle la cantidad de atención y estímulo necesarios para su desarrollo cognitivo y emotivo.

No podemos olvidar que de la consistencia y calidad de su primer apego dependerá su sentimiento de seguridad. La ruptura de pareja plantea en esta etapa dos serios problemas. Uno de ellos ocurre cuando el cuidador principal, que suele ser la madre, siente pánico ante la idea de que le arrebaten a su hijo y se aferra a él respondiendo de manera excesiva, a veces de manera enfermiza. El segundo riesgo ocurre cuando además de formarse un apego con la persona que le cuida, le encanta también ver al otro y jugar con él y oír su voz, que le lance al aire, le tenga en brazos, que le cuente un cuento cuando se va a dormir y de repente éste se va de su lado y siente su pérdida sin comprenderla.

 DE LOS 3 A LOS 5 AÑOS.

Con frecuencia los niños pequeños tienen más dificultades para expresar emociones o pensamientos, y suelen reaccionar ante la situación de ruptura de la relación de sus padres con respuestas psicosomáticas, sobre todo en ocasiones determinadas, como cuando acude con el progenitor con el que no convive habitualmente. ¿Qué quiere decir esto?: que puede vomitar, tener dolores de barriga, de cabeza, fiebre o dolores en las rodillas, etc. Es una forma de que su cuerpo exprese lo que les ocurre cuando no pueden hacerlo con las palabras.

Este tipo de comunicación no verbal, las reacciones psicosomáticas, no siempre es una señal de preocupación, sino un lenguaje que debe descifrarse y que aporta información, pero a veces no se interpreta de manera correcta y la madre o el padre pueden creer que el niño se pone enfermo cuando acude a casa del otro debido a que no le cuida convenientemente, o que simplemente rechaza el encuentro con él. Esta forma de reaccionar no siempre es atribuible a las personas en concreto, sino a la peculiaridad de la situación. A continuación se describen las reacciones más frecuentes de los niños de esta etapa ante la separación de sus padres:

• Confusión, ansiedad y miedo: están muy desconcertados e inseguros frente a los cambios en su vida familiar, porque con frecuencia los propios padres no saben muy bien cómo explicar a niños de esta edad lo que está pasando. Además a estas edades tienen dificultades en diferenciar la fantasía de la realidad y esto les hace especialmente vulnerables. Las rabietas, tozudeces y trastornos del sueño son alteraciones propias de estos niños; se niegan a ir a la guardería y se resisten a dejar la casa, a esto le denominamos “ansiedad de separación”, llegando hasta el pánico por no querer desprenderse de los seres queridos.

• Fuertes fantasías de reconciliación, se aferran a la esperanza de que sus padres volverán otra vez a estar juntos e inventan fantasías que los consuelen. Son producto de su limitada capacidad para entender los confusos acontecimientos que le están sucediendo y de su temor ante la observación de las riñas familiares, si a esto le añadimos que los adultos no les explican nada de lo que pasa, es normal que no acierte a comprender el presente y mucho menos el futuro.

• Aumento de la agresividad: muchas veces el enojo infantil proviene de sentimientos de pérdida y rechazo. La sensación de pérdida del padre o de la madre cuando, a menudo inexplicablemente desaparece de su vida, puede hacerle reaccionar con agresividad hacia los hermanos, los padres y los compañeros de escuela. Es posible, incluso, que el otro progenitor esté tan preocupado por su situación personal que ofrezca menos atención al niño, aumentando así su sensación de pérdida y rechazo.

• Sentimientos de culpa: muchas veces los niños imaginan que son culpables de que sus padres no sigan 
 

DE LOS 5 A LOS 7 AÑOS.

A estas edades los niños son más conscientes de los motivos y razones que tienen sus progenitores para separarse, pero quizá lo más característico en esta etapa es el riesgo de presentar conflictos de lealtades reaccionando defensivamente, pudiendo negarse a mantener la relación con uno de ellos. A veces, son estos niños los que mantienen más fantasías de reconciliación.

• Tristeza y sufrimientos profundos: Suelen estar relacionados con el nivel de confusión en la casa; muchos niños están intensamente tristes incluso cuando su padre o su madre no lo están juntos, suponiendo, por ejemplo, que han sido abandonados a causa de su propia desobediencia.

• Regresión: en algunos casos demuestran su ansiedad e inseguridad mediante retrocesos en el aprendizaje de conductas que ya tenían adquiridas, como el control de sus esfínteres, volviendo a mojar la cama, o mostrando conductas excesivamente dependientes.

• Incremento de los miedos o aparición de problemas alimentarios. Los padres, sometidos ya a una gran tensión, pueden encontrar estos comportamientos muy difíciles de entender y tolerar.

• Añoranza del progenitor ausente: similar al duelo por la muerte, pero con mayores sentimientos de rechazo. Este estado de tristeza es consecuencia de la elaboración de un “proceso de duelo” y precisan de un tiempo para resolver adecuadamente la etapa de “luto emocional”.

• Sentimientos de abandono y miedo: a menudo existe el temor de ser olvidados y de perder también al otro progenitor.

• Enojo: con frecuencia dirigen su rabia contra aquel a quién creen responsable de la ruptura y normalmente a aquel con quién residen, creyendo que ha echado al otro fuera de casa.

• Conflictos de lealtad: se encuentran en medio de dos personas que son las que más quieren y que hasta ahora les han ofrecido seguridad y estabilidad, pero no saben cómo ser fieles a ambos. Muchos niños se hallan bajo una fuerte presión por parte del padre o madre con quien habitualmente viven, con el objetivo de que dejen y olviden al otro, sin embargo y a pesar de todo siguen leales a los dos, a menudo a costa de un gasto emocional inmenso.

• Preocupación por la incapacidad de los padres: cuanto más conscientes son de los problemas de los adultos para enfrentarse a la separación, más aumenta el temor de que el progenitor en el que confiaban no sea ya capaz de cuidar de ellos, especialmente ante la desorganización familiar.

• Fantasías de reconciliación. Son continuas a estas edades, creen firmemente que su padre y su madre volverán a unirse, algunos niños lo creen con tenacidad, y muchos progenitores se muestran preocupados por ello.


 DE LOS 8 A LOS 12 AÑOS.

Este es un periodo de rápido crecimiento y los niños a esta edad adquieren nuevas capacidades para comprender la realidad. En esta etapa son más conscientes de las causas y consecuencias de la separación de sus progenitores, pero también es más probable que tomen partido en los conflictos parentales porque tienen un sentido más estricto del bien y del mal, mostrándose enfadados con su padre o con su madre si no actúa como consideran que debe hacerlo. En este sentido pueden tratar de culpabilizar a uno de sus progenitores, considerando al otro como inocente o víctima.

• Suele aflorar el sentimiento de enfado, ira extrema, rabietas de mal genio, conducta exigente.

• Sentimientos profundos de pérdida, rechazo, impotencia y soledad.

• Sentimientos de vergüenza, indignación moral y resentimiento frente al comportamiento de sus progenitores.

• Miedos, fobias y rechazo.

• Aumento de dolencias psicosomáticas: dolores de cabeza, de estómago, trastornos del sueño. Síntomas que expresan un alto nivel de ansiedad.

• Emisión de juicios. Identifican un progenitor como el bueno y al otro como el malo, rechazando a éste último.

• Alianza con un progenitor, no necesariamente con quien se sienten más unidos. Se suelen constituir fuertes alianzas con el que no conviven.

• Pérdida de la autoestima. Puede tener dificultad de concentrarse en la escuela y obtener un bajo rendimiento.

• Mala conducta de algunos niños, sobre todo varones, y pueden mostrar comportamientos delictivos.


DE LOS 13 A LOS 18 AÑOS.

En esta etapa es destacable un sentimiento de pérdida que se manifiesta como rebeldía, dificultad de concentrarse, fatiga crónica, pesadillas, etc. Son reacciones y sentimientos habituales en los adolescentes, no sólo en aquellos que sus padres se han separado, y que significa la pérdida de la infancia y de la seguridad que ello suponía. A estos sentimientos de pérdida, propia de la etapa de la adolescencia, hay que añadir el de la ruptura de la relación de sus padres. Por tanto, nos encontramos en este periodo con las siguientes reacciones emocionales y conductuales más significativas:

• Pérdida de la infancia: los hijos mayores pueden adquirir nuevas responsabilidades frente a sus hermanos menores o frente a las pretensiones de un progenitor emocionalmente dependiente.

• Presión para tomar decisiones: algunos padres esperan que los hijos tomen sus propias decisiones sobre las visitas al otro progenitor o sobre la elección del progenitor con el que quieren vivir. Otras veces se comportan de manera “adulta” y responsable y “entienden” la separación, no tomando partido por ninguno de los dos.

• Conflicto entre los deseos de ver al progenitor con el que no conviven y de continuar realizando actividades con sus amigos y compañeros. En ocasiones se enfadan o se encierran en sí mismos y reaccionan descargando emocionalmente (discusiones) su contrariedad ante la separación de sus progenitores.

• Preocupación por el dinero: resentimiento por recibir menos que sus amigos, presiones sobre los padres para que compensen la situación que están viviendo con una mayor generosidad material.

• Mayor conciencia y turbación frente a la conducta sexual de sus padres y a la vinculación de éstos con nuevos compañeros.

• Celos de la nueva pareja de un progenitor.

• Miedo de establecer relaciones sentimentales a largo plazo y de confiar en las personas.

• Depresión: introversión, negativa a comunicarse.

• Delincuencia: hurto, robo, consumo de drogas.


En fin, conocer todas estas cosas es cierto que no puede evitar que se den en algunas ocasiones, pero si sabemos lo que puede ser esperable por ser una reacción que se da de manera frecuente según los estudios realizados, al menos podremos COMPRENDERLES, y la comprensión es el primer paso para la solución de un problema. Que aquello del interés supremo del menor vaya acompañado de la comprensión suprema y la competencia parental y marental  supremas... 

Espero que os sea de interés la guía para leerla y compartirla con tod@s aquell@s que consideréis. Yo ya lo he hecho.

Feliz semana.

Contacta conmigo

resilienciainfantil@gmail.com