"Solamente dos legados duraderos aspiramos a dejar a nuestros hijos: uno raíces...el otro, alas"

"Solamente dos legados duraderos aspiramos a dejar a nuestros hijos: uno raíces...el otro, alas"
"Solamente dos legados duraderos aspiramos a dejar a nuestros hijos: uno raíces...el otro, alas"

martes, 13 de diciembre de 2016

Generando posibilidades: apego, resiliencia y parentalidad positiva

"Parentalidad es el aprendizaje de la cooperación a través de “dar y recibir” entre padres e hijos en el marco del respeto de la integridad de cada uno. Sabemos que algunas conductas parentales son positivas para los niños. Ellos, al igual que los adultos, cooperan mejor con personas que les tratan con amabilidad, respeto, comprensión y reconocimiento."

Así se recoge en uno de los documentos elaborados por el Consejo de Europa acerca de las políticas de apoyo a la parentalidad positiva.

Si lees lo anterior por segunda vez, en un afán de intentar comprender mejor lo que dice, puede que pasen al menos dos cosas. La primera, que te cuestiones eso de "dar y recibir" mutuamente. ¿acaso los padres reciben algo de los hijos? ¿se puede hablar de cooperación en esto de la parentalidad o es solo unidireccional? Y la segunda, parece una perogrullada eso de que los niños cooperan mejor si se les trata bien....¡Pues claro, como no!

Si has pensado alguna de ellas -espero que no-, sigue leyendo el siguiente párrafo (si no es así también, pero no te diré nada que no sepas por propia lógica o por tus conocimientos):

Aunque puede parecer una obviedad, lo cierto -y lamentablemente lo real en muchos casos- es que la  parentalidad competente o positiva que permita satisfacer las necesidades de niños y niñas sigue siendo la asignatura pendiente no sólo para las familias sino también para las instituciones. Ser padre o madre no es nada fácil. Ser padre o madre competente es un reto. Todavía encontramos hoy a padres y madres que no saben, no pueden o no quieren desempeñar su rol de manera adecuada, respetando al niño o niña como un ser con derechos, y no sobre el que se tiene derechos de propiedad. La huella que deja una infancia maltratada en ocasiones se traduce en prácticas parentales incompetentes años más tarde cuando el ahora padre o madre pone en práctica lecciones aprendidas de forma involuntaria años atrás pero que en la actualidad voluntariamente se aplican, justificando su validez porque otorgan aparente autoridad y sobre todo sensación de control.

Hay una frase que me gusta mucho compartir, y que dice algo así como "Tener un hijo no le convierte a uno en padre o madre al igual que  tener un piano no te convierte en pianista". Y tanto que no. 

La Convención de Naciones Unidas sobre los Derechos del Niño (CDN) recoge el derecho del niño a la protección (ser tratado sin violencia) y a la participación (respeto a sus opiniones). Además señala que los padres deben proporcionar a sus hijos: 

Cuidado y protección (Comportamiento nutricio) lo que significa responder a la necesidad de amor, afecto y seguridad del niño. 
Estructura y orientación: lo que implica proporcionar al niño sensación de seguridad y previsibilidad, regularidad y al mismo tiempo la flexibilidad necesaria. 
Reconocimiento: que se refiere a la necesidad del niño a ser visto, escuchado y valorado como persona.
Capacitación: para aumentar la confianza en si mismo, sus competencias y el control personal.


"Los niños de hoy viven en un mundo diferente en el que crecieron sus madres y sus padres. Esto conlleva reconsiderar la educación de sus hijos e hijas y, en algunos casos, aprender de nuevo a educarles". Y ello requiere el aprendizaje de nuevas fórmulas o replanteamiento de las prácticas parentales. 

Comparto con vosotros una metáfora a la que llevo dando vueltas algunas semanas, no es lo mismo el plano que el mapa. Me explico: cuando una persona decide ser padre biológico o adoptivo (o le viene dado a veces de manera fortuita lo primero) se crea un imaginario de cómo será ese hijo o hija, unas expectativas, intereses, proyectos para su futuro inmediato y más remoto. O lo que es lo mismo, se construye un plano de cómo proyecta o imagina su "meta/hijo", una construcción ideal e idealizada. El resultado se planifica de antemano, se diseña, algunos con formas muy rudimentarias y sencillas, y otros ambiciosos e incluso suntuosos... Y que en la mayoría de los casos no coincide con la realidad.

Algo distinto es el mapa, que permite moverse en el terreno de lo tangible, de lo alcanzable en tanto que permite descubrir formas distintas pero fiables de llegar al "tesoro/hijo". La POSIBILIDAD de llegar de diferentes maneras a completar el camino, pero sobre todo, la POSIBILIDAD de parar, repensar la ruta, de retroceder incluso para luego avanzar. A diferencia del plano, el mapa viene dado desde fuera a los padres, no lo diseñan, es la realidad misma, las características del hijo o hija, las circunstancias externas o estresores, las adversidades, los atajos, en definitiva, lo impensable porque no es posible predecir el camino ni cómo va a ser el mismo. Las "pistas" que conducen por el sendero adecuado son descubiertas por padres y madres y madres competentes pero también se pueden aprender.

Los profesionales tenemos una gran responsabilidad a la hora de apoyar la parentalidad positiva. Señala el Consejo de Europa que, a fin de afianzar las habilidades parentales, se recomienda a los profesionales centrarse en la comprensión de las necesidades evolutivas del niño, las responsabilidades y capacidades de sus padres para responder a esas necesidades, las relaciones e interacciones entre los miembros de la familia y las necesidades de la familia como unidad básica de la sociedad.

Y precisamente dirigido a profesionales (aunque abierto también a padres y madres interesados), tengo la satisfacción y el interés de recomendaros que os inscribáis a las II Jornadas de Apego, Resiliencia y Parentalidad Positiva que organiza Biraka los días 10 y 11 de febrero de 2017 en la ciudad de Vitoria-Gasteiz. 

Permitidme que parafrasee lo que mis compañeros y amigos de Biraka recogen en su web (http://www.biraka.org/asociacion-2/) para explicar las Jornadas:

"Una de las labores más importantes que tenemos como profesionales, figuras parentales y cuidadores es la capacidad para generar espacios y tiempos que ofrezcan a los niños, niñas y adolescentes posibilidades de desarrollo personal y comunitario. Es la esencia del acompañamiento, de los buenos tratos. El arte de conectar, de posibilitar, de ayudar a desarrollar sus recursos naturales a través de las habilidades y competencias de los adultos significativos. La resiliencia así pues, se construye en la interacción con el otro, tejiendo vínculos sanos que aporten seguridad afectiva desde una presencia comprensiva. 

"El arte de generar posibilidades" va a ser el pilar sobre el que se van a construir estas jornadas, donde ponemos el acento, desde la idiosincrasia de cada ponente, en la importancia de permitir al Otro verlo más allá de sus dificultades, caos o problemas. Estamos diseñados neurobiologicamente para conectar, para sentirnos conectados. Una conexión que pone en valor en la otra persona el sentimiento de ser digno amor y pertenencia. Esta segunda edición pretende dar una vuelta de tuerca más al aprendizaje a través del espectáculo, de lo concreto y de lo práctico. Con una filosofía puramente "Dando Vueltas" acercaremos al espectador a un mundo de emociones, de ciencia, de posibilidades, de conexión a través del Apego, la Resiliencia y la Parentalidad Positiva. "

Un programa de lujo con ponentes de gran renombre, unos temas super interesantes y un escenario increíble en el Palacio de Congresos de Vitoria ¿Qué más se puede pedir? Un precio increíble (imposible encontrar una formación de calidad a ese precio). 



Seguro que nuestros amigos organizadores nos sorprenden una vez más es esta II Jornada formativa que será sin duda el germen de buenas prácticas profesionales que permitirán apoyar a muchos padres y madres en su labor educativa y de crianza, generando posibilidades para la promoción del bienestar de niños, niñas y adolescentes.


domingo, 16 de octubre de 2016

La magia existe. Carta a mi hermana de acogida

La vida regala momentos únicos, impensables en la biografía inicial de un niño. Solo la magia de la resiliencia, del vínculo establecido entre el niño herido y quienes con su amor sanan día a día sus heridas, puede explicar la transformación.
Hace un tiempo conocí a un niño muy especial. Su historia también lo es, pero no la que se remonta a tiempos muy lejanos (quizás tristemente parecida a otras en las que la incompetencia parental tiene efectos devastadores), sino a su evolución, al modo en que la entrega, el afecto, la aceptación y la esperanza han hecho que, en contra de lo esperable, nuestro niño esté logrando avances espectaculares. Su familia de acogida son los responsables del maravilloso cambio. Bueno, eso y sus ganas de aferrarse a la vida cogiéndose con fuerza al tren de la constancia, el esfuerzo y a esa preciosa palabra llamada familia . Dice una frase que recientemente he leído: El sentido es un hilo que cose nuestros momentos para bordar una historia. Y esta es la historia de un acogimiento especial. 
Siempre he admirado a las familias de acogida. Hoy mi admiración quiero centrarla en los hermanos de acogida, héroes sin batalla, arco iris en la oscuridad de quien no han podido experimentar la grandeza de los buenos tratos. Con su sola presencia son capaces de calmar angustias y temores, con su amor consiguen reparar heridas.
De la mano de una gran profesional y también amiga me llegó hace unos días la carta que a continuación comparto, escrita por su hija ¿biológica? (dudo que su hijo de acogida no pueda compartir el mismo adjetivo pues si conocierais la historia estaríais de acuerdo en que le ha dado nuevamente vida). La sensibilidad con que está escrita es tan solo un ejemplo de la conexión empática que hay entre ella y su pequeño hermano. Lo cotidiano no es por ello menos abrumador que lo excepcional. El miedo al abandono, a no saber que habrá o quienes estarán cuando el nuevo día despierte, forma parte del camino en muchos niños y niñas acogidos. Esta admirable hermana de acogida nos invita, desde su reflexión, a que por unos momentos podamos meternos en la piel del pequeño y sentir como siente, pero sobre todo, la confirmación de que la magia existe.
Sin más, os invito a disfrutar de la carta:

"Es hora de irse a dormir.
Busco cualquier excusa para no irme a la cama.
No me gusta la noche. Me asusta dormirme. Me horroriza lo que pueda encontrarme al abrir los ojos. Me siento inseguro en la oscuridad.
No quiero, no quiero.
Gracias a la alineación de los astros en esta lluviosa noche de octubre, mi hermana mayor decide hacerme una visita a la cocina justo antes de marchar, entre sollozos, a mi habitación a dormir.
Me lleva a su habitación, me sienta en el suelo, y me enseña, explicándome con palabras que no alcanzo a entender, de donde son las piedras de su cuarto que yo tanto admiro. Por fin, después de meses, me deja cogerlas, habiéndome negado siempre del goce del olor a río.
Yo me río.
Mientras, mi teta me sigue explicando los distintos tamaños de las piedras. Yo no la entiendo, pero me río. Soy feliz con estas pequeñas perlas entre mis manos.
Mi hermana me mira, me sonríe, sé que no puedo entender lo que dice, pero sí su mirada.
Me quiere. 
Me quiere y le gusta verme reír, y más aún cuando ella es el motivo de mis sonrisas.
Emocionada por mi ilusión, me levanta y me lleva de la mano hasta la cocina. Por el pasillo los dos reímos, como dos hermanos locos el uno por el otro.
Nos ponemos delante de la pila y ella moja las piedras.
No entiendo lo que hace, que pretende, pero me río.
Mágicamente, al mojar las piedras cambian de color.
Yo no lo entiendo, pero me río. Veo en sus ojos una extraña sensación de admiración, de orgullo...de magia.
Entonces yo, que desde el primer momento me he encantado con la piedra más grande, consigo hacerme con ella y llevarla hasta mi habitación. Con mi teta de la otra mano, claro.
Las arrastro a las dos hasta mi cama, cojo a mi hermana y, haciéndole gestos, le indico que acerque la piedra a la lámpara.
Debe brillar en la oscuridad, pienso convencido.
Pero esta vez es mi hermana la que no me entiende. Ella no sabe valorar la magia que posee esa piedra, al contrario que yo. 
Pero aún así, ella sigue mis indicaciones, y aún con cara de desconcierto, convierte esa piedra en la piedra más mágica que jamás ha existido.
Acaba de crear un nuevo sueño. Acaba de soñar conmigo, de hacer magia.
Y entonces lo entiendo. 
La magia no está en la piedra, está en las personas, está en mi hermana, está en mí...está en nosotros, en el lazo que nos une.
Pero, es hora de irse a dormir. Mi cabeza vuelve a la realidad y el miedo, junto a la rabia, vuelven a inundarme.
Lloro, grito, pataleo.
Pero no importa, porque mañana será otro día.
Porque mi mamá, mi tete y mi hermana volverán a hacerme creer en la magia.
Y entonces...entonces olvidaré que tengo miedo."

Muchas gracias Bea

miércoles, 12 de octubre de 2016

Resiliencia, la esencia inmarcesible

“Dotar a la vida de un sentido es lo que diferencia existencia y vida, momento o historia, trascendencia u olvido. Es lo que define si eres capitán o barco, veleta o viento. Es, en resumidas cuentas, la respuesta a “qué pinto yo en este alboroto llamado mundo”.

No es que me haya vuelto filósofa en este tiempo en que he estado desconectada de mi blog. Tan solo - y nada más y nada menos- la vida me ha tenido ocupada, siendo veleta y barco, dejándome llevar por unas circunstancias, algunas elegidas y otras no tanto.

En estos meses de retiro ha habido tiempo para todo. Para la alegría compartida que nos invade cuando las personas más importantes de tu vida ven cumplir sus proyectos o simplemente te hacen reir, soñar, disfrutar de su presencia y su existencia. También ha habido pérdidas muy importantes en este tiempo. La más grande ha sido sin duda el perder a mi querida figura de apego en la infancia, referente absoluto, padre incondicional y respetuoso, piedra angular de mis primeros años y fiel estrella que me acompañará siempre.

La vida da para mucho en poco tiempo…Muchas veces he pensado en retomar las entradas de mi blog sin encontrar el cómo ni el cuándo. El estrés laboral lo ha ocupado todo. Digamos que mi faceta bloguera ha estado en barbecho, no ha podido producir en este período (aprovecho para agradecer a los lectores del blog la gran cantidad de visitas que habéis seguido manteniendo pese a no haber actividad).Pero hoy por fin me he decidido a ser de nuevo capitán, a redirigir mis energías administrando de nuevo aquello que me hace sentir bien. Vuelvo a ser viento, a soplar difundiendo aquello que me gusta y por lo que adquirí un compromiso, a hablar de la resiliencia infantil y su promoción.

La vida es un camino de encuentros y hoy, volver a encontrarme a mí misma en el muro de mi estimado amigo y colega José Luis Gonzalo Marrodán ha encendido la chispa de nuevo. Gracias amigo, has logrado re-animarme con tu recuerdo.

Dos cosas quisiera compartir hoy con vosotros. La primera, en un intento de dar sentido y significado a este blog que calienta motores, es la definición de resiliencia infantil.

“La resiliencia infantil, es una capacidad que los niños y los adolescentes pueden desarrollar cuando sus recursos naturales se desarrollan y se potencian gracias a las competencias y habilidades de adultos significativos que satisfacen sus necesidades y les respetan como sujetos de derechos . Así definen mis estimados Maryorie Dantagnan y Jorge Barudy la resiliencia infantil. Ellos supieron transmitirme el interés y admiración por el tema. Gracias a ellos mi labor como psicóloga de familia e infancia dio un giro muy positivo, ayudándome a mirar con la lupa de los buenos tratos, con la mirada comprensiva y realista hacia quienes cada día se muestran ante mí como personas vulnerables, en ocasiones con etiquetas que tapan historias incontables y que comparten conmigo confiando en que un cambio es posible.

Otra definición de resiliencia en la infancia viene de la mano de Boris Cyrulnik: “La resiliencia del niño se construye en la relación con el otro, mediante una “labor de punto” que teje el vínculo. La comunicación intrauterina, la seguridad afectiva desde los primeros meses de la vida y, más tarde, la interpretación que da el niño a los acontecimientos son otros tantos elementos que favorecen la resiliencia. Preciosa definición que nos habla de ese ir tejiendo afectos, bordar relaciones desde el nacimiento pero también a lo largo de la vida. Y como no, del sentido o interpretación que se da a las experiencias, de las narrativas personales que se convierten en historias reinventadas cuando la resiliencia secundaria aparece, transformando el dolor en algo con lo que se puede vivir, integrando vivencias y organizando emociones.


Finalmente y desde la humildad que deben tener mis palabras al lado de profesionales tan grandes como los anteriores, os comparto la definición que hace tiempo elaboré acerca de la resiliencia infantil:

"Resiliencia infantil es el proceso que hace posible el despliegue de los recursos personales del niño o niña para afrontar adversidades de tipo personal, familiar o social gracias a la presencia (real o sentida) de adultos sensibles que de forma consistente y coherente permanecen atentos a sus necesidades e intereses, ofreciéndoles afecto, escucha, consejos y límites a su conducta, de manera que puedan desarrollar un sentimiento de pertenencia a un grupo donde sentirse amados/as, consciencia de su propio self y de su realidad y la capacidad de poder experimentar vivencias que favorezcan su autoconocimiento y regulación. Todo ello, si se da desde los primeros años hace que puedan desarrollar actitudes y aptitudes inteligentes que les permita adaptarse y superar dificultades y retos mediante el aprendizaje de competencias para la vida a partir del desarrollo de la resiliencia primaria. En caso contrario, siempre queda la esperanza que el niño o niña encuentre en su camino tutores de resiliencia que le ayuden a retomar su proceso de desarrollo gracias a la resiliencia secundaria que surge de la relación intersubjetiva y genuina."  

Otra aportación que quería haceros hoy es una palabra poco conocida, pero muy interesante.

La palabra es INMARCESIBLE.  Me la regaló mi princesa guerrera, una joven resiliente, ejemplo de fortaleza y de transformación. Significa “que no se puede marchitar”, y marchitar a su vez quiere decir "hacer que una persona pierda la belleza, la fuerza y vitalidad". Pensaréis qué tiene que ver con la resiliencia: tampoco se marchita y se acaba nunca la capacidad de los niños y niñas de atravesar adversidades y salir fortalecidos, transformados. Puede que escojan mecanismos de defensa para protegerse de entornos inseguros o amenazantes, y que por ello se muestren agresivos, sumisos, ausentes, complacientes, se inventen amigos imaginarios o cualquier otra forma de poder seguir estando en el mundo.


Inmarcesibles, inmarchitables, resilientes. Solo necesitan adultos que rieguen con afecto sus heridas si han sido dañados. Jardineros atentos y sensibles llamados también tutores de resiliencia. 

Inmarcesible también el recuerdo de los buenos tratos guardados en la memoria implícita desde los primeros momentos y posteriormente, con la aparición del lenguaje, en forma de narrativa, de imágenes, palabras, afectos y emociones que van configurando desde incluso antes de nacer la forma en que nos vamos a relacionar con los demás en las etapas posteriores de la vida. Si se va forjando un apego seguro este recuerdo inmarcesible hará que la persona disponga de las herramientas necesarias para desenvolverse en la vida desarrollando la sociabilidad, el amor a los demás y así mismo.

Resiliencia es entonces la esencia inmarcesible del niño o niña que le invita al crecimiento y transformación, a la esperanza, a confiar en el despliegue de sus capacidades y, en definitiva, a caminar por la vida sabiendo que a su paso encontrará adultos que hagan germinar su semilla.

domingo, 21 de febrero de 2016

Mariposas en el corazón...y elefantes en el estómago

Mariposas en el corazón. La adopción por dentro” de El Hilo Ediciones es el último libro que he leído y del que he tenido la suerte de poder asistir ayer sábado por la tarde a la charla coloquio de su presentación en Valencia, organizada por la Asociación Adopta2. Escrito desde el corazón pero también desde las tripas, recoge de la mano de cinco madres adoptivas emociones, situaciones y un sinfín de anécdotas (algunas graciosas y otras melodramáticas) acerca del proceso de la adopción desde los inicios hasta que culmina con la llegada del tan esperado/a hijo/a.

María Martín Titos, Inmaculada Morales Morillas, Pilar González Moreno, Mercedes Moya Herrero y Loreto Castillo Vallejo. Madres anónimas durante mucho tiempo que han decidido salir a la luz de forma valiente y mostrar no solo su rostro, sino además la cara menos amable de la adopción, esa que acompaña a todas las cosas maravillosas que conlleva la maternidad adoptiva y que muy pocas personas son capaces de decir públicamente.


Como profesional no puedo más que elogiar y agradecer su esfuerzo por compartir su experiencia para contribuir a la sensibilización de la sociedad entera (profesionales, padres y madres adoptivos o no) sobre todo lo que envuelve, por dentro y por fuera la adopción. Como madre admiro su valentía, sus ganas de luchar, su arrojo ante dificultades vividas antes, durante y después de la asignación de su/s pequeño/os.

Ayer disfruté escuchándolas (mando desde aquí un abrazo a Inmaculada que no pudo estar en Valencia). Si tuviera que resumir con una frase lo escuchado ayer y lo leído en su libro seria “el encuentro de las diferencias en adopción”. El cómo, partiendo de diferentes realidades, cada una de ellas comparten en sus historias la sinceridad, la paciencia, la esperanza, el miedo, la angustia, la fortaleza…y sobre todo, el sentido, la percepción convertida en certeza de que por muchos avatares mereció la pena adoptar.

No es fácil hablar desde dentro de forma sincera siendo madre adoptiva y que no suenen mal algunas expresiones. La ambivalencia emocional que conlleva la adopción puede ser mal interpretada, y eso, cuando se ha sido objeto continuado de evaluación de la idoneidad, puede llevar a no poder darse licencia para expresar abiertamente lo que se siente. Que en muchas ocasiones no es más que las mismas emociones que surgen en la marentalidad biológica pero que en su caso se pueden dar de forma apelotonada e incluso magnificada por las situaciones y vivencias que tienen lugar en la adopción.

Abrir la puerta a la emoción puede conllevar la entrada de un huracán de críticas e incomprensión difíciles de tolerar. Pero ellas lo han sabido hacer de forma magistral, tanto en el libro como en la charla coloquio de ayer. Desde la normalidad, sin adornos, sin justificaciones, hablan de los problemas que la escuela de hoy presenta para la integración (y lo que es peor, la comprensión) de los niños y niñas adoptados que se incorporan al sistema educativo español. Y no me refiero a la comprensión de su idioma porque vengan de otro país, sino a la comprensión de las particularidades que su condición de adoptados/as va a conllevar. También hablan sobre el racismo, las repercusiones en los padres adoptivos a nivel de pareja, la necesidad de integrar y aceptar la figura de la madre biológica, las trabas y desencuentros con la parte burocrática, la incomprensión y falta de apoyo de los más cercanos, entre otros.


De ahí que el título de esta entrada sea Mariposas en el corazón… y elefantes en el estómago, porque hay que tener un estómago de hierro para integrar a nivel emocional y físico todo lo que el proceso adoptivo trae consigo. Solo el maravilloso fenómeno de la resiliencia puede explicar cómo resistir y rehacerse continuamente, cómo no sucumbir ante las adversidades propias de la adopción y otras que se pueden sumar, en definitiva, como hacer mantener a salvo de tormentas y huracanes el hilo rojo que une a quienes están predeterminados a estar juntos, unos padres adoptivos y un/a pequeño/a que espera reunirse con ellos. Las autoras lo reflejan muy bien: “no cambio ni un instante de lo vivido, si eso supone no llegar hasta ti”.


El libro recoge numerosas expresiones nacidas desde el corazón, con la pureza que solo brota de quien desea abrirse a los otros no con el ánimo de sentirse reconocidas o elogiadas, sino como un grito interior que busca dar a conocer la parte dura y no menos real de la adopción, la que humaniza el proceso adoptivo sin maquillajes, la emoción a pelo, en toda su gama.  

Sin duda es un libro recomendado no solo para futuros padres y madres adoptivos, sino también para profesionales y todos aquellos que tengan contacto directo con niños y niñas adoptados. No para comparecerse de ellos y sus familias, sí para comprenderles, apoyarles y animarles a trabajar juntos en el camino de su adaptación y crecimiento como familia.

miércoles, 17 de febrero de 2016

Derechos, educación, infancia: el trinomio magistral

Desde pequeña siempre quise ser maestra. Era mi sueño posible. Sentaba a mis muñecas sobre la cama, ponía unos trozos de papel en los que antes había escrito algunas sumas y restas (unas bien hechas y otras no para corregir con bolígrafo rojo), y simulaba ser su profesora, elogiando sus bondades y criticando su conducta o falta de esfuerzo con comentarios que más bien parecían grabaciones reales en mi propia aula.

Siempre he valorado el trabajo de los y las maestros/as, la poderosa influencia que tienen sobre sus alumnos/as (aunque a veces no sea todo lo positiva que debiera), el papel de modelado y referencia, pero sobre todo la capacidad de sembrar semillas de afecto en sus alumnos. Yo también tuve profesoras que supieron mirarme bien, pese a ser una niña impulsiva y un tanto desordenada (hoy en día tendría seguro la etiqueta de TDAH). 

Recuerdo especialmente a una profesora que me acompañó durante años de escolarización. Y digo me acompañó porque su recuerdo cercano entonces (ahora mucho más difuso pero no menos entrañable), hacía que entre ella y yo se mantuviera un hilo afectivo que aun sin verla, sabía que estaba ahí. Recuerdo más de una vez fingir que estaba triste cuando ella entraba en clase solo para que se interesara por mí y me preguntara. O levantar velozmente la mano para ser la primera en contestar y "darle la oportunidad" de que supiera que yo “me lo sabía”, fuera lo que fuera la pregunta.

Con los años sigo estimando y valorando mucho la figura del maestro/a. No estudié Magisterio finalmente, pero digamos que la vida me ofreció un camino paralelo y estudiar Pedagogía me permitió, con fortuna, acceder a la universidad como profesora asociada. Desde hace unos años, además de mi profesión de psicóloga, desempeño la labor de “maestra” de estudiantes de Pedagogía y de Educación Social. Puedo decir sin duda que cumplí mi sueño, aunque éste se presentara en diferente formato y en lugar de tener alumnos pequeños tengo la suerte de ayudar a formar a los que van a enseñar a éstos. Difícil labor en los tiempos que corren.

El currículum de los educadores está repleto de contenidos sin duda interesantes y valiosos. Yo diría necesarios pero no suficientes. Psicología evolutiva, dificultades de aprendizaje, programaciones, organización y gestión de centros y un largo etc. que dotan de recursos curriculares, pero se echa en falta la preparación de la persona que va a EDUCAR. 

Concibo el sistema educativo como las muñecas matrioskas en las que de fuera a dentro participan diferentes instancias/recursos/personas. La más grande y no por ello la más importante en el resultado final, es el contexto de políticas educativas (lástima que cambien tanto de traje en función del partido político que gobierne).


Le sigue una muñeca dentro de esta grande, donde los proyectos educativos, las programaciones de aula y unos cuantos documentos más guían la praxis educativa en cada centro educativo. En el interior de ésta muñeca iría otra más pequeña pero no menos carente de valor: las relaciones interprofesionales en el propio centro, el cómo se articula lo que las otras estructuras van marcando pero ya en un plano más interpersonal, en el que se crean o pueden crear grupos de apoyo, profesionales que sin dejar de lado lo establecido aderezan la labor educativa buscando recursos y formas eficaces de llegar a sus alumnos. 


Pero sin duda, la matriuska interior, la más pequeñita es la más importante, la que impregna (o no) de afecto los contenidos, la que es capaz de cambiar el color del cielo cuando hay nubarrones que vienen tanto de la institución educativa como de las propias familias de los niños y niñas, la que posibilita el verdadero valor de la educación.


El/la profesional de la educación, la esencia del sistema educativo, es quien verderamente es capaz de conducir al aprendizaje,más allá de cuestiones organizativas, estructurales o curriculares. Se es maestro/a, se es la parte del eslabón en la que se sostiene la cadena. Se enseña con la cabeza y se educa con el corazón. Se es, en muchas ocasiones maestro/a de vida e incluso tutor/a...de resiliencia.



Al hilo de todo esto quiero compartir con vosotros un documento elaborado conjuntamente por la Universidad de Valencia y Unicef, editado recientemente en octubre de 2015 y que se titula: “Los derechos de la infancia para futuros profesionales de la educación. Una aproximación”.

Este sencillo documento, pretende ofrecer, desde una visión de la infancia como niños y niñas sujetos de derechos y no objetos de cuidado y responsabilidad únicamente del ámbito privado de la familia, un ejercicio de sensibilización y concienciación, de corresponsabilidad individual y colectiva, de la defensa de los derechos de la infancia recogidos en la Convención de los derechos del Niño.

Esta guía pretende responder a la pregunta que un docente puede hacerse acerca de "¿qué debo hacer para dar mejor cumplimiento a los derechos de la infancia en mi profesión?". Hace un repaso a los principios rectores de la Convención de los derechos del Niño aplicados a la educación y aporta claves para su aplicación, como la introducción de prácticas de inclusión (por ejemplo no estereotipar, promover una atmósfera de respeto, asegurar la igualdad de género,etc.), contar con los niños y las niñas haciéndoles partícipes en el proceso educativo, protegerles de la violencia o fomentando el derecho al juego, entre otros. Finalmente aporta también algunos ejemplos de ejercicios prácticos.




Un pequeño documento en cuanto a extensión con un amplio valor sociopedagógico. Podéis descargarlo en el siguiente enlace: http://www.unicef.es/sites/www.unicef.es/files/los_derechos_de_la_infancia_para_futuros_profesionales_de_educacion._una_aproximacion.pdf

Espero que os guste y sea de vuestro interés. Hasta pronto.

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