"Solamente dos legados duraderos aspiramos a dejar a nuestros hijos: uno raíces...el otro, alas"

"Solamente dos legados duraderos aspiramos a dejar a nuestros hijos: uno raíces...el otro, alas"
"Solamente dos legados duraderos aspiramos a dejar a nuestros hijos: uno raíces...el otro, alas"

domingo, 13 de diciembre de 2015

Enseñar a crecer feliz, la huella parental

Enseñarás a volar,
pero no volarán tu vuelo.
Enseñarás a soñar,
pero no soñarán tu sueño.
Enseñarás a vivir,
pero no vivirán tu vida.
Sin embargo…
en cada vuelo,
en cada vida,
en cada sueño,
perdurará siempre la huella
del camino enseñado.
(Poema de la Madre Teresa de Calcuta)

Quizás no pueda describirse mejor que con este precioso poema la forma en que, de manera explícita muchas veces y de forma velada otras tantas, los padres y madres vamos cumpliendo la tarea de educar a los hijos.

Cuantas veces nos hemos lamentado de lo ingrato de esta tarea, de que por más que se repiten las cosas los hijos siguen actuando igual y no cambian, que las enseñanzas caen en saco roto. Nada más lejos de la realidad. Todo llega, lo que pasa es que a veces el tiempo está reñido con las circunstancias, que hacen que aquel se alargue en muchas ocasiones dando lugar a procesos casi interminables como la adolescencia tardía, o una infancia salpicada por la dificultad para instaurar hábitos como la higiene, el orden, la planificación en el estudio, etc. Eso no significa que las enseñanzas no impregnen de sentido las experiencias de los hijos e hijas, sino que muchas veces se dan otros factores que influyen en los resultados. La mayor o menor maduración emocional, el grado de desarrollo cognitivo que facilita la planificación y el razonamiento, la existencia de alguna alteración o trastorno en la infancia, por ejemplo, pueden influir de manera positiva o negativa en ello.  

La madre Teresa de Calcuta tiene razón cuando resalta la importancia de lo aparentemente imperceptible. La huella del camino enseñado por los padres perdura en el mapa de vida los hijos, de tal manera que en función de cómo haya sido su paso (la relación y las competencias parentales) se dibujará un camino u otro. No es lo mismo el paso acompasado de una educación basada en la coherencia educativa (disponibilidad, sensibilidad, flexibilidad, afecto, normas y límites) que el paso de una apisonadora que arrolla cuanto hay en el camino como ocurre en muchas familias en las que los padres no respetan y humillan o maltratan a sus hijos desde una educación escudada tras el autoritarismo.

¿Qué puede hacer un niño o niña que crece en un contexto familiar violento, acusador, tóxico? Sobrevivir en muchos casos, vivir en el horror en algunos otros. Suerte que existen procesos casi mágicos resilientes que permiten que emerjan las fuerzas suficientes con la ayuda de personas que valoran, protegen e impulsan a niños y niñas a dar sentido a su vida, al autoconocimiento, a la superación.

Y en esto de equivocarse como padres y madres (que somos humanos y por ello no estamos exentos de errores) es de ley tomar conciencia de qué es lo que nos hace errar. No es lo mismo no saber hacer que pretender hacer con los hijos e hijas aquello que no pudimos conseguir, intentar que cumplan sueños impropios e inapropiados, mantener ceguera ante las verdaderas necesidades e intereses.

Los moldes de escayola generan figuras idénticas. La educación sin embargo, moldea sin moldes, sin hormas. Cada manifestación de afecto, cada vez que se hace cumplir normas realistas y adaptadas a la edad, cada palabra de aliento, cada enseñanza de valores mediante el ejemplo, va moldeando, van abriendo un camino de vida. Que va a ser distinto para cada hijo e hija. Otra cosa distinta será  qué derroteros o rumbos van seguir, no lo podremos saber. De ahí la importancia de darles suficientes herramientas personales para que superen los posibles baches o dificultades con que necesariamente se van a encontrar. 

Como en otras ocasiones, comparto con vosotros un material que creo que puede ayudar a conseguir esto de darles herramientas. Se trata de una publicación de UNICEF (2008) que tiene por título “Ayudemos al niño a crecer feliz”(http://www.unicef.org/uruguay/spanish/Ninos_Contentos_1_final_20070706.pdf) y que ofrece orientaciones dirigidas a padres o tutores de niños y niñas de 6 a 12 años. ¡Qué título más bonito por cierto!


A continuación se recogen algunas pautas interesantes, inteligentes y apropiadas que ofrece la publicación: 

AYUDARLO A SER INDEPENDIENTE

1. Aceptar su individualidad. Debemos evitar las comparaciones porque, por lo general, son muy dañinas. Y debemos aceptar que el niño pueda querer para sí mismo algo diferente de lo que nos gustaría para él. Aunque nos cueste, debemos admitir que es una persona distinta y tiene derecho a elegir entre opciones, así como a desarrollar gustos diferentes a los nuestros.
2. Incentivarlo a explorar su mundo. Es importante alentar la curiosidad y el interés del niño, en especial a través del juego y la lectura. Y en tanto explora el mundo, debemos enseñarle a confiar en sí mismo permitiéndole tomar decisiones paulatinamente.
3. Ayudar a que encuentre alternativas para lo que quiere. Explorar las ventajas y desventajas de las opciones que se le ofrecen permitirá al niño no sólo tomar decisiones, sino también formar su propio criterio en base a las pautas y los valores que los padres le trasmitimos. En un mundo plagado de mensajes ambiguos -y hasta engañosos-, la exploración será una herramienta fundamental en su vida.
4. Darle libertad para resolver sus problemas. El niño necesita desarrollar actividades solo, por más que le resulten difíciles. Si se lo permitimos, contribuiremos a que aumente la confianza en sí mismo.
5. Respetar su ritmo de crecimiento. Se habla mucho de la importancia de la estimulación, y los logros de nuestros hijos nos llenan de orgullo. Sin embargo, no debemos forzar al niño a hacer determinadas cosas -como andar en bicicleta o aprender a escribir- antes de lo debido. Su capacidad para hacerlo dependerá de su madurez física, psíquica y emocional. Cada niño tiene sus ritmos. Si estimulamos a nuestros hijos respetando sus tiempos, ellos podrán desarrollar sus habilidades en forma paulatina y de acuerdo con sus edades.

AYUDARLO A SER MÁS FUERTE

1. Mostrar que tenemos una imagen positiva de él. Debemos reconocer ante el niño los aspectos positivos de su personalidad y de sus actitudes, así como sus logros, por más “pequeños” que éstos parezcan. Felicitemos a nuestro hijo por su esfuerzo, independientemente de los resultados que logre. Y evitemos atacarlo o condenarlo por sus fracasos. Sigamos su desarrollo con interés, para que perciba lo importante que él es para nosotros.
2. Enseñarle a expresar sus sentimientos. La manera ideal de lograrlo es expresando nuestros propios sentimientos, tanto los de alegría y felicidad por nuestro hijo como los de enojo o frustración por algo que nos ocurrió.
3. Ante un comportamiento que nos parece malo, demostrar que nos molesta el acto, pero no el niño. Delimitando claramente lo que nos molesta de su actitud, ayudaremos al niño a cambiar el comportamiento negativo.
4. Mostrar la incondicionalidad de nuestro amor. El niño necesita sentirse seguro y querido, aun cuando “nos saque de quicio”. En casos así, conviene esperar a que el enojo pase para tratar de entenderlo. La comprensión debe predominar en las buenas y en las malas; y debemos ser capaces de apoyar a nuestro hijo tanto en sus alegrías como en sus tristezas. Expresiones como “no te quiero más” no educan y, por el contrario, tienen un efecto devastador en el niño.
5. Evitar criticarlo por su forma de ser. Cada niño tiene su propio carácter y su forma de ser. Aunque en ocasiones a los padres nos cueste aceptar la forma de ser de nuestro hijo, debemos hacerlo. Un buen ejercicio para lograrlo es recordar el alivio que sentimos cuando a nosotros mismos nos aceptan con nuestros defectos e imperfecciones.
6. Evitar el rezongo constante. A nuestros hijos les cuesta asimilar todas las reglas de los adultos. Si los rezongamos permanentemente, acabarán siendo niños cohibidos o dejarán de prestar atención a lo que les decimos como estrategia de adaptación.
7. Evitar las amenazas.
 La amenaza no es el camino indicado para que el niño haga caso. Es más sencillo y respetuoso explicarle qué comportamiento esperamos de él, y las ventajas de comportarse de ese modo, que amenazarlo."

Estas y otras muchas cosas interesantes podéis encontrar en la publicación, os invito a que la exploréis. Espero que sean de vuestro interés.

2 comentarios:

  1. enhorabuena por el post y por tu regreso que nos tenías ya un poco preocupados jejej. la verdad es que el poema es precioso, pero la manera en que lo has resonado es lo que lo hace aún más interesante. El día a día, las rutinas, las pequeñas nadas son las que van esculpiéndonos (a padres e hijos) y renunciar a ellas es la peor de las decisiones. Sigo viendo a padres y amdres obsesionados por el colegio trilingüe, las extraescoalres de calidad, ... y abandonan esos espacios naturales de crianza que están por encima de cualquier metodología pedagógica formal,
    un besazo.

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    1. Hola Iñigo!! Qué bueno leerte por aquí y más para recoger esa bonita frase que dices "El día a día, las rutinas, las pequeñas nadas son las que van esculpiéndonos (a padres e hijos) y renunciar a ellas es la peor de las decisiones", que pone el acento en la idea central del post. Mi "regreso" tardío responde más a ocupaciones varias que a falta de ganas de escribir, espero que sea circunstancial!. Un super abrazo para tí!!

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