"Solamente dos legados duraderos aspiramos a dejar a nuestros hijos: uno raíces...el otro, alas"

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viernes, 5 de abril de 2013

Protagonistas y antagonistas: dos caras de la resiliencia


¡Se me apelotonan en la cabeza las ideas sobre posibles nuevas entradas! Este recién nacido blog aspira a ser un baúl de reflexiones, recursos, información y experiencias sobre el apasionante mundo de la resiliencia infantil y todo aquello que gira en torno a la misma: apego, parentalidad positiva y buenos tratos.

Y tenía muy claro hasta hace unas horas (pese a la efervescencia de ideas) que la siguiente entrada iba a ser sobre los buenos tratos, pero una solicitud de amistad en el Facebook me ha hecho cambiar de decisión. Bueno, más que cambiar, reestructurar el contenido. ¡Niels Peter Rygard ha solicitado ser mi amigo en Facebook! Se trata de un psicólogo danés que es todo un referente en el trabajo con niños y niñas que padecen trastornos del apego. Su libro El niño abandonado. Guía para el tratamiento delos trastornos del apego (Editorial Gedisa, 2008) ha sido uno de los manuales de referencia en mi formación, por lo que os podéis imaginar la ilusión que me ha hecho recibir ese mensaje (aunque finalmente se trate de una de esa solicitudes automatizadas y no haya sido el propio Rygaard quien lo hiciera).

Así que he decidido flexibilizar mis intenciones y hablar hoy tanto de los protagonistas (o al menos uno de ellos) que favorecen la resiliencia primaria, los BUENOS TRATOS, como de los antagonistas o detonadores del bienestar infantil el ABANDONO y la NEGLIGENCIA, por aquello de aprovechar las oportunidades.






¿Si yo te preguntara qué es para ti el buen trato qué me dirías? Seguramente responderías que el buen trato hacia los niños y niñas consiste en responder de forma sensible y adaptada a sus necesidades. Necesidades fisiológicas, necesidad de lazos afectivos seguros y continuos, necesidades cognitivas, necesidades sociales, necesidad de valores. O lo que es igual, cuidarles, protegerles, abrazarles, educarles, respetarles, ser y hacerles ser tolerantes, etc.

Al igual que en ocasiones se habla de indicadores de desprotección infantil cuando se detectan situaciones familiares que comprometen el bienestar de los niños, podríamos ofrecer -siguiendo a Jorge Barudy y Maryorie Dantagnan- una serie de indicadores de la relación de buenos tratos de los padres con sus hijos:

§  “Los madres y padres competentes ofrecen a sus hijos un apego seguro y reaccionan con empatía frente a las demandas de satisfacción de sus necesidades, pero al mismo tiempo mantienen la “dominancia” o, en otras palabras, la autoridad  necesaria para protegerles y educarles.

§  La proximidad física, las manifestaciones afectivas y las demostraciones de ternura son vividas placenteramente.

§  Los padres tienen un sentimiento de echar de menos a su hijo o hija cuando está lejos o ausente, pero son capaces de respetar sus procesos de autonomía.

§  Demuestran explícitamente la alegría y el placer de su presencia. Sonríen, favorecen contactos físicos con él y se dan tiempo no sólo para hablar, sino también para conversar con sus hijos e hijas.

§  Manifiestan interés y placer al  descubrir cómo sus bebés se comunican con el entorno. Por ejemplo, sonreír, seguir con la mirada, balbucear, llorar para obtener lo que necesitan.

§  Les emociona constatar los esfuerzos que hacen para avanzar en el desafío de su desarrollo. Por ejemplo, tratar de moverse en la cuna, intentar sentarse, los ensayos antes de alcanzar la posición bípeda o caminar…

§  Más tarde se interesan por la emergencia de la palabra en sus hijos, no sólo de lo que dicen, sino también las explicaciones que se construyen sobre lo que van descubriendo y sobre los interrogantes que se plantean.

§  Les protegen en situaciones de peligro y previenen los riesgos inútiles organizando su entorno.

§  Son sensibles a su sufrimiento emocional.

§  Los padres conocen a su hijo: sus gustos, sus intereses, sus amigos, sus costumbres, etcétera.

§  Los padres no sustituyen a sus hijos e hijas, ni les dejan solos por el éxito profesional, por poseer bienes materiales o por sus aficiones deportivas.

§  Los hijos e hijas tienen un importancia trascendental en sus vidas, y, por esto son capaces de respetar sus procesos de diferenciación, acompañándoles en los momentos de progreso y de regresión”.

Seguramente mientras leías todo lo anterior, si eres madre o padre, te hayas visto identificado y, para tu tranquilidad, has podido confirmar que formas parte de ese grupo de padres/madres bientratantes. Si aún no eres padre o madre, posiblemente te hayas reconocido asintiendo con la cabeza como hijo/a bien tratado o has pensado en alguien cercano a ti que ejerce una parentalidad positiva. Claro, eso es  el buen trato.  Una parentalidad competente y los buenos tratos en forma de acciones, actitudes y cogniciones que buscan el bienestar del niño o niña son los cimientos de la resiliencia primaria. Pero…¿y cuando no se da lo anterior?

Volvemos a retomar a mi nuevo “amigo de Facebook” Niels Peter Rygaard. En su libro se centra en el trastorno de apego reactivo grave, no de niños que han vivido acontecimientos traumáticos únicos, sino aquellos que han experimentado múltiples acontecimientos traumáticos, quizás hambre, y con una continua carencia de cuidados y atención parental en sus primeros años. La característica común de los niños con trastorno de apego reactivo grave es una habilidad muy reducida para responder emocional y socialmente de una manera adecuada. La privación, la negligencia y el abuso han sido el elemento más importante de la infancia temprana. Lo que es lo mismo, el Antagonismo de la resiliencia.



 

De las cosas importantes que escribe en su libro una de las frases que más me gusta es la que dice que “es importante comprender que estos niños son normales, y que un entorno temprano anormal ha sido la causa de sus comportamientos anormales”. Y esto es fundamental comprenderlo...aunque debe ser mucho más difícil aceptarlo y convivir con ello. Padres y madres adoptivos o acogedores se atormentan a sí mismos muchas veces cuestionándose qué es lo que ellos han hecho mal, o porqué su deseado y esperado hijo se porta así, esperando un milagro que nunca llega.

Rygaard señala la idea fundamental de que el hecho de ser capaz de amar y de sentir afecto hacia los otros depende muy estrechamente de los contactos físicos (y por ende emocionales) que hayamos tenido (y hayamos sido capaces de experimentar) tempranamente en nuestra vida. El niño con trastorno de apego reactivo ha tenido tan pocos contactos o no ha sido capaz de vivenciar los mismos, hasta el punto de que no es capaz de formar relaciones mutuas duraderas.

Los diferentes tipos de privación sensorial, desatenciones y otras situaciones traumáticas afectan al desarrollo del cerebro en formación y dan paso a  disfunciones principalmente al incrementar las hormonas del estrés como la adrenalina y el cortisol (pero sobre este tema ya hablaremos  de forma más desarrollada en otra entrada).

Continúa diciendo Rygaard que “un niño con trastorno de apego reactivo es minusválido en el sentido de que carece o tiene una capacidad pequeña para inhibir o modificar una sensación o un impulso, una vez que el mismo se ha puesto en marcha. No puede contener o estabilizar su energía emocional largo tiempo (…) En ciertos casos, la defensa no es solo una parte de la personalidad, sino la personalidad misma. El niño aprende a imitar no importa qué rol, modelos de comportamiento o emociones sin ninguna experiencia interna que le corresponda. Está obsesionado por el control de un mundo que percibe como hostil.”

Seguramente también al leer esto algunos que sois padres adoptivos o acogedores hayáis visto reflejados a vuestro hijo o familiar -espero que muy pocos-. Habréis asentido igual con la cabeza pero esta vez con el semblante triste, pues esas vivencias, su historia temprana, han hecho de detonador de sus habilidades de relación, de su dificultad para vincularse y para mostrar empatía hacia los otros.






El protagonista es el personaje principal de una historia, el que actúa en la mayor parte de las escenas. Por el contrario, el antagonista es el principal oponente del protagonista, quien representa o crea obstáculos que el protagonista debe superar. Es esa lucha con el opositor lo que hace al protagonista sacar una fuerza interior a veces casi impensable, buscar la ayuda de actores secundarios y pensar un final mejor en el que quepa la esperanza.
 
Los buenos tratos a la infancia de la mano de padres y cuidadores, en conjunción con los buenos tratos de otros referentes externos a la familia –profesionales o no- van reelaborando el guión de la historia de cada niño salvando continuas luchas con las apariciones de gatilladores o disparadores emocionales que ponen en escena la memoria emoicional del abandono y la negligencia.

Habrá quien diga aquello de “con el amor no basta”, pero mientras haya amor incondicional el protagonista seguirá esa lucha permanente favoreciendo en el niño o niña factores de resiliencia que pueden lograr que el desenlace sea más feliz que en el borrador inicial de su historia.

2 comentarios:

  1. Cuando el protagonista es mayor de edad y los antagonistas han estado a su lado siempre de la mejor manera que han sabido y el protagonista continua haciendoles sufrir. Esa incondicionalidad es probable que se les haya acabado. Estan secos y puede que les cueste dar más amor. Ayer me lo comentaba una familia con un acogimiento que les esta haciendo sufrir 12 años. Ojala el sistema hubiera invertido el tiempo y la energía en este tipo de fracasos. Donde todas las partes han resultado heridas.
    Roser

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  2. Tienes toda la razón. La impotencia agota la capacidad de comprensión y de solución a los problemas del día a día en muchos casos. La lucha es muy fuerte contra la agresión, la ausencia de empatía, la búsqueda de riesgos innecesarios...pero es que el daño de la negligencia es muy grande y el "procesador" de las relaciones interpersonales en estos chicos tiene un lenguaje hostil, sus circuitos están condicionados desde niños a una guerra que no se puede comprender cuando se da amor y se recibe todo lo anterior.
    Y en lo que respecta a los acogimientos son los grandes olvidados del sistema. Como si por tener una familia que acoga al chico o la chica el problema ya estuviera resuelto!!! El problema cambia de traje, pero si no se trabaja bien apoyando a los acogedores y dando una visión más comprensiva de la realidad (un niño dañado, una familia biológica que muchas veces interfiere porque no acepta la pérdida del chico y una familia acogedora que no sabe, ni puede a veces dar respuesta a todo),pues ocurren fracasos sin vuelta atrás.
    Un abrazo

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