"Solamente dos legados duraderos aspiramos a dejar a nuestros hijos: uno raíces...el otro, alas"

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miércoles, 31 de julio de 2013

Seguimos construyendo resiliencia con Edith Grotberg

En la entrada anterior Re-descubriendo a Edith Grotberg: los ladrillos de construcción de la resiliencia   (pincha encima si quieres leerla) la semana pasada comencé a compartir con vosotros una aportación poco conocida de Edith Grotberg acerca de lo que ella llama “ladrillos de construcción de la resiliencia” y comenzamos por la CONFIANZA, el  primero de los cinco ladrillos que la autora propone (le siguen la autonomía, la independencia, la aplicación y la identidad).
 
Antes de empezar, un apunte, bueno, mejor dicho una afirmación: Confianza(como ladrillo de resiliencia) y apego están firmemente relacionados. ¿Qué es si no la confianza más que una esperanza firme que se tiene de alguien o algo (una relación)? ¿Y no es el apego lo que otorga esa seguridad que los niños y niñas tienen de sí mismos a partir de la seguridad de base que le proporcionan sus figuras de apego?.RESILIENCIA Y APEGO: INEVITABLE Y PODEROSO TANDEM!!!
Esta semana seguimos construyendo resiliencia de la mano de Edith Grotberg con dos nuevos ladrillos que paso a transcribir extraidos del libro “La resiliencia en el mundo de hoy” (Editorial Gedisa, 2006) :

2. Segundo ladrillo: la autonomía
La autonomía se define como independencia y libertad, la capacidad de tomar nuestras propias decisiones. Comienza a desarrollarse a los dos años de edad, momento en el que el niño se da cuenta de que es alguien separado de aquellos que tiene a su alrededor y que la gente responde a lo que él hace y dice. A través de este sentimiento de separación, el niño comienza a entender que existen consecuencias para cada comportamiento, aprende acerca de lo que está bien y lo que está mal, experimenta la sensación de culpa cuando daña o decepciona a alguien.
 
La autonomía es fundamental para promover los factores resilientes y reforzar aquellos que ya se han activado. A medida que los niños y jóvenes se vuelven autónomos, la voluntad y el deseo de aceptar límites en sus conductas se ven fortalecidos (YO TENGO), se promueve el respeto por ellos mismos y por los demás, se activa la empatía, la solidaridad, así como también el hecho de saberse responsables de sus propios actos (YO SOY). También desarrolla el manejo de sus sentimientos y emociones (YO PUEDO). La confianza y la autonomía, como  factores resilientes, pueden promoverse en conjunto, para que de esta manera hagan del proceso de promoción de la resiliencia un todo integrado.

Un gran número de niños y jóvenes no logran ser autónomos. Algunos de ellos viven en hogares donde las expresiones de autonomía significan temor a ser castigados o sufrir daños físicos. En ocasiones cometen errores que generan respuestas de tal burla y ridículo que estos niños y jóvenes no volverán a intentarlo. Muchos adultos tuvieron estas mismas experiencias durante sus infancias y, en consecuencia, nunca intentaron ser autónomos; siempre recurren a alguien más confiado, más seguro. La confianza en sí mismos resulta destrozada. Generalmente, estas personas son presas fáciles para los líderes que desean lograr cosas dañinas y peligrosas.

Un punto para comenzar a promover la resiliencia en este tipo de niños, jóvenes y adultos es hacerles ver que está bien que cometan errores, que pueden aprender de estos. Podemos hacer que lean historias o contárselas nosotros mismos, sobre los fracasos que todos tenemos. Muchas personas pueden contar historias sobre sus fracasos antes de convertirse en personas exitosas. Podemos asegurarles que los errores no son algo de lo cual uno deba avergonzarse y, entonces, alentarlos a correr el riesgo de cometer errores. Nosotros estaremos allí si fracasan o si salen exitosos.

3.Tercer ladrillo: La iniciativa
La iniciativa es la capacidad y la voluntad de hacer las cosas. Comienza a desarrollarse entre los cuatro y cinco años de edad, cuando el niño comienza a pensar y hacer cosas. Probablemente hayamos comenzado todo tipo de proyectos o actividades que no hemos podido o no hemos terminado. Pero el punto a considerar no es si lo logramos o no; la voluntad de probar es lo realmente importante para generar la iniciativa. Las ideas creativas en el arte y en las ciencias, los inventos y la resolución de los problemas en todos los ámbitos de la vida requieren de iniciativa. La creatividad se afirma en los primeros años de nuestra vida.

Necesitamos de la resiliencia para promover aquellos factores que se relacionan con esta. Cuando de hecho incentivamos la iniciativa, se refuerzan nuestras relaciones de confianza con los otros, reconocemos límites para nuestros comportamientos y aceptamos ese aliento para ser personas autónomas (YO TENGO); además, la iniciativa refuerza la sensación de sentirnos tranquilos y bien predispuestos, y demostrar empatía y solidaridad, mostrarnos responsables de nuestras conductas y estar optimistas, seguros de nosotros mismos y esperanzados (YO SOY).También nos estimulan así las nuevas ideas o modos de hacer las cosas, expresando nuestros pensamientos y sentimientos, solucionando problemas, manejando los sentimientos y conductas y pidiendo ayuda a los demás (YO PUEDO)….
Muchos niños y adultos no desarrollan la iniciativa. A menudo, son reprendidos por todo el revoltijo que generan con sus proyectos inconclusos. Se les hace sentir culpables por haber molestado a los demás; se sienten demasiado rechazados por aquellos a quienes pidieron ayuda y, en consecuencia, sienten que no merecen ser ayudados. Nadie se preocupa; nadie estaba interesado en ayudarlos. Con el tiempo, dejan de querer o tratar de tomar la iniciativa para hacer algo…

Para intentar desarrollar la iniciativa podemos incentivar a los niños y jóvenes a decidir qué es aquello que les gustaría hacer. Podemos hablar acerca  de las maneras de organizar planes con sus amigos, ayudarlos a reconocer diferentes posibilidades de poner en práctica estos planes, considerar las consecuencias que pueden aparecer y cambiar lo que sea necesario. Estaremos allí para ayudarlos a sobrepasar los obstáculos y aprender tanto de sus éxitos como de sus errores. Por supuesto, podemos también orientar a los adultos utilizando un lenguaje más apropiado para la edad, pero con el mismo propósito. Ayudémoslos para que puedan ver en el fracaso una gran experiencia de aprendizaje; les permitirá abrirse a nuevas ideas para encontrar el éxito.”

¿Cómo expresar mejor algo tan obvio y contundente de una manera tan clara? Edith Grotberg no deja de sorprenderme…. Creo que el pararse a leer con detenimiento estas reflexiones sencillas pero importantes puede facilitar ese proceso de promoción de la resiliencia dándonos pistas acerca de como acompañar a niños y niñas en este camino serpenteado de sus vidas (en mayor o menor grado) construyéndose como persona.

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